El sexo tántrico ha estado de moda durante algunas décadas, aunque ya por fortuna está empezando a dejar de ser una moda. Como se dice: al intentar hacer sexo tántrico, las personas han jugado con fuego y no han podido evitar quemarse. Las modas nunca son profundas, y el sexo tántrico, lo quieras o no, te lleva hasta lo más profundo de la existencia y más allá. El sexo tántrico te regala el más sublime de los placeres orgásmicos, y con esa misma pasión te coloca frente a tus límites para que evoluciones. Por eso es conveniente conocer no sólo los deleites y facilidades del sexo tántrico, sino además las dificultades del sexo tántrico, para saber cómo manejarlas.
Penetrando dulcemente en las dificultades del sexo tántrico
Muchos conocen, imaginan o desean las delicias del sexo tántrico, así como sus ventajas en términos de evolución espiritual aprovechando el poder y las dulzuras de la energía sexual. Pero también muchos desconocen los riesgos psicoespirituales de trabajar con la energía sexual.
La Internet está repleta de artículos que manejan el “sexo tántrico” como si fuera una práctica sexual más o una moda, cuando en verdad es mucho más que una moda sexual pasajera. Es por eso que en este artículo, además de los deleites y ventajas del sexo tántrico, hablaremos sobre todo de sus dificultades. Pero no sólo nos referiremos a las dificultades para lograr hacer bien el sexo tántrico, sino además a las dificultades que paradójicamente sobrevienen cuando ya has aprendido bastante bien a hacer sexo tántrico.
No son pocas las parejas que por puro amor y pasión mutua, o por recibir un curso, un taller o algunos consejos, aprenden a hacer un mejor acto sexual, o incluso aprenden a hacer sexo tántrico. Pero la mayoría de estas parejas, al menos dentro del mundo occidental, de repente, casi siempre sin habérselo esperado, se encuentran frente a las arduas dificultades que representa haber abierto la caja de pandora de la energía sexual, que es la base de la mente.
Entonces es que descubren con amargura paradojas tales como que mientras más se aman más se odian, o que a continuación de una intensa lluvia de orgasmos densos y profundos, sienten unas irresistibles ganas de discutir con una intensidad que nunca tendría una pareja convencional. Estos son síntomas de que, sin querer, sin habérselo propuesto, han llegado a niveles profundos de gozo sexual, y de ahí en adelante se vuelve obligatorio evolucionar en términos espirituales para poder estar al nivel de lo que el gozo orgásmico del sexo tántrico propone.
En el sexo tántrico debemos aprender a que todo sea consciente. Lo “espontáneo” es una ilusión. Hay que aprender a no dejar que las cosas “ocurran por sí solas”, porque tenderán al ego. Incluso cuando las escrituras tántricas se refieren a la “espontaneidad”, no se refieren a lo que creemos. No es buena idea llegar “sin querer” o “sin proponérselo” a las dificultades del sexo tántrico, porque de pronto puedes estar en un verdadero infierno sin siquiera saberlo.
Lo mejor es estar avisados y saber qué hacer, porque en circunstancias como esas, no pocos pierden el camino sexual apenas empezado, precisamente por no saber lidiar con los retos de haber movido la energía orgásmica a fondo mediante el sexo tántrico, y que ese propio camino les haya llevado a necesitar evolucionar en un sentido psicoespiritual.
La cuestión es que no se trata solamente de aprender la práctica del sexo tántrico: en el Tantra hay muchas más cosas que aprender. El camino tántrico no puede reducirse a aprender algunas técnicas sexuales orientales pero seguir siendo un occidental típico durante la vida cotidiana.
O sea, seguir siendo alguien que aplica a la pareja tántrica principios occidentales trillados y novelescos tales como “el amor acaba”, “si ya no nos queremos mejor nos separamos”, “si amas déjalo libre”, “la culpa de todo es tuya no mía”, “ya me emancipé y voy a buscar otra pareja”. Éstos y todos los demás prejuicios y falacias de la conciencia civil occidental que nada tiene que ver con la verdadera espiritualidad. Caer en esas ilusiones luego de amarse tanto, es como haber elevado el nivel del acto sexual gracias al sexo tántrico, pero continuar con una mediocre vida cotidiana de telenovelas.
Si queremos las delicias del sexo tántrico, tenemos que enfrentar también sus dificultades, que siempre serán más subjetivas que objetivas. Es decir, las dificultades del sexo tántrico siempre están dentro de nosotros aunque aparenten estar fuera. La energía sexual que se despierta al practicar sexo tántrico, es realmente como el fuego. Si lo manejas bien es el mejor de los amigos, pero si lo enciendes sin control o lo manejas mal, es el más implacable de los enemigos.
En el sexo tántrico no puedes elegir “lo bueno” y dejar fuera “lo malo”, porque ambas cosas las llevamos dentro y debemos trascenderlas empezando por asumirlas. Si eliges disfrutar del más sublime de los deleites sexuales haciendo sexo tántrico, eso incluye que el placer orgásmico te cale hondo y haga emerger dentro de ti todo aquello que escondes o evades, en lo que necesites evolucionar.
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Es por todo esto que en el presente artículo nos dedicamos detalladamente a hacer muchas citas de algunos de los más célebres estudiosos o maestros, orientales u occidentales, a propósito de la dificultad intrínseca del sexo tántrico y del camino del Tantra —más allá de la atractiva propuesta de que el sexo tántrico sea algo así como una deliciosa religión sexual.
Así pues, con esta breve introducción que hemos hecho, esperamos que se entienda que en estas citas estemos haciendo énfasis principalmente en las dificultades de la vía tántrica: las facilidades y delicias del sexo tántrico son hoy más o menos conocidas por todos, cuando menos como referencia, si no es que como experiencia. Veamos entonces las citas, yendo de lo simple a lo complejo, e intercalando a veces glosas o comentarios nuestros.
El sexo tántrico no es una orgía de noche de sábado
Según el investigador y psicoanalista hindú Sudhir Kakar en el capítulo «El tantra y la curación tántrica», en su Chamanes místicos y doctores; Una investigación psicológica sobre la India y sus tradiciones para curar:
“Muchos, que tienen un conocimiento ligeramente mayor del Tantra y en especial de su ritual sexual central, se ven tentados a descartarlo como una justificación metafísica para unas saturnales prolongadas. Con todo, la atracción del Tantra nunca ha estribado únicamente en sus aspectos orgiásticos. Como Edward Dimock ha observado de manera idónea en su estudio del culto de Sahajiya, un renuevo del Tantra: ‘Las concupiscencias de uno tendrían que haber sido muy fuertes en verdad, y las frustraciones muy grandes, para llevarlo a través del entrenamiento riguroso y arduo, si bien interesante, necesario antes de emprender el ritual sexual’.”
Continuemos con Mircea Eliade, que en torno a citas de escrituras tántricas, hace sus valiosas apreciaciones sobre el sexo tántrico. Recordemos ahora que Eliade, amén de uno de los más profundos estudiosos sobre el tema —incluidos sus intensos y extensos trabajos de campo en la India y el Himalaya—, fue yogui practicante, y la mayoría de las veces no habla sino por experiencia.
En uno de sus principales libros, Eliade escribía que los autores tántricos suelen rechazar los medios tradicionales de iluminación espiritual —contemplación de imágenes religiosas, meditación, mantras, ascesis, especulación metafísica, etc. Y en cambio, afirman vías tan atractivas para cualquiera, como son el consumo ritual de vino y carne, la realización espontánea del auténtico ser interior, el rechazo de toda especulación o ascetismo, y el alcance de la trascendencia mediante el gozo sensual, sobre todo el gozo sexual. Veamos:
“En ciertas escuelas tántricas, el desprecio por la ascesis y por la especulación es acompañado del rechazo radical a toda práctica meditativa; la liberación consiste en la espontaneidad pura. […] Visto desde afuera, el tantrismo pareciera un ‘camino fácil’ que conduce agradablemente y casi sin obstáculos hacia la libertad. Porque […] los vamachara piensan que es posible llegar a la identificación con Shiva y Shakti usando como ritual el vino, la carne y la relación sexual. El Kularnava-tantra […] afirma que la unión suprema con Dios se consigue mediante la unión sexual. En el célebre Guhyasamaja-tantra se afirma categóricamente: ‘Nadie conseguirá obtener la perfección a través de operaciones difíciles y tediosas, mas se puede adquirir fácilmente la perfección mediante la satisfacción de todos los deseos’. […] Sin embargo, la ‘facilidad’ de la vía tántrica es sólo aparente. En verdad, la vía tántrica presupone una sadhana [conjunto de prácticas] larga y difícil, que muchas veces recuerda a las dificultades del opus alquímico”. (M. Eliade: Yoga, inmortalidad y libertad.)
Por su parte, la estudiosa y practicante de budismo tántrico Miranda Shaw ha hablado no sólo de la dificultad de la vida de los practicantes de sexo tántrico, sino de en qué consisten específicamente algunos de sus principales riesgos. Varias de estas citas ya las hemos hecho en otras páginas de este sitio. Shaw dice que la práctica de una pareja tántrica:
“Va inmensamente más allá de convertirse en seres humanos decentes. Tiene que ver con cómo vamos a apoyarnos mutuamente para alcanzar la iluminación, lo cual es otro nivel de la interacción en total. Esto podría implicar cosas que normalmente no parecen decentes. Por eso es muy importante que a la hora de elegir un compañero tántrico encontremos a alguien que tenga un nivel de sofisticación emocional, intelectual y espiritual comparable al nuestro. Porque los procesos involucrados requieren no sólo un alto grado de distanciamiento emocional sino también la posesión de ciertas habilidades intelectuales, tales como la capacidad para deconstruir los contenidos e interpretaciones de la experiencia propia de una manera precisa.
[…]
El gozo de la práctica tántrica consiste en la unión de la felicidad y el vacío. Si no comprendes el vacío, no puedes deconstruir tus emociones, y esto es esencial dentro de la práctica tántrica. ¿Qué haces con el miedo cuando surge, o el enojo, o el deseo intenso, o la lujuria? ¿Cómo los deconstruyes si no comprendes el vacío?
[…]
Uno de los propósitos de los yogas sexuales es concentrar las energías en el área abdominal del cuerpo, que es el asiento de fuego interno que los tántricos buscan encender e inflamar. A través de la práctica de la unión sexual, la atención se concentra en esa área que está varias pulgadas debajo del ombligo, en la región donde se originan las sensaciones sexuales. Sin embargo, a diferencia de la sexualidad ordinaria, donde los participantes simplemente dejan que el placer tome su curso, los tántricos concentran su energía y su mente en este punto y lo usan para despertar ese fuego interno. Cuando ese fuego se enciende y empieza a quemar con gran resplandor, hay varias meditaciones que pueden hacerse para refinar las energías en el corazón. Una de ellas es dirigir la energía ascendente hasta dentro del corazón y, debido a la cantidad de energía involucrada mientras va pasando por su interior, ésta naturalmente desata un nudo, como ellos dicen, y destruye los residuos. Sin embargo, cuando los residuos están siendo liberados, a veces se tiene una sensación experiencial de la emoción que se está liberando a medida que aflora a la conciencia. A veces si es un odio o un miedo lo que sale a la superficie, por ejemplo, se experimenta activamente la emoción mientras se libera. Se precisa mucha conciencia para poder procesar las emociones que están surgiendo del pasado y soltarlas mientras surgen, en lugar de proyectarlas dentro de la situación presente.
[…]
Existe la posibilidad de volver a apegarte, pues mientras esas emociones y poderosos estados mentales están siendo generados, si no perseveras realmente en desapegarte de ellos, puedes volver a involucrarte con esas neurosis pasadas. Ellas demandan venir al presente de un modo u otro, y por eso es que se dice que el Tantra es como caminar por el filo de una espada. No se puede hacer sin correr riesgos. La intensidad de las energías con las que estás trabajando y el nivel psíquico en que estás excavando, es potencialmente peligroso para la paz mental». («Everything You Always Wanted to Know About Tantra… but Were Afraid to Ask», entrevista concedida por Miranda Shaw a la revista What Is Enlightenment. Todas las traducciones del inglés son nuestras.)
La base del sexo tántrico es divinizar lo femenino
El célebre maestro Vajrayana tibetano, Gueshe Kelsang Gyatso explica la dificultad de la vía del sexo tántrico desde el punto de vista del Vajrayana ―que es extensible a todo el Tantra― en la siguiente cita, que incluye otra de Mahasidha Saraha, venerable fundador del budismo tántrico:
“En el tantra del yoga supremo, el meditador genera gozo al imaginar que entra en unión sexual con la Deidad y, en etapas más avanzadas, realizando este acto con una consorte real, y entonces transforma el gozo resultante en el camino espiritual. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que resulta muy difícil utilizar este gran gozo como método para alcanzar la iluminación, y que aquel que lo consigue alcanza un gran logro.
Como dijo el gran Mahasidha Saraha: ‘La mayoría de las personas consideran el gozo sexual muy importante y hacen un gran esfuerzo para poder experimentarlo, pero muy pocas saben cómo transformarlo en el camino espiritual’.”
(G. K. Gyatso: «Introducción al tantra»)
Debido precisamente a la dificultad intrínseca a la liberación espiritual mediante el sexo, uno de los componentes de la sadhana tántrica es el acercamiento gradual y ritualizado del hombre hacia la mujer, a veces llevado a cabo desde meses antes del contacto sexual concreto. El acercamiento devocional previo al maithuna que debe realizar el hombre con respecto a la mujer —así devenida Diosa—, tiene la función práctica de desarrollar en el hombre ese sentimiento de desapego de sí mismo.
De desenfoque de su propio ego, que le posibilitará no extraviarse en la ilusión de sus propios algoritmos mentales, de modo que el sexo pueda ser no ordinario sino extraordinario. El hombre debe desarrollar su innata capacidad de control de la energía corporal psíquica, para poder mantenerse consciente no sólo durante el acto sexual sin eyaculación, sino además para lidiar con la poderosa energía femenina que emergerá cuando él logre dicho control.
La energía femenina no es sólo Shakti (ardorosa amante sexual), sino que además es Kali (implacable descabezadora del ego). Estos dos aspectos generales de la energía femenina forman parte ineludible de la liberación a través del maithuna o sexo sagrado. No se puede, como suele hacerse, elegir el primer aspecto y rechazar el segundo, pues nada profundo habrá ocurrido entonces entre el hombre y la mujer.
Las numerosas imágenes de sexo tántrico que se publican en el mundo occidental, si bien no dejan de ser tremendamente bellas, suelen ser seleccionadas con criterios editoriales de marketing, exclusivos y edulcorados, y por eso del lado de acá del mundo casi siempre se conocen sólo las escenas en que una pareja —por lo general una pareja que cumpla lo más posible con los cánones convencionales de belleza— simplemente hace el sexo en alguna posición gimnástica, semejante a las de la pornografía.
Pero las imágenes de Kali como diosa destructora implacable suelen silenciarse u ocultarse. La inquietante simbología de estas imágenes solemos no comprenderlas como parte integrante de la relación sexual entre el hombre y la mujer. Tal como no comprendemos ciertos estados negativos en que entra la mujer una vez que la relación ha avanzado.
A fin de cuentas, el mundo occidental se basa en el ego, y no quiere tomar en cuenta nada que lo ponga en verdadero peligro. Justo en el punto en que la implicación sexual profunda, o sea, el sexo tántrico, exige la muerte del ego en pos de la verdadera unión de los amantes, las relaciones normales —incluso las relaciones tántricas superficiales— tienden a romperse, si bien lo cierto es que recién comenzaban a ser profundas.
El sexo tántrico como rito para despertar a la Diosa
En diversas culturas —y no sólo en el Tantra del Tíbet, Nepal y la India—, los sabios fueron conscientes de que el trato con el poder de lo femenino necesitaba un entrenamiento previo para el varón, e incluso una iniciación en prácticas secretas. Por ejemplo, entre los indios koguis de la actual Colombia existe una iniciación sexual masculina en la cual el joven aspirante debe permanecer sin dormir cuatro días, recibiendo en ese estado de conciencia alterada la enseñanza secreta —de índole sexual y no sexual— que el mamo o chamán le transmite individualmente.
Si el aspirante no logra atravesar esta prueba, se considera que aún no es apto para manejar satisfactoriamente la convivencia con una mujer, ni sexual ni cotidianamente. E importa que lo logre, porque de que lo logre, depende el equilibrio no sólo de la pareja sino de todo el mundo. Éste es un conocimiento que todos deberíamos comprender.
Un componente esencial para que el sexo sea extraordinario es que jamás debe ocurrir la eyaculación; pero esto es casi imposible de lograr si el hombre, en vez de estar enfocado en el deleite femenino, se encuentra, como es habitual, enfocado en su propia satisfacción eyaculatoria animal. Tanto Mircea Eliade como Miranda Shaw han hablado de esto. Según Eliade:
«Tanto en el tantrismo como en el hatha-yoga, la unión sexual es vista como medio de alcanzar la ‘beatitud suprema’ […] y nunca debe realizarse con emisión seminal. El maithuna aparece como la coronación de un largo y difícil aprendizaje ascético. El neófito debe dominar perfectamente sus sentidos y, con ese propósito, tiene que aproximarse por etapas a la mujer devota (nayika) y transformarla en diosa mediante una interiorizada dramaturgia iconográfica. Para ello, él debe servirla durante los cuatro primeros meses como un sirviente, y dormir en el mismo cuarto que ella, pero a sus pies. Durante los cuatro meses siguientes, todavía como sirviente, dormirá en el mismo lecho, en el lado izquierdo. En los próximos cuatro meses dormirá en el lado derecho después dormirán abrazados. Todos estos preliminares tienen la finalidad de ‘autonomizar’ el placer —que es considerado como la única experiencia humana que puede conducir a la beatitud nirvánica— y el dominio de los sentidos, esto es, la detención seminal». (M. Eliade: Yoga, inmortalidad y libertad.)
El ritual continúa con lujo de detalles, una vez comenzado el maithuna, durante el cual el hombre ofrece flores a la nayika, la abraza, adora el lugar en que ella se encuentra, la baña con amor y detalle, la conduce al lecho, la perfuma con sándalo, le da de tomar vijaya, acaricia sus pechos y su vulva, etc. Todo esto tributa a lo que Miranda Shaw llamó, dentro de la vía tántrica, la condición del hombre como «devoto», «sirviente», e incluso «esclavo» de la Diosa:
“La meta de la práctica tántrica es transformarse en deidad. Para la mujer, la senda implica comprender que ella es, en esencia, una diosa o un Buda femenino. El tratamiento que el hombre le dé a ella, la apoya en el emergimiento de su esencia femenina iluminada. Si él la trata meramente como una igual o una subordinada, ella deberá luchar contra esta visión y este tratamiento masculinos, para poder realizar su divinidad innata. Las mujeres tántricas no desean hacer esto.
[…]
El hombre también estará comprendiendo su divinidad innata y su budeidad, sólo que creyendo que la expresión de su propia budeidad consiste en honrar la divinidad de la mujer. Dentro de esta cosmovisión, el rol de la mujer es canalizar poderosamente dentro del mundo energías iluminadas, la energía de la transformación. Y el rol del hombre es ser el recipiente de estas energías, y honrarlas a ellas y a su fuente. Algunos hombres podrían discrepar, pero así es la visión tántrica”. («Everything You Always Wanted to Know About Tantra… but Were Afraid to Ask», entrevista concedida por Miranda Shaw a la revista What Is Enlightenment. Todas las traducciones del inglés son nuestras.)
El acercamiento paulatino y devocional del hombre a la mujer en el sexo tántrico —y en la vida tántrica dentro y fuera de la habitación— no es solamente un procedimiento romántico, ni es semejante a la relación de vasallaje que los caballeros sostenían con sus damas durante el Medioevo en Europa. En el caso del sexo tántrico y del tipo de vida que ello conlleva, el acercamiento devocional del hombre a la mujer, sin dejar de ser un romance, es además algo estratégico.
Si él no logra sentir hacia ella una devoción a toda prueba, difícilmente podrá atravesar el infierno —viejas emociones, desamor, apegos, ego, etc.— dentro de ella y dentro de él, y liberarla y liberarse a él mismo de lo que les impide la libertad y el gozo sin límites, que es un impedimento en verdad mental. Porque del mismo modo que la mujer es por naturaleza la canalizadora de la energía iluminada en el mundo; actualmente, desterrado el ser humano del paraíso —paraíso que consiste también en un estado de conciencia—, la mujer canaliza, para todos, las energías más difíciles que hoy vive la humanidad.
La mujer, en su inocencia natural, es la diosa tanto para lo iluminado como para lo más arduo. El propio hombre, con su desamor, ha complicado el canal femenino de luz a la existencia. Todo este ancestral daño a la mujer debe ser reparado y trascendido, antes de que las energías divinas puedan retornar al mundo a través de ella. El hombre deberá enfrentar esta labor de superar los estados ilusorios del ego, e incluso conducir a la mujer a enfrentar ese reto cuando ella, debido a la dificultad que siente en su interior, flaquee de mil maneras, ilusorias también.
El hombre no debe creer que el único que sufre es él cuando la mujer tiene estados de negatividad. Ella también sufre eso, pero no lo puede evitar. La profundidad del sexo tántrico que están haciendo lleva directamente a la liberación, pero eso implica también a veces experimentar la negatividad para dejarla ir.
Despertar a la Diosa dentro de la mujer mediante el sexo tántrico, también implica despertar negatividades sepultadas que ella no debe llevar dentro. Hay que aceptar que esas negatividades emerjan, para realmente poder dejarlas ir. Lo mejor es no complicar demasiado las cosas, que por sí mismas ya son complicadas. Asumir los retos con toda la positividad posible, y hasta con espíritu deportivo.
Ojalá ya sepas de qué estamos hablando, y no te ocurra como a la inmensa mayoría, que nunca ha ido lejos en el camino del sexo tántrico y no sabe de qué estamos hablando. En el camino del sexo tántrico son pocos los que llegan lejos, porque los retos son a veces sobrehumanos. Por eso los tántricos de la India y el Tíbet siempre han velado este conocimiento bajo mil secretos y símbolos que lo hacen inaccesible al ser humano común.
Saben perfectamente que se necesita una tenacidad extraordinaria para caminar la vía tántrica. O como decía la cita de Dimock que vimos antes: “Las concupiscencias de uno tendrían que haber sido muy fuertes en verdad, y las frustraciones muy grandes, para llevarlo a través del entrenamiento riguroso y arduo, si bien interesante, necesario antes de emprender el ritual sexual”.
No ya devoción: ciertamente sin una consagración total de él hacia el amor de ella, a veces ambos no podrán cruzar ese laberinto del ego, que es un infierno real y especialmente personalizado para ambos. Nuestro nivel de identificación con el ego es tal, que no tenemos demasiadas posibilidades de superar el reto de los estados ilusorios de conciencia que impone nuestro viejo pacto con la entidad psíquica foránea que es el ego.
A él tanto como a ella les será irresistible aferrarse a su ego y escapar psicológicamente del reto de la disolución del ego. Se separarán como pareja, o discutirán hasta el desgaste, o se dedicarán a inacabables actividades cotidianas, o tendrán todo tipo de problemas, ilusorios pero “reales”, porque estarán basados en el impulso sexual.
Es por esto que se ha dicho que en el budismo tántrico los hombres eran, no devotos, sino siervos de la mujer con la que realizaban el maithuna y en cuya vagina se guarecían de los avatares energéticos de la existencia. Gracias a esta condición básica, el hombre tántrico aprende a ser el excepcionalmente buen amante que es; la mujer ya es amante por naturaleza, y sólo debe aprender a atravesar la cortina ilusoria del ego.
La mujer de modo natural no tiene voluntad en el mismo sentido que el hombre, que puede decidir basado en cosas artificiales de este mundo. La mujer no decide cosas artificiales por sí misma —salvo que tenga el cerebro excesivamente lavado por el sexo habitual, los medios y el mundo del desamor. La inocencia natural de la mujer la obliga a que, a pesar del ego, sus instintos más básicos sean los del amor.
La voluntad de ella es el amor, y el amor siempre atraerá y conducirá al hombre, así tengan que atravesar infiernos espirituales que en primera instancia no comprendan. Si atraviesan esto, si son capaces de hacerlo, llegarán muy lejos en la vida, e incluso en la muerte. En esto radica la dificultad del sexo tántrico. Todo lo demás es gozo infinito.
El sexo tántrico es el camino más dulce y el más difícil
Traigamos ahora unas citas de comentarios que Sri Ramakrishna hizo durante su etapa tántrica —y que también ya hemos citado en otra página—, y seguidamente unas de Barry Long. Ramakrishna nunca negó que el sexo pudiera ser vehículo de iluminación, pero consideró que la “adoración a Shakti es sumamente difícil». Del Tantra dijo: «Es un camino muy difícil y a menudo causa la caída del aspirante. […] es extremadamente difícil practicar disciplina espiritual considerando a la mujer como amante». (El Evangelio de Sri Ramakrishna)
La enseñanza llevada a cabo por el maestro australiano Barry Long durante la segunda mitad del siglo XX, y aún hoy en día más allá de su muerte ocurrida en 2003, es esencialmente tántrica, como él mismo lo reconoció en vida y como nosotros hemos reiterado en más de un pasaje. En su peculiar estilo muy simple y muy profundo, escribió:
“Hacer el amor correctamente requiere un sincero y genuino empeño en vivir la verdad en todos los demás aspectos de tu vida. Por ejemplo, es necesario comenzar a mantener bien las circunstancias externas de tu vida, porque si estás preocupado por alguna relación o situación, no serás capaz de alcanzar el grado de tranquilidad interior que el correcto acto sexual requiere. El acto sexual no consiste solamente en hacer el amor físico; consiste en lograr que tu amor y tu vida estén libres de problemas”.
Más adelante dice Barry Long: “Mediante la lectura atenta de lo que tengo que decir, y luego mediante su puesta en práctica paciente y firmemente a través de los meses y los años, tú y tu pareja podrán descubrir un amor más real, más divino. No será fácil lograrlo, y a veces incluso puede que sientas que es un empeño inútil. […] La causa de la mayor infelicidad sobre la tierra es que el hombre y la mujer han olvidado cómo hacer el amor físicamente. Ésta es la mayor tragedia de todos los tiempos”.
En otro momento de este mismo libro, él alerta acerca de una de las más arduas dificultades de este camino. Si bien lo hace desde un lenguaje propio y original, no podemos dejar de reconocer que son los mismos puntos álgidos sobre los que alertan otros caminos sexuales, por ejemplo, la simbología de Kali en el Tantra, que vimos más arriba. Long no sólo advierte del peligro, sino además de su necesidad: la intensa dificultad es parte intrínseca del camino. Lo describe así:
“El hombre ha fracasado en servir el amor físicamente a la mujer, quien es la personificación del amor. El castigo que él tiene que sufrir por esto es la emocionalidad tiránica de ella. Dondequiera que él ame, o trate de amar, un día la mujer lo sacudirá, lo aturdirá, lo devastará, revelándose de pronto como el demonio (fiendess) femenino viviente de la emoción.
El demonio se muestra a sí mismo cuando el hombre está apegado y apenas puede escapar. El hombre que aún no haya experimentado el odio del demonio, aún no ha experimentado el amor. La mujer que aún no se haya visto siendo el demonio, aún no se ha conectado con su amor.
Para el hombre, el demonio de la emoción en la mujer es el infierno sobre la tierra. Esta es la parte de ella que él no puede manejar o comprender. El demonio de su propio fracaso para amar viene a la vida para despreciarlo, abusar de él y atormentarlo. Él está aterrorizado por ello. Él trata de imponerse mediante engaños y protestas encolerizadas y amenazantes. Pero finalmente, a medida que envejece en la relación, y se va rindiendo para obtener un poco de paz, el demonio lo conquista y lo obliga a entregar el último vestigio de su masculinidad y de su autoridad. Entonces, ambos envejecen juntos, sintiéndose seguros pero medio muertos, mientras se apoyan uno en el otro en el horrible mundo del compromiso.
Mientras el mundo continúe como está, el demonio no permitirá que el hombre olvide su fracaso en amar correctamente a la mujer. La mujer tiene que ser amada. El futuro de la raza humana depende de que la mujer sea amada, porque sólo cuando la mujer sea verdaderamente amada, podrá el hombre ser verdaderamente él mismo y recuperar su autoridad perdida. Sólo entonces retornará la paz a la tierra. Sin embargo la mujer, tal como es hoy, no podrá ser amada aún durante mucho tiempo (o para siempre) por el hombre tal como es hoy. Juntos se encuentran atrapados en un círculo vicioso, y si se dejan llevar durante más tiempo por sus propias ideas acerca del amor, no habrá salida para ellos”.
(B. Long: Making Love; Sexual love the divine way.)
Para finalizar este escrito con citas y comentarios sobre las dificultades de la vía tántrica, traigamos una última. La sexualidad taoísta tiene mucha semejanza con el Tantra, y es normal que así sea, pues aquella debe su surgimiento a ésta gracias a la introducción del Tantra en el lejano Oriente a través de las regiones del norte de la India, y a través de la zona insular del océano Índico.
No obstante, cualquier comparación entre las tradiciones de sexualidad sagrada del Lejano, Cercano y Medio Oriente —o incluso entre estas y las del Occidente precristiano, pues no debemos olvidar que tanto la alquimia como la cábala fueron y son símbolos de un esotérico y arcano trabajo con la energía sexual—, cualquier comparación arrojará que todas tienen mucho en común.
Uno de los principios constantes de la sexualidad sagrada —sea en la India, en el Tíbet, en Egipto y demás zonas del Mediterráneo oriental, o en la Europa pagana— ha sido su carácter secreto y heterodoxo, fuera de la información oficial cotidiana. No se ha tratado solamente de un afán de esconder, sino que es sobre todo una medida de seguridad para proteger tanto al Conocimiento mismo, como al no iniciado de los peligros potenciales de la sexualidad sagrada.
Eric Steven Yudelove —discípulo de Mantak Chia—, en su libro El Tao y el Árbol de la Vida; los misterios alquímicos y sexuales de Oriente y Occidente, hablaba de que los conocimientos sexuales de la Cábala judaica eran considerados “muy peligrosos para las masas, tanto por los líderes de la Cábala como por los líderes religiosos ortodoxos”. Los heterodoxos líderes cabalistas temían debido al potencial peligro que representa el despertar de la energía sexual para el equilibrio psíquico del individuo; y en cambio los líderes religiosos ortodoxos temen que un satisfactorio despertar de los individuos dé al traste con la masa manejable: los individuos despiertos nunca forman masa.
Este temor de los líderes de perder a la masa que los sostiene, todos podemos comprenderlo porque es idéntico al temor que en cualquier época y lugar experimenta el Poder. Que es la causa de que toda disidencia con respecto a la ortodoxia sea sofocada como sea menester, para que no ponga en circulación informaciones y conocimientos que despierten a las masas y las hagan dejar de ser controlables. A diferencia del control sociopolítico ortodoxo, el temor de los heterodoxos líderes cabalistas es más noble y verdadero.
Veamos lo que escribe Yudelove al respecto. Aunque se refiere específicamente a la arcaica tradición judía llamada Maaseh Merkabah —en la que el practicante viaja a través de las “Siete Mansiones Celestiales” [los siete chakras del Tantra] hasta el Trono Divino [el chakra de la coronilla]—, la siguiente cita se aplica también a otras tradiciones cabalísticas judías más recientes, tales como las relacionadas con el Zohar y el Sepher Yetzirah, todas ellas de una profunda implicación sexual. Según Yudelove, “la mística de Merkabah desencadenaría todas las fuerzas en la mente inconsciente del discípulo y, en caso de que él no tuviese previamente dominados sus demonios interiores y rendidos los debidos votos a sus ángeles, rápidamente vería su viaje por el Cielo transformarse en una pesadilla infernal”.
Si leemos la esencia de este pasaje y no nos quedamos en el nivel de la específica simbología judaica de “demonios” y “ángeles”, “infierno” y “cielo”, comprobamos que nuevamente se trata de la misma alerta que hemos estado viendo en los demás caminos, más allá del atractivo del puro gozo sexual. El manejo consciente de la energía sexual ascendente implica gozos indescriptiblemente dulces, pero también implica retos y dificultades tremendamente intensos, que hay que aprender a manejar.
Terminemos este escrito con unos bellos versos del poeta tántrico Dvija Caṇḍīdās de la tradición Sahajiya, que también son un reto para quienes desean aprender a hacer sexo tántrico y para quienes ya lo hacen:
“Si desean el amor verdadero, abandonen la idea de que son dos y sean un solo cuerpo. Es muy difícil esta Sadhana del amor… Todos los accesorios del amor (las existencias separadas del amante y la amada) deben fusionarse en un único amor fluyendo”.