No sólo el hombre debe evolucionar en sentido sexual ―es decir, aprender a hacer bien el sexo. También la mujer debe evolucionar sexualmente, aunque en un sentido un poco distinto del hombre. Si bien para el hombre es crucial aprender a controlar su eyaculación, para la mujer es de vital importancia aprender a desvincular el sexo por placer y el sexo por procreación.
Es necesario volvernos seres conscientes en todo lo referente a lo sexual. En este sentido —y siempre que no estemos buscando un hijo—, la anticoncepción también debería ser consciente, lo cual significa no abandonarla meramente a métodos anticonceptivos artificiales que funcionan alterando bioquímica, mecánica u hormonalmente nuestros procesos corporales, sin que pongamos siquiera un poco de atención en ello. Usemos el método contraceptivo que usemos —nosotros siempre recomendamos los naturales, no los artificiales—, no es una mala meta intentar tener conciencia de nuestros procesos reproductivos. Esto significa no seguir abandonando a la inconsciencia instintiva estos procesos, y por tanto, implica un paso evolutivo más para nuestra especie, y específicamente para el género femenino.
Comprender la dinámica reproductiva del cuerpo abre todo un nivel de percepción profunda, una dimensión nueva de la feminidad, que hace posible tomar conciencia de que los procesos reproductivos se encuentran, secretamente casi siempre, determinando no sólo la dinámica de nuestra vida sexual, sino también emocional y psíquica. En este sentido aún no somos demasiado distintos de los simios predecesores del homo sapiens. Solamente el hecho de percibir y comprender las alzas y bajas hormonales relacionadas con el ciclo reproductivo, ya nos hará más equilibradas emocional y psíquicamente, menos esclavas de las glándulas.
De lo contrario —si el ciclo reproductivo continúa siendo un oscuro secreto instintivo del cuerpo—, aunque utilicemos métodos artificiales que interrumpan la reunión de óvulos y espermatozoides, continuaremos siendo esclavas de una dinámica corporal que nunca comprendemos. De este modo, la mujer, a pesar de que esté siguiendo impecablemente un método anticonceptivo para no salir embarazada, inconscientemente a lo largo de los años, dos o tres veces al mes y cronometrada como por un reloj, pasará por extrañas crisis y la tomará con el hombre por los más extraños e irracionales motivos —hay muchos modos de hacer esto y no todos son evidentes—, haciéndole la vida prácticamente imposible a él desde el punto de vista emocional y psíquico.
Y el patrón que estará repitiéndose debajo de estas aparentes crisis cotidianas no será el de conflictos de la vida diaria que se reciclan, sino que no será otro que el ciclo reproductivo de la mujer, cuyas subidas y bajadas estarán asociadas a los periodos menstruales y ovulatorios de ella. El quid de la cuestión es que la mujer, aunque conscientemente evite quedar encinta, inconscientemente ha seguido buscando un embarazo. Éste es el equivalente femenino del conflicto del hombre que, a pesar de estar intentando aprender a controlar voluntariamente su eyaculación, inconscientemente todavía está intentando descargar su semen. Que la mujer sutil e inconscientemente genere conflictos y contradicciones entre ella y el hombre, o competencias entre varones, es un juego sexual no muy diferente del que usan las demás mamíferas para crear ansiedad en los machos, y así forzarlos a descargar sus gónadas dentro de ellas para fecundarlas.
Así pues, si bien el hombre debe evolucionar aún con respecto a los animales en el sentido de que su sexualidad deje de estar absolutamente amarrada a la búsqueda inconsciente de la eyaculación automática, por su parte la mujer debe evolucionar en el sentido de que su sexualidad dejé de girar en torno a sus auges y declives hormonales, es decir, a la búsqueda de un embarazo —aunque aparentemente esté evitándolo. Comprender el ciclo reproductivo femenino es comenzar a desocultar la causa secreta de las buenas y malas etapas de la vida en pareja. Sacar de la inconsciencia este ciclo, es comenzar a, en general, poder tomar las riendas de la dinámica de la vida en pareja, eso que hasta hoy ha sido un completo caos del que no tenemos el más mínimo control.
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