Puede que alguna vez (o más de una vez) tu pene no haya funcionado como esperabas, y que eso te haya preocupado bastante, hasta el punto de que quizás no desees ni siquiera hablar del tema. A todos los hombres les pasa alguna vez, y no sólo a los que tienen problemas crónicos con eso.

A veces la falta de erección se debe a la circunstancia, o al apuro, o a la novedad, o al cansancio, o al tedio, o al estrés, o a la preocupación, o a la tensión por lucir bien, o en unos pocos casos se debe a problemas físicos o psicológicos, o incluso a dependencia a fármacos… Pero hay algo más. Hay además una causa más general para esa situación tan temida por cualquier hombre. Y para que relajes tu mente y tu corazón, desde ya te decimos: contra toda suposición, puede ser el indicio de algo muy bueno el hecho de que tu pene no se erecte para el tonto acto sexual de siempre.

Esta causa general radica en que el pene a veces simplemente no desea “alistarse” para el desgastante acto sexual de siempre, en que lo usan durante unos minutos sólo como varilla de inseminación, o como un grifo a través del cual se escapa la energía para dejar al cuerpo masculino fuera de combate. Desde este punto de vista, que el pene no se erecte al inicio de un acto sexual habitual, no es tan mal síntoma como parece. En realidad es un muy buen síntoma. Es una “falla del sistema”: es señal de que esperas del sexo mucho más que la mera tontería mecánica animalesca para la que te han programado.

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Hablando en términos prácticos, hoy te traemos un buen ejercicio ―o una buena técnica, cómo prefieras llamarle― que te será muy útil conocer y poner en práctica en esos momentos en que la erección no te responde como se espera. Si eres honesto contigo mismo, deberás admitir que cualquier hombre puede tener dificultades con la erección cuando menos se lo espere. Por eso hay que decir que el ejercicio que recomendaremos ―y este escrito completo― se dirige a todos los hombres, y no sólo a aquellos que en algún momento hayan sido diagnosticados con algún problema clínico de erección. Por supuesto, se trata de un ejercicio útil para casos de disfunciones eréctiles ―sobre todo si son de causa psicológica y no orgánica. Pero resulta igual de útil para el resto de los hombres.

La sociedad hace mal en creer que al hombre le conviene un pene rígidamente erecto. Un pene rígidamente erecto ―auto-enfocado, egoico e inconsciente― ya desde el inicio del acto sexual está siempre a punto de perder el control y eyacular antes de tiempo, pues va corriendo tras su eyaculación sin tomar en cuenta la satisfacción de su pareja. La imaginería sexual actual ―mediática y de feria― asocia el buen sexo con un pene enorme y descomunal y rígido como tubería de acero “golpeando” frenéticamente dentro de la vagina, mientras los cuerpos hacen “como si” se la estuvieran pasando fenomenal. Desde el punto de vista de esos patrones tan falsos, agresivos y masculinoides, no es raro que sea una “anomalía” un pene poco erecto o no erecto en absoluto en el momento inicial del acto sexual.

El hombre y la mujer están repletos de esos condicionamientos que les apremian a juzgar de manera absurda todo lo relacionado con la erección; si se presenta frente a los ojos: “todo va bien”; si es rígida como el metal: “es porque él la ama mucho a ella”, y si no se presenta la erección: “¡Oh, qué problema!”, hay que preocuparse, o correr a comprar pastillas para la erección. Todo eso es absurdo. El pene está bien como esté. La verdad es que, si en ese momento sexual en que el pene no se erecta, el hombre ―y la mujer― dejarán de juzgar lo que ocurre, y en cambio se dedicaran a penetrar en la vagina con el pene tal como esté y a iniciar de ese modo un acto sexual completamente nuevo: en breve ellos descubrirían muchas verdades que la mecánica sexual habitual nunca les deja descubrir.

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ALGUNOS COMENTARIOS MÁS ANTES DE PASAR AL EJERCICIO

Sería conveniente dejar atrás algunos prejuicios muy comunes y arraigados sobre la erección del pene. En un verdadero acto sexual, los grados de erección del pene van cambiando en función de las necesidades de la vagina. Para empezar, ni siquiera tiene sentido que el pene esté erecto fuera de la vagina: él puede estar más o menos blando, y al penetrar irá ganando el grado de erección que se necesite. Y lo mismo al acabar: luego de un acto sexual tremendamente intenso, profundo, multiorgásmico y deleitosamente extenso, el pene puede no haber eyaculado en ningún momento, y sin embargo, al culminar el acto, pasará a un estado de flacidez, reposo y absoluta paz, sin necesidad de para ello haber expulsado semen alguno ―aunque sí puede haber tenido orgasmos. Puede que esto que decimos vaya en sentido contrario al de la lógica del sexo habitual, pero antes de enjuiciarlo, recomendamos mejor comprobarlo en la práctica.

Como hemos escrito en otro artículo: La vagina no siempre necesita que el pene esté erecto durante todo el acto sexual. En las distintas etapas del acto sexual ella no necesita los mismos grados de erección para sentirse conectada con el hombre, apasionada por la magia del despertar de la conciencia, y sacudida por el más profundo placer orgásmico. A ninguna mujer que haya experimentado multiorgasmos con un pene correctamente blando y cálido dentro de ella ―muy juntos los cuerpos en el estado de conciencia acrecentada del amor―, se le ocurriría pensar que es un problema que ese pene no esté erecto fuera de ella al iniciar, o que no eyacule al finalizar y que, en vez de eso, pase directamente a un estado de paz.

Si durante el sexo el pene está abierto a la vagina —y no enfocado en perseguir su propia eyaculación—, y permanece amándola el tiempo necesario, él se armonizará con la vagina y aprenderá a responder sincrónicamente a ella, gracias a lo cual irá modulando su grado de erección según lo que vaya haciendo falta cada vez. A veces la vagina desea al pene erecto, pero a veces ―por ejemplo, luego de un denso orgasmo femenino― la erección le resulta a ella demasiado fuerte, y ante el momentáneo descenso de la pasión, el pene inteligentemente se hace más blando, sólo para más adelante volver a alcanzar el grado de erección que haga falta para promover una crecida orgásmica femenina de varios orgasmos seguidos… y así hasta que ella dé todo lo que vaya a dar. Por favor, no crean que estamos delirando verbalmente, pues hablamos sólo por experiencia.

La vagina es poderosamente femenina, y eso significa que es absolutamente cambiante. A veces el pene erecto la electriza de placer, pero a veces lo que la llena de sensibilidad es que el pene se parezca más a ella misma y sea más suave; en este momento la erección casi le molesta. También los niveles de placer orgásmico vaginal van modulando el grado de erección. En estos casos el grado de erección varía en dependencia de si ella acaba de tener un orgasmo y va a reposarse en el movimiento que la distiende, hasta acercarse a otro orgasmo que volverá a endurecer relativamente el pene, que tal vez llegará a su tumefacción máxima solamente más adelante. Realmente no es una ciencia exacta, sino algo muy relativo y contextual.

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EJERCICIO PARA SUPERAR DIFICULTADES DE ERECCIÓN

Si quieres una solución definitiva para eso que normalmente se considera “un problema”, en vez de preocuparte sé práctico. Siempre que llegue el momento del acto sexual pero la erección no haya llegado, aplica la siguiente técnica, sumamente sencilla:

Sin apuros, comienza a hacer el sexo aunque no tengas erección o aunque tengas poca erección. Si quieres haz algunas caricias, en la vulva o en los pechos, quitando la atención de si el pene se erecta o no: deja eso por su cuenta. Acto seguido, haya o no erección, penetra en la vagina hasta donde sea posible, y haz algunos movimientos con el pene dentro de ella, abriéndola y dejando que el glande entre en contacto con su calor, sin apurarse en lo más mínimo. No pienses en lo que ocurre abajo en los genitales, sino que más bien enfócate en el romance de los cuerpos, y lo que ocurre debajo experiméntalo como sensaciones, sin que la mente se inmiscuya con juicios o evaluaciones. Es conveniente que también la mujer, en toda la medida que ella pueda, esté en estado de apertura emocional y psicológica, sin juzgar ni evaluar, sólo disfrutando del romance y de la apertura vaginal. Este contacto del pene con la energía de la vagina, sin presiones ni juicios, le irá despertando la erección, cuando sea que ocurra. Reiteramos lo dicho al inicio: olvídense del reloj, y denle a sus cuerpos todo el tiempo que necesiten para vivir su romance.

Así de simple. Como podrás apreciar en la técnica descrita, casi se puede decir que todo se reduce a dejar de ver la ausencia de erección como un problema o impedimento, y empezar a hacer el sexo con el pene tal como se encuentre cada vez. Si está erecto, bien. Si está medio erecto, bien. Si no está erecto en absoluto, bien. Probablemente lo que descubrirás en la práctica es que la erección se presenta en el momento en que se presente, y que eso deja de ser un problema en cuanto tú y tu pareja deja de ver en ello una cuestión específica. En realidad ni siquiera debieras preocuparte si notas que tu pene tiene una erección demasiado rígida: si te mantienes atento y no te apuras, la rigidez se irá disipando a medida que haces el amor, y el pene comenzará a tener cada vez el grado de erección que corresponda.

Si aparentemente no obtienes resultados con el ejercicio ―es decir, si la erección no se presenta en ningún momento del acto sexual―, continúa poniéndolo en práctica, continúa haciendo el amor en toda la medida que puedas. Tome el tiempo que tome a tus propios genitales liberarse de sus condicionamientos sexuales, tarde o temprano sentirás a tu pene ponerse firme, en la medida en que crece su sensibilidad y su conexión con la vagina. En esos casos, algo favorable puede ser que elijas una postura sexual en que tú estés arriba. De este modo la sangre bajará por gravedad al pene con más facilidad, y generará la erección.

Este ejercicio está más que comprobado en la práctica, y posiblemente sólo en la práctica logres tú comprenderlo del todo. Reiteramos que es un procedimiento que puede seguir no solamente quien tenga problemas clínicos de disfunción eréctil, sino también todo aquel que se proponga hacer el amor ―de un modo verdadero, más allá del sexo habitual― y alguna vez no consiga alcanzar la erección. El hombre que se disponga a evolucionar sexualmente, en determinados momentos tendrá que superar todos los condicionamientos que, en mayor o menos medida, ha heredado de la especie —ya sean problemas de control eyaculatorio o de control de la erección. Para que el sexo sea real ―y no un acto anodino cuyo fracaso está trayendo demasiados problemas en el mundo―, hay unas cuantas cosas que cambiar.

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EL PAPEL DE LA MUJER

Por supuesto, cuando aquí hablamos de sexo real y de la mujer capaz de alcanzar orgasmos múltiples y experimentar en ello un estado de conciencia de amor, realmente nos estamos refiriendo a la vagina que ya ha comenzado a dejar atrás el ego que está cifrado en las tensiones vaginales. La vagina habitualmente está repleta de tensiones que el mismo pene egoico le insufla, y eso pronto se vuelve un arma de doble filo: primero el pene utiliza a la vagina para provocarse la eyaculación, y así poco a poco la programa a ella para que, de ahí en adelante, en sesiones sexuales posteriores, ella misma se esfuerce inconscientemente por hacerlo eyacular mediante tensiones ―haciendo contracciones vaginales innecesarias, tal vez buscando forzar la sensación que no tiene.

En ese estado de tensión egoica que el pene le programa, la vagina no es capaz de amar, se vuelve insensible y el orgasmo se hace difícil ―si no es que imposible. Así que aunque el pene ya esté aprendiendo a amar, antes de que todo marche bien él tendrá que disolver de la vagina las tensiones que él mismo le insufló. Paradójicamente las mismas tensiones vaginales que el hombre provocó durante sus apurados ardores eyaculatorios, promueven su propia eyaculación antes de tiempo, y más adelante pueden provocar que el pene no tenga erecciones. Una vagina predatorial y contraída, egoica y masculinoide, ansiosa de orgasmos que nunca llegan, endurecida por la promiscuidad o por los juguetes sexuales, también intimida al pene y provoca que este no quiera erectarse ante ese juego sexual vano ―que antes él mismo provocara. Un círculo vicioso nada atractivo.

Esto significa que el ejercicio que describimos en el acápite anterior es también para la mujer. Ella sí juega un papel en el ejercicio para fomentar la erección. Aunque ella debe permanecer pasiva ―y dejarle los movimientos del ejercicio a él―, ella debe empezar a dejar atrás cualquier tipo de pesquisa o enjuiciamiento sobre la erección del pene, y en cambio debe permanecer atenta y abierta al proceso del ejercicio, ya que mientras el hombre hace los movimientos del pene en la vagina, él estará al mismo tiempo liberando a la vagina de tensiones, disipándole el ego y devolviéndole su sensibilidad y su capacidad natural de amar.

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CADA GRADO DE ERECCIÓN TIENE SU MOMENTO

Existen enormes prejuicios con respecto a la erección del pene. Estos prejuicios alcanzan un nivel tal, que muchos hombres que creen tener problemas de erección descubrirían que en realidad no tienen problemas, porque lo cierto es que el pene no tiene por qué estar erecto antes del momento de la acción sexual en sí. Lo cierto es que cada vez el pene cambia de grado de erección, y eso también significa que si no es necesaria una erección ―por ejemplo, fuera de la vagina antes y después del sexo―, la inteligencia del pene lo hace permanecer sin erección por cuestiones de economía sexual.

¿Es un problema real el hecho de que el pene no esté erecto o no esté erecto del todo en el momento de comenzar a hacer el sexo y mientras no ha penetrado o si recién penetró? Este dilema pareciera ser más un problema estético que práctico, o sea, un problema de “cómo luce el pene”, más que de si cumple o no con sus funciones. Realmente son problemas ficticios que resultan de la gran cantidad de prejuicios sexuales que todos llevamos dentro. Si deseas hacer un sexo mejor, deja todo eso atrás. Dedica unos minutos a meditar sobre esta cuestión. Piénsalo tú mismo con sensatez, y luego comprueba en la práctica esto que te decimos: no es estrictamente necesario que el pene esté erecto fuera de la vagina, ni antes ni después del acto sexual. En ambos momentos la erección no tiene sentido.

Aunque los medios han creado la imaginería del pene visiblemente erecto fuera de la cavidad, en realidad eso es un contrasentido. No es necesario que el pene esté erecto fuera de la vagina, porque eso implica que el pene está enfocado en sí mismo y en su propio placer (eyaculatorio), y esa anticipación suele ser sinónimo de eyaculación anticipada y fuera de control. Probablemente el pene que tiene una erección rígida fuera de la cavidad, no va a buscar amar sino que se va a empeñar en complacerse a sí mismo. Y en este mismo sentido, al final del acto sexual el pene no tiene por qué salir todavía erecto de la vagina, porque eso puede ser sinónimo de que él no terminó del todo su labor dentro de ella. Si aprendes a hacer bien el sexo, con toda frecuencia comprobarás que cuando el pene ha terminado de amar a fondo a su pareja, comienza a dejar de estar erecto dentro de la vagina misma, incluso si él no ha eyaculado en absoluto.

De hecho hay que decir que, si es posible, el pene debiera permanecer dentro de la cavidad algún tiempo más allá de haber terminado el acto sexual ―aunque no tenga ninguna erección o tenga poca. Este reposo de los genitales enlazados luego de haberse amado mutuamente, favorece la comunicación profunda entre ellos, termina de descargar las energías del amor femenino, y promueve una armonía que ayudará a sincronizar los grados de erección con las necesidades reales del acto sexual. Los amantes pueden aprovechar bien este reposo, ya sea para respirar y meditar juntos, o para conversar sobre algo que necesiten conversar.

ECONOMIZAR EL SEMEN ES EL AFRODISIACO NATURAL

Algo que puede ayudarte al inicio de poner en práctica el ejercicio para fomentar la erección ―que más bien podríamos llamar “ejercicio para armonizar la erección”―, es aprender a economizar el semen. Si no has eyaculado recientemente y conservas el semen, entonces en el momento de iniciar el sexo la erección te llegará con más facilidad, porque tendrás un gran interés sexual. En cambio, si con frecuencia eyaculas ―ya sea porque te masturbes o por algún otro tipo de actividad sexual―, tu interés sexual se verá menguado a la hora de iniciar el sexo, y puede que la erección tarde más en llegar o en llegar por completo.

No obstante, tal como tratamos este tema aquí, que la erección no esté completa o no esté en absoluto, no implica que no puedas penetrar y comenzar a hacer sexo con el pene tal como esté. Debes saber que para los verdaderos amantes ―para los que han aprendido a hacerlo―, el pene cambia de grados de erección a lo largo del acto sexual, y que eso no reduce el placer ni impide los orgasmos. Si lo pones en práctica, en algún momento comprobarás que la vagina puede estar llegando a orgasmos múltiples en momentos en que el pene ni siquiera está erecto por completo, o incluso si no tiene ninguna erección. O sea, que es una completa falacia la ecuación que identifica una erección dura como el hierro con una vagina teniendo un orgasmo. Abundan los penes duros como piedras ―ya sea por egoísmo del pene, o por uso de drogas, o desde que se han puesto de moda los fármacos con ese fin― y sin embargo el orgasmo femenino sigue siendo una especie en extinción.

La práctica y la frecuencia aquí lo son todo. La práctica y la frecuencia sexuales ―hacerlo con la mayor frecuencia que puedas, lo que eso signifique― promueven muchas ganancias que ya no tendrán que ser imaginarias. Con práctica y frecuencia sexuales, físicamente tu pene ganará en conexiones nerviosas en los mecanismos vasculares y hormonales para llenarse de sangre y erectarse, emocionalmente te sentirás cada vez más seguro de ti mismo ―hasta salir del rango de la inseguridad/seguridad y comprobar que esas son sólo ilusiones―, psíquicamente estarás resanando tu virilidad, energéticamente estarás favoreciendo la reunión entre lo femenino y lo masculino y descubriendo que el sexo es delicioso y no es tan serio como para preocuparse si el pene no se comporta del modo en que se lo “han exigido”.

Todo hombre que haya hecho sexo, alguna vez ha tenido problemas de erección —o puede tenerlos en algún momento. La erección no es sólo cuestión de «hidráulica», es decir, no es sólo cuestión de que la sangre penetre en el interior del pene y lo endurezca por acumulación. Éste es el mecanismo físico ―que a veces puede dañarse por motivos clínicos o quirúrgicos. Pero también hay mecanismos psicológicos y emocionales implicados en la erección, que pueden afectar a hombres perfectamente sanos físicamente. Como todo lo que tiene un componente psicoemocional, la erección puede fallar en determinadas circunstancias —estrés laboral, doméstico o situacional, tedio en las relaciones, conflictos de pareja, contextos incómodos, falta de estímulo sexual… Precisamente en circunstancias como esas, si la erección no ocurre, puedes traerla poniendo en práctica el ejercicio que ya orientamos.

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ROMPER CON EL AUTOMATISMO SEXUAL: EVOLUCIONAR

La relación mecánica entre excitación y erección es una información que cada hombre recibe inconscientemente por herencia de la especie y por mala educación sexual. Debido a esto, casi cualquier hombre hoy está condicionado a practicar el sexo de un modo casi tan mecánico como el de los animales. El hombre actual no es capaz de tener una determinación voluntaria en si eyacula automáticamente o no, o en si tiene una erección o no, o en qué momento la tiene. Esta misma condición sexual él se la transmite a sus descendientes.

Cierta vez Foucault relacionó la famosa “caída” del ser humano y la “pérdida del Paraíso” con la pérdida del control consciente de las funciones sexuales por parte del hombre ―lo cual apunta directamente a las interpretaciones de Arush sobre el «Sepher Yetzirah» y de Gurdjieff en el Cuarto Camino (ya sea que Foucault los haya leído o no). No ya el Tantra y el Taoísmo, sino que incluso los teólogos escolásticos del medioevo occidental ―principalmente Tomás y Agustín― reconocían que el problema del sexo radica en la falta de control consciente de las funciones sexuales. Ya sea que asumas eso como una verdad simbólica, o literal o mítica ―seas ateo o religioso―, lo importante es comprender que cuando se recupera el control consciente de la sexualidad, el sexo comienza a recobrar su naturaleza sagrada, es decir, su poder para conducir al ser humano a su mayor plenitud. Es algo que nuestra especie necesita.

Aunque un joven aún no haya practicado el sexo de hecho, por información de la especie él ya está condicionado a ir al sexo y abandonarse a que las cosas sucedan automáticamente: la erección y la eyaculación automáticas. Siempre que nos abandonamos a “lo espontáneo”, en realidad no hay nada espontáneo, sino que lo que nos controla son los programas sexuales de la especie, y eso nos condiciona a repetir el fracaso sexual. Se requiere un verdadero esfuerzo para romper una herencia biológica de la especie, y dar un verdadero paso evolutivo desde el punto de vista sexual. Se requiere que lo sexual deje de ser sólo una respuesta instintiva, y se convierta en un acto sobre el que el ser humano tiene conciencia y voluntad, al menos en alguna medida. La evolución sexual es una verdadera solución a largo plazo para problemas tan habituales —y en realidad tan extendidos y normalizados— como son la impotencia y la eyaculación precoz. No es el problema de un individuo, sino de toda una especie.

En el sentido amplio de un acto sexual voluntario y consciente, con las disfunciones eréctiles ocurre lo mismo que en otros escritos hemos comentado sobre la llamada “eyaculación precoz”: de un modo poco evidente, la inmensa mayoría de los hombres sufren dificultades para tener erecciones reales, ya que, sin excitarse, hoy casi cualquier hombre sería incapaz de alcanzar una erección. El hombre desde hace mucho tiempo se ha vuelto adicto a la excitación que le pierde la cabeza, a la imaginación sexual que le impide tener conciencia del acto sexual, y a la perspectiva del sexo reproductivo eyaculatorio ―aunque por diversos medios la eyaculación se truque para que el espermatozoide no alcance al óvulo. En ausencia de estos tres estímulos, el hombre es prácticamente incapaz de tener una erección. Sólo esperemos que él recupere la sensatez y evolucione sexualmente, en vez de poner un parche sobre el problema volviéndose adicto al sildenafilo.

Los problemas de erección están mucho más generalizados que lo que se admite en público, o tienen porcentajes mucho más elevados que los que registran las diversas investigaciones científicas que se realizan al respecto ―los propios científicos lo reconocen. Así que, si tú tienes problemas evidentes para alcanzar la erección, lo primero que debes hacer es dejar de preocuparte, porque tu problema no es tan particular como te han hecho creer.

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LO DURO Y RÍGIDO ES INFERIOR A LO BLANDO Y FLEXIBLE

Posiblemente todos tus prejuicios sexuales se activarán para decirte que todo esto es un error, y que el pene debe estar duro como una “tubería de acero” o como el “mástil de un barco” para poder complacer a la mujer y “quedar bien con ella”. De hecho, se supone que una condición para el sexo habitual es que la mujer, más o menos disimuladamente, “chequee, compruebe y evalúe” que el pene tiene una rígida erección frente a los ojos de ella, fuera de la vagina; y si él no la tiene, entonces: “él es un perdedor”, o “él no la ama a ella”, o “él no es suficiente hombre”, etcétera.

Nadie parece asociar esa rígida y torpe erección extravaginal con el hecho de que el sexo habitual es sumamente mediocre. El chequeo prejuiciado que la mujer pone en práctica sobre la erección del pene es un subproducto de la educación programada que ella ha recibido en la sociedad machista: es la serpiente de la ideología patriarcal mordiéndose su propia cola. Lo cierto es que tanto las personas como los medios masivos están repletos de prejuicios sexuales, incluidos los prejuicios sobre la erección.

La práctica sexual ―excepto las falsas escenas maquilladas del porno― indican una verdad distinta: ninguno de nuestros prejuicios significa nada real, y ni ha arreglado ni arreglará la mediocridad del sexo habitual, tenga el pene la rigidez que tenga bajo los efectos de algún Viagra. Ciertos actores porno por fin han confesado que las erecciones rígidas de las escenas XXX se deben a fármacos y a drogas consumidas para entumecer un pene que las más de las veces está retocado quirúrgicamente, y que por tedio ya no siente casi ningún impulso y sólo puede erectarse mediante inventos farmacológicos. Todo lo demás es teatro que el espectador excitado asume como verdad.

La TV y los mass media, especialmente la Internet, crean la ilusión de que “todo siempre ha sido como ahora es”. Pero si hechas un vistazo ―un vistazo consciente, sin la ceguera de la excitación― al porno de hace tan sólo 20 ó 30 o unos pocos años más, comprobarás que algo anda mal con los penes-porno de la actualidad. Salvo contadas excepciones ―tal como las hay en todas las esferas de la vida humana―, el resto de los penes del porno de hace 30 años eran como el de cualquier hombre común y corriente. Pero de repente se han puesto de moda los penes agrandados en el quirófano y endurecidos con fármacos, miembros egocéntricos, siempre “rápidos y furiosos” por “martillar” y “bombear” dentro de la vagina y el ano para auto-provocarse una eyaculación sobre el rostro o los pechos siliconados de ella.

Los medios tienen mucha culpa en lo que las masas de personas creen acerca de la erección, acerca de los genitales, y acerca del sexo en general. Todos los prejuicios mediáticos no serían más que un juego si los medios no anduvieran además intentando “normalizar” el show, trastocando la realidad con la fantasía, de modo que los hombres ―y las mujeres― piensen que todo lo que necesitan sexualmente es correr al quirófano para agrandarse el pene, circuncidárselo para que luzca “más grande” y con la cabeza queratinizada ―insensible pero brillante, tersa e “higiénica” como Dios manda―, masturbarlo antes de hacer sexo “para que aguante más sin llegar”, y finalmente erectarlo con viagras para que se entumezca “en frío” como un órgano muerto y que así permanezca duro más allá de cualquier propósito real. Una verdadera abominación que nunca debiera convertirse en “lo normal”. De veras, ya basta de todo eso.

Si realmente quieres aprender a hacer buen sexo, te recomendamos que empieces a dejar atrás toda esa falsa imaginería del pene porno de feria y espectáculo con erección de “Mandingo” y “Black Mamba” y BBC y BWC. Mejor ten en cuenta lo siguiente, una verdad sencilla como la verdad verdadera: los orgasmos múltiples más intensos y densos de la mujer, pueden ocurrir sin que el pene tenga casi erección y sea él del tamaño que sea. Es algo que comprobarás si aprendes a mantenerte haciendo el sexo mucho más tiempo que el habitual, y si lo haces con tu cuerpo real, sin tener que pensar ni imaginar nada.

Así pues, para culminar este escrito, te dejamos con un pasaje del libro fundador del Taoísmo ―uno de los grandes caminos de conocimiento sexual―, que se aplica perfectamente a la erección del pene. Según el sentido común, es completamente absurdo aplicar estos versos a la erección del pene, así que solamente en la práctica podrás comprobar que esta meditación es cierta:

El hombre al nacer es blando y flexible,
Y al morir queda rígido y duro.
Las plantas al nacer son tiernas y flexibles
Y al morir quedan duras y secas.
Lo duro y lo rígido
Son propiedades de la muerte.
Lo flexible y blando
Son propiedades de la vida.

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