Si nos preguntaran ahora mismo: ¿Qué es el buen sexo?, y nos pidieran una definición lo más corta y sintética posible, los autores de este escrito diríamos lo siguiente: el buen sexo es el acto sexual que cumple con 4 palabras mágicas: intensidad, duración, frecuencia y profundidad. Esto es fácil de decir pero no es tan simple de lograr.
Veamos con un poco de detalle cada una de estas 4 palabras mágicas del Amor Sexual, aunque en la práctica no están tan separadas una de otra. El buen sexo es eminentemente práctico, y no se puede reducir a una teoría ni a 4 palabras. Pero vale la pena dar estas indicaciones que orienten a que las parejas aprendan a hacer bien el sexo por sí mismas, hallando el conocimiento dentro de sí.
Intensidad
Cuando el hombre aprende a controlar su eyaculación —uno de los mayores logros evolutivos de todos los tiempos—, él alcanza el nivel sexual que la mujer por naturaleza ya tiene. Entonces el placer sexual crece exponencialmente hasta convertirse en gozo sexual y amor, que son las cualidades superiores del placer sexual. Esto es lo que permite que llegue la intensidad sexual.
El sexo habitual es sumamente aburrido y repetitivo, precisamente porque le falta intensidad. ¿Qué es intensidad? Intensidad es experimentar el placer real en los genitales con fuerza, significativamente, hasta el punto en que realmente todos deseamos y no menos; hasta que el gozo sea lo más dulce posible.
Así pues, la falta de intensidad sexual es el resultado de que el hombre se la pase eyaculando en vano y perdiendo su energía sexual, mientras que la intensidad sexual, hablando propiamente, sería el resultado directo de que el hombre aprenda a controlar la eyaculación y economice su energía sexual. Esta economía seminal es la base de que siempre haya sensación en los genitales durante el acto sexual, y de que esa sensación permita que el sexo se vuelva intenso.
Sin embargo, la intensidad sexual no debe reducirse a los genitales, sino que debe desbordarse al resto del cuerpo, incluido el corazón, hasta generar sentimientos sexuales que despierten el amor. Anhelamos experimentar el máximo de placer en el buen sexo, sintiendo un genital dentro del otro en profunda comunicación e intercambio. Ese puente formado por los genitales uno dentro del otro, debe sentirse realmente, o nos parece que no vale la pena, porque le falta intensidad, es decir, le falta la energía seminal que el hombre desperdicia.
No es natural que los amantes tengan los genitales uno dentro del otro y que no los sientan ni se sientan mutuamente, porque entonces la relación sexual no es real. El placer se define como una actividad intensa de gozo, felicidad y plenitud. No es desacertado decir que buscamos el placer en todo lo que hacemos, especialmente en el acto sexual, que es la fuente de todos los placeres. A todos nos interesa ardientemente el placer sexual, y si no nos interesa, es porque andamos medio muertos en vida ya de tanto fracasar en el sexo.
Tal como se hace el sexo hoy en día, es cualquier cosa menos intenso, salvo 5 minutos para el hombre hasta que él eyacula y pasa hacia el lado contrario de la intensidad. Para la mujer la intensidad sexual existe mucho menos. Ella siente muy poco o no siente nada, y por supuesto es la mayor desinteresada en hacer el sexo habitual.
Otra de las claves de la falta de intensidad en el acto sexual —además de la eyaculación antes de tiempo del hombre— es la poca sensibilidad de los genitales. El hombre siente poco o durante demasiado poco tiempo porque pierde la energía seminal demasiado frecuentemente, y porque su pene se entumece y se erecta rígidamente de manera egoica para acabar cuanto antes. Esto los mantiene a él y a ella muy lejos del buen sexo que pudieran hacer.
Por su parte la mujer tiene poca sensibilidad genital porque le han desplazado el centro de placer hacia el exterior de la vagina, hacia el glande del clítoris, y le han lavado el cerebro hasta convencerla de que sólo el tercio externo de la vagina es capaz de sentir. Por añadidura, sobre todo actualmente, ella se masturba el glande del clítoris y provoca así que el interior de su vagina se vuelva todavía más tenso y menos sensible.
La solución para esta falta de sensibilidad genital que impide la intensidad sexual, es el Masaje Vaginal o Genital que hemos propuesto. Si además de las otras cosas que iremos viendo, los amantes regeneran su sensibilidad genital con el Masaje, sentirán que el sexo se vuelve intenso a medida que el placer se vuelve real.
Duración
Cuando el hombre empieza a aprender a controlar su eyaculación, y el acto sexual comienza a llegar mucho más allá de los pobres 20 minutos que hoy dura —en el mejor de los casos—, la pareja comienza a conocer los deleites y beneficios del buen sexo y la duración sexual. No hay buen sexo si el acto sexual no puede durar lo suficiente. Y no nos referimos a alargar más en el tiempo ese sexo tedioso y aburrido que habitualmente se hace: nos referimos a gozar tanto del sexo, que se desea que nunca acabe.
El erotismo real de la mujer —el gozo real que ella no tiene que fingir— despierta un tiempo después de iniciado el acto sexual, casi nunca desde el inicio. Como el acto sexual hoy dura tan poco, la mujer no sólo no llega a un orgasmo siquiera, sino que además ella no siente verdadero placer y tiene que fingirlo. Y ay de ella si no lo finge: pueden tildarla de padecer de esos trastornos sexuales inventados, que llaman «frigidez» y «anorgasmia».
Rara vez la falta de sensación y de orgasmos en la mujer se debe a problemas físicos reales. En la inmensa mayoría de los casos ni siquiera se debe a problemas emocionales. El problema es mucho más sencillo: ella no tiene tiempo de despertar sexualmente, porque la eyaculación masculina antes de tiempo detiene cualquier proceso de placer amoroso u orgásmico para ella, a veces antes de que ella se entere de que el sexo había comenzado. Así no es raro que la mujer esté confundida, triste, angustiada o encolerizada.
Cuando el placer femenino ya no es parado en seco por la eyaculación automática del hombre —gracias a que él aprende a controlar la eyaculación—, la mujer comienza a gozar de un verdadero despertar sexual. Empieza a tener orgasmos varias o muchas veces en cada acto sexual, y logra ser lo que la eyaculación del hombre le impedía ser: multiorgásmica. Pero no son orgasmos comunes: son orgasmos de amor: orgasmos que sacuden desde los cimientos y llegan a su pecho como sentimientos sexuales.
La mayor duración del acto sexual no tiene que ser lograda de un solo tirón, sino que se logra gradualmente, poco a poco y con gusto: hasta donde el gusto vaya alcanzando cada vez está bien, siempre que ya tienda a durar más y no estancarse en unos pocos minutos. Esto tal vez significa que puede verse el acto sexual, no como un acto aislado, sino como algo que puede hacerse varias veces en el mismo día, dure lo que dure.
Cuando el buen sexo se haga en varias sesiones durante el día, poco a poco cada sesión podrá ir durando más, y poco a poco también se tendrá más deseo de que dure, más allá del aburrimiento actual que provoca que la mujer se ponga a pensar en otra cosa durante el sexo, esperando que tal acto dure lo menos posible. Cuando el sexo sea delicioso, la mujer deseará que dure cada vez más.
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Frecuencia
La frecuencia con que las parejas suelen hacer el amor es sumamente baja. No nos referimos al buen sexo, sino al sexo habitual. La frecuencia habitual de sexo puede variar desde una vez por semana en el mejor de los casos, hasta una vez al mes, una vez cada cuatro o cinco meses, y hay algunas parejas que no lo hacen ya nunca. Todo eso es hacer el amor con muy poca frecuencia. No hacer nunca el amor, o no hacerlo con la suficiente frecuencia, no es sólo un síntoma del mal funcionamiento de la pareja: en realidad es la causa del mal funcionamiento.
Empezar a hacer el amor con mayor frecuencia marca el inicio de la solución de problemas que aparentaban ya no tener solución. Cuando se aprende a hacer buen sexo, el acto sexual se comienza a hacer la mayor cantidad de veces posible, con todo gusto, como una de las mejores experiencias de la existencia, si no la que más. Los órganos sexuales y el sistema nervioso se sensibilizan, se ejercitan y se llenan de vigor. La vida vibra de sexo real, el gozo sexual continuado da lugar a sentimientos sexuales de felicidad, plenitud y amor.
Para empezar a hacer buen sexo con suficiente frecuencia, la pareja no tiene por qué esperar a tener deseos o excitación, porque eso puede no llegar nunca, además de que la excitación es innecesaria para el buen sexo. Para poder hacer el amor simplemente cada vez que tengan tiempo y decidan hacerlo, lo mejor es aprender a empezar a hacer el sexo sin excitación.
Como hemos dicho, el sexo con excitación dura poco y desgasta, hasta que finalmente llegan a no hacerlo nunca. El sexo con excitación es un espejismo que conduce por caminos sexuales erróneos. Es como si te dijeran que el placer sexual está en un acantilado a la vista, y que para alcanzarlo sólo tienes que saltar y caer al abismo que está antes. El buen sexo tiene que ser real, y no sólo ser una promesa de buen sexo.
En cambio, el acto sexual que inicia sin excitación no necesita estímulos falsos para iniciar. Se puede hacer tanto como deseen, incluso asumiéndolo como un práctico Masaje Vaginal que irá preparando los genitales para algo mejor. Y una vez que inicie este tipo de sexo, el gozo sexual irá aumentando poco a poco hasta alcanzar niveles gigantescos y orgasmos poderosos y múltiples, experiencias que mediante el sexo con excitación nunca se pueden alcanzar como no sea por casualidad.
(Para más detalles sobre iniciar el acto sexual sin excitación, leer este artículo nuestro.)
Profundidad
La palabra profundidad tiene aquí dos sentidos, que en realidad son uno solo: físicamente hablamos de llegar poco a poco a hacer el sexo en el fondo de la vagina, de modo que el placer sexual sea muchísimo más intenso y profundo; y emocionalmente hablamos de que, a partir de esta relación sexual profunda, se genera entre los amantes una relación cotidiana profunda, lo que verdaderamente podemos llamar amor, que es una consecuencia natural del buen sexo.
Este gozo profundo del buen sexo libera y emancipa al ser humano, no sólo físicamente, sino además psicológica y espiritualmente, hasta hacerlo evolucionar como individuo y como especie. Todos los grandes proyectos emancipatorios sociales e individuales, deberían empezar por esta evolución sexual, y si no lo hacen, fracasan, como vemos continuamente en el mundo.
La profundidad en el Amor Sexual comienza por abandonar el prejuicio de que la vagina es sensible sólo en su primer tercio a continuación de la vulva —en la región relacionada con el órgano del clítoris y el Punto G—, y gracias a este abandono, comenzar a hacer el amor en el fondo de la vagina y no enfocados sólo en el clítoris. No es que se rechace al clítoris, sino que el clítoris y el Punto G se ubican en un mapa vaginal mayor.
El sexo basado únicamente en la excitación del clítoris —ya sea por estímulo masturbatorio o con penetración— genera relaciones superficiales habituales, en las que los problemas de pareja nunca tienen verdadero remedio, porque no se actúa sexualmente en su fondo —fondo emocional en el espíritu de la mujer, y fondo físico en su vagina. Estas son cosas que se comprenden bien en la práctica del buen sexo, y es mejor no teorizar demasiado sobre ellas.
No estamos hablando aquí de otro prejuicio igual de erróneo: la idea freudiana de que los orgasmos de clítoris son «inmaduros», y los orgasmos vaginales son «maduros». Esta distinción nada resuelve, pues con toda frecuencia las mujeres no alcanzan ni los unos ni los otros. Todos los orgasmos que genere el buen sexo son dulcísimos y necesarios y tienen su función: los orgasmos de clítoris y de Punto G liberan las energías sexuales más materiales de la feminidad, y los orgasmos de fondo vaginal y uterinos liberan las energías profundas del amor.
Buen sexo = Intensidad + Duración + Frecuencia + Profundidad
Algo importante que hay que saber sobre el buen sexo: De todas estas 4 palabras mágicas que acabamos de ver, la frecuencia sexual es la que desde el inicio está más al alcance de las manos de la pareja. Es decir: la frecuencia sexual es algo que podemos poner en práctica voluntariamente desde el inicio, incluso si nuestro acto sexual no es todavía gran cosa. La frecuencia sexual irá despertando el resto de las palabras mágicas del buen sexo.
Aumentando la frecuencia con la que hacemos el sexo, empezarán a llegar de manera natural la intensidad, la duración y la profundidad. La frecuencia sexual es además un remedio mágico para los problemas de parejas —discusiones, conflictos, odios y negatividad mutua, deseos de evasión, etc. Cuando hay frecuencia sexual, los amantes descubren que los problemas que creían serios dejan de serlo, y que la felicidad que creían imposible comienza a volverse realidad.
El secreto de la felicidad, de la plenitud, de la abundancia, de la prosperidad, de la creatividad, de la espiritualidad, de la divinidad —y en general de todo lo mejor que esperemos de la vida, cualquiera que sea el nombre que le demos—, se encuentra dentro de la mujer, y se alcanza haciendo el amor profundamente dentro de la mujer.
Podemos hacer lo que sea durante nuestra vida, y orientarnos hacia cualquier cosa. Cada quien es libre de hacer lo que crea con su vida. Pero el buen sexo no es algo que podamos pasar por alto, o permanecerá como nuestra principal asignatura pendiente. Si además de todo lo que hagamos en vida, no hacemos el amor con intensidad, duración, frecuencia y profundidad, el secreto de la vida seguirá intacto, seguirá siendo secreto, y al final será como si no hubiéramos vivido realmente.
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