La sexualidad en la Biblia es mucho más frecuente de lo que creemos, y tiene un enfoque mucho más positivo que el que le suelen dar la mayoría de los cristianos de la actualidad. Casi todas las versiones actuales de la Biblia son malas traducciones de los originales en arameo y hebreo. Si se pudiera leer en sus idiomas originales lo que llamamos Biblia, nos daríamos cuenta de que la Biblia celebra la sexualidad más que negarla, pero muchas frases hebreas o arameas son imposibles de traducir a lenguas actuales, y por eso se malinterpretan.

De hecho, la Biblia, si se lee bien, está repleta de conocimientos sobre sexualidad, que resultan muy valiosos para toda persona que busque transformar el acto sexual en camino de evolución o iluminación. Para poner un ejemplo breve y famoso de sexualidad en la Biblia —luego lo detallaremos más—, digamos que la creación del ser humano en el primer capítulo del Génesis, es en realidad la creación de un ser con ambos sexos a la vez, ser que en el capítulo siguiente es dividido en hembra y varón, es decir, en dos seres que deben dedicar su vida a reunirse y evolucionar juntos mediante el sexo profundo.

Escrituras cabalísticas como el Zohar y el Sepher Yetzirá —lecturas correctas de los libros de la Biblia en su idioma original—, nos dicen que pasajes como estos significan que el propósito de la vida del ser humano es reunir a la hembra y al varón en un solo ser en comunión con lo divino mediante el acto sexual verdadero. ¿No te parece grandioso este enfoque de la sexualidad en la Biblia?

En este artículo te hablaremos detalladamente sobre qué dice la Biblia de las relaciones sexuales, sobre qué es la sexualidad como don de Dios, y sobre muchos secretos para transformar el acto sexual en un camino tan apasionado como espiritual, que no separe el acto sexual de la pureza de lo divino.

Sexualidad en la Biblia

 

Sexualidad en la Biblia: La negación del sexo es una «caloña» medieval

«Y  mi respuesta fue: ‘Bueno, hagan el amor todo el tiempo’.

[…] ellos dijeron: ‘¿Con qué frecuencia sería suficiente?’

Y les respondí: ‘Por la mañana, por la noche, y si es posible,

a mediodía’. Supongo que todos quedaron choqueados».

BARRY LONG, «I AM TANTRIC MASTER»

Siempre que, un buen día, descubrimos que no aparecen manzanas en la Biblia —pues la identificación del célebre fruto del Árbol del Conocimiento con una manzana, es resultado de una tergiversación del clero y el arte medievales—, necesariamente hemos de preguntarnos: ¿cuántas malas traducciones y malinterpretaciones sexuales más, intencionadas o no, se han hecho en nombre de lo que conocemos como Biblia, libro que supuestamente ha modelado, casi siempre para mal, la sexualidad occidental durante bastante más de mil quinientos años?

Por cierto que la Biblia —mal traducida, especialmente en materia de sexo—, ha sido malinterpretada en múltiples ocasiones, se ha usado como argumento mítico-religioso en función de reprimir el poder emancipador de lo sexual. Estas malas interpretaciones del contenido de la Biblia casi siempre han sido un ejercicio del poder, es decir, una herramienta para el control de masas por parte de la Iglesia, especialmente en las épocas en que poder religioso y poder político han sido sinónimos.

Básicamente, la negación cristiana del sexo resulta haber sido lo que Sancho, en el Quijote de Cervantes, llamaba una caloña (calumnia) —según su hablar tan profunda y pícaramente popular. Una buena zambullida investigativa en la Biblia, siempre demuestra que es prácticamente imposible de hallar, al menos en las escrituras —pues otra cosa son las interpretaciones que, a propia conveniencia, se pueden hacer de ellas—, esa negatividad hacia el sexo que el clero cristiano ha demostrado hasta hoy, a pesar de que incluso pretenda aparentar lo contrario.

Incluso la España vanguardia y abanderada de la Inquisición —que se estableció desde 1478, y duró hasta hace no mucho, a principios del siglo XIX— y de la Contrarreforma, ambas con su tortura y quema de brujas y de todo aquel que disintiera del dogma cristiano sobre el sexo y sobre todo lo demás en el mundo —una desquiciada matanza de personas sólo comparable al genocidio nazi que sobrevendría siglos después—, la España inquisitorial y contrarreformadora ni siquiera contaba con un fundamento realmente bíblico que justificara su hecatombe de personas en nombre de Jesucristo, si es que puede existir justificación alguna para tamaña atrocidad.

(Cfr. El séptimo sello, de Ingmar Bergman, Los fantasmas de Goya, de Milos Forman, y Andréi Rubliev, de Andréi Tarkovski; tres filmes que aprovechan el poder del cine para colocarnos frente a la vivencia casi directa de presenciar lo que sufría un ser humano al ser quemado vivo en la hoguera de la Inquisición. Bergman suele ahorrarnos la cruda secuencia del cuerpo humano quemándose en el fuego entre gritos de horror y dolor: da el corte de la escena justo antes. En cambio, Forman —personalmente afectado por los nazis—, no nos ahorra lo peor: nos deja hacer catarsis frente a ello. Por su parte, Tarkovski es duro y esperanzador a la vez: algunas brujas lograron escapar de la matanza luego del rito sexual nocturno en el bosque, otras fueron capturadas y asesinadas en nombre del “amor y la fe”.)

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(Para ahondar cabalmente en el tema de la magia sexual de las brujas desde el Medioevo hasta el siglo XVIII, y en su lacerante relación con la oficialidad cristiana, ver el libro La bruja, del historiador francés Jules Michelet.)

La fortísima represión, en lo sexual y en lo demás, que implicó la creación, en el siglo XV, de una institución religiosa represiva como la Inquisición, no es sino una intensa reacción contra la gran pérdida de poder e influencia política que para la Iglesia estaba resultando ser el paso del Medioevo al Renacimiento. La Contrarreforma de los siglos XVI y XVII —época dorada de la Inquisición—, no será sino un paso más alante en el sentido de intentar perfeccionar y modernizar las herramientas de control de la sociedad, incluido por supuesto lo sexual.

Pero ninguna de esas matanzas en nombre del “amor y la fe” estuvo amparada por el Cristo al que decían estar complaciendo. Esa matanza religiosa inquisitorial, hermana semítica del yihad musulmán, es —como más adelante veremos— sólo el resultado de la mezcla explosiva de elementos a partir de los cuales se formó el cristianismo occidental: la ideología judeocristiana, el método romano, y el ímpetu germánico (bárbaro).

En la Biblia no existe ninguna diatriba contra el sexo específicamente. Lo que se niega en varios libros de la Biblia —en el Génesis, el Levítico, o incluso en los dos libros de Reyes (que, como el Gilgamesh, son la prueba histórica de cómo en la región del Próximo Oriente fue sustituido el antiquísimo culto sexual a la Diosa por el culto ritual al Dios)—, son algunas manifestaciones específicas de la sexualidad —e incluso hay que decir que estos preceptos no tienen por qué ser guardados por los no cristianos.

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Un buen estudio sobre cómo, en verdad, las tradiciones bíblicas y cristianas más enraizadas y honestas no niegan sino que afirman el gozo sexual, es el realizado por la teóloga italiana Maria Caterina Jacobelli en su libro Risus Paschalis: el fundamento teológico del placer sexual —libro enfocado sobre todo en la investigación de las tradiciones sexuales carnavalescas que mantuvieron viva, durante el represivo Medioevo, la libérrima y por eso mismo vivificante sexualidad del mundo antiguo.

Pero la lectura más profunda de lo que conocemos como Antiguo Testamento, siempre será la realizada por los cabalistas, quienes no sólo lo leen en sus lenguas originarias, sino que lo interpretan según las claves adecuadas. Realmente impresionan las lecturas e interpretaciones que libros como el Zohar o el Sepher Yetzirah realizan sobre pasajes del Antiguo Testamento que todos creemos conocer al dedillo, y de los cuales en verdad no conocemos sino la cáscara anecdótica.

 

Sexualidad en la Biblia: la mala traducción cristiana medieval

De hecho, lo que casi siempre el lector común tiene a su disposición son pobres traducciones de la Biblia a lenguas occidentales, indoeuropeas y no semíticas —latín, griego, español, italiano, francés, inglés, etcétera—, que no sólo no logran reflejar lo que se dice en las lenguas originales en que fueron escritos los libros más antiguos que componen la Biblia —arameo y hebreo—, sino que incluso llegan a tergiversar las escrituras mediante malas traducciones, malintencionadas o no.

Sin que esto signifique una negación de la religión cristiana en sí, suele decirse que el cristianismo es en realidad una religión, noble en su esencia, pero no nacida en el Próximo Oriente como se cree, sino creada mayormente por la propia Cultura Occidental. Esto significa que el cristianismo es una mezcla heterogénea de, sí, el núcleo judeocristiano de las escrituras bíblicas traducidas, pero con grandes añadidos de los elementos ideológicos y estructurales del Imperio Romano —teológicos, litúrgicos, jerárquicos, jurídicos, patriarcales—, aderezados además con los elementos religiosos de todas las regiones conquistadas por el imperio romano en torno al Mediterráneo y mucho más allá.

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Más adelante, luego de la caída del Imperio Romano —y luego de haber sido, durante más de un siglo, religión oficial del imperio—, el cristianismo se enriquecerá también con los componentes religiosos de las regiones ultramarinas conquistadas por las naciones europeas neolatinas —España, Portugal, Inglaterra y Francia principalmente—, naciones que, durante su formación en la Edad Media, ya habían hibridado inextricablemente la espiritualidad grecolatina y cristiana, con la germánica traída por las tribus bárbaras —los visigodos en Hispania (España y Portugal), los francos en las Galias (Francia), y los anglos y los sajones en la Britannia (Gran Bretaña), por sólo poner algunos ejemplos conocidos.

Por cierto que el cristianismo, tal como lo conocemos hoy, resulta ser un gran conglomerado religioso, tan cosmopolita y heterogéneo como la Cultura Occidental que lo engendró. 

Sexo: vínculo de unión divina entre hembra y varón

Muy poco que ver con lo realmente enseñado por Jesús durante su vida, tiene lo que habitualmente interpretamos en las traducciones de la Biblia. Jesús (Yehshúah) parece haber sido una rabino judío, y necesariamente ha de haber hablado en arameo y/o hebreo. Poco de lo que él dijo en esas lenguas, habrá llegado a la redacción del Nuevo Testamento en griego koiné, la lingua franca del Mediterráneo y más allá, durante los siglos que rodearon el cambio de la era antigua a la era presente. Y mucho más lejos estamos del verdadero sentido de los libros más antiguos, los del llamado Antiguo Testamento, cuya escritura no es tan anecdótica como parece, sino que en verdad es altamente cifrada (cabalística).

Para hacernos al menos alguna idea de lo poco que tienen que ver las traducciones de la Biblia con la escritura original, digamos que el concepto cabalístico de kenegdô —absolutamente intraducible al español— refleja toda la magia sexual veterotestamentaria: el ser humano, en el Bereshit (Génesis), es creado varón y hembra (capítulo I, versículo 27), “a imagen y semejanza de Dios”, es decir: es creado andrógino. En ese momento, la hembra y el varón no existían sino “uno al lado del otro” en un mismo cuerpo —como puede verse en ciertos diagramas alquímicos.

Luego, durante el episodio de la supuesta “creación de ḥawwâ” (Eva, en el capítulo II, versículos 21 y 22), lo que ocurre es la separación de géneros, y la colocación de “una frente al otro” según el concepto de kenegdô: mi ser opuesto que está frente a mí, y por eso me da conciencia de mí. Por eso es que el Zohar afirma que es necesario «acentuar el vínculo de unión entre el varón y la hembra, que es el secreto de la fe verdadera». Sólo a través del enlace sexual satisfactorio entre la mujer y el hombre, es que se vuelve posible que la Shekinah, el aspecto femenino de Dios, descienda sobre la pareja y les haga experimentar lo divino en el acto sexual, la trascendencia desde lo corporal.

Si este proceso místico no es realizado a través del acto sexual, el hombre y la mujer permanecen como extraviados en la existencia, siempre aislados, siempre cada uno buscando la mitad que le falta, y siempre generando el mundo debido a esta búsqueda infructuosa.

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Puede decirse que lo que acabamos de comentar en torno a la mística sexual del Zohar, resume la verdadera sabiduría que se encierra en los capítulos bíblicos que narran la creación de la pareja originaria y su estancia en el Jardín de Edén hasta su posterior expulsión —es decir, el pasaje que va desde el final del capítulo I hasta el final del capítulo III. Pero casi nada de esto se percibe llanamente en las traducciones, sino que ha de ser percibido mediante una lectura mucho más profunda, para la cual incluso no basta con conocer las lenguas originales.

Quien desee saber lo que realmente dice en la Biblia —principalmente en ciertos pasajes bíblicos cuyas interpretaciones son harto absurdas o contradictorias en las versiones más conocidas— deberá acercarse a ella a través de la Cábala o Cabalá. Lo que dice el Zohar —que es sin dudas el pilar principal de la Kabbalah o Cabalá judía—, es que el sexo es no sólo una de las grandes maravillas de la vida, sino que es además uno de los mayores misterios, y es el principal recurso con que cuenta el ser humano para religarse a la divinidad.

El control de las funciones sexuales masculinas —dice un gran cabalista, Aryeh Kaplan, en sus comentarios del Sepher Yetzirah— es una capacidad que ha de ser cultivada por el hombre, pues ello tiene el poder de transforma el acto sexual y el gozo erótico en vía de conexión con lo divino. Y aún más: el buen acto sexual es capaz de procrear hijos más iluminados.

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Definitivamente no hay manzanas en la Biblia

Definitivamente no hay manzanas en la Biblia

«el diablo se presenta en las suaves curvas de la carne;
el mundo, ¿qué es el mundo sino la mujer? La carne inventa
sofismas intelectuales para dominar al místico. El gran enemigo
del cura es la carne. ¿Por qué se dividió la Iglesia? ¿Cuál fue la causa
verdadera de la separación de Lutero? Que los frailes alemanes
estaban cansados de dormir solos, o mejor dicho, de dormir
con el diablo. Porque nadie duerme solo; o dormimos
con la dulce compañera, o el diablo viene
a ocupar su puesto».‌

(FERNANDO GONZÁLEZ, VIAJE A PIE)

­Según el excelente estudio realizado por el filólogo alemán Erich Auerbach al auto navideño francés medieval «El misterio de Adán» —obra que muy probablemente sea una de las primeras versiones que el arte dramático europeo realizó sobre el mito bíblico de Adán y Eva, en fecha tan temprana como el siglo XII—, fue la imaginería medieval quien quiso que el enigmático fruto del Árbol del Conocimiento (Gn. II:16-17) fuera convertido en una mediterránea manzana, y que incluso Adán y Eva no fueran ya más principios abstractos que simbolizan la relación elemental entre lo masculino y lo femenino, sino un hombre y una mujer concretos, dos lugareños que adquieren la fisonomía de personas cualesquiera, pueblerinos del barrio en que habite el escritor de la obra en cuestión.

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Auerbach reconoce que, a diferencia la literatura del romance cortés —que partía de lo cotidiano para llegar a lo fabuloso—, el arte medieval cristiano, por cuestiones de inmediatez comunicativa, buscaba descender la sublimidad bíblica hasta lo cotidiano, para que los complejos mitos judeocristianos pudieran ser comprendidos por iletrados campesinos y burgueses en ciernes.

De hecho, Auerbach llega a decir que la Eva y el Adán de «El misterio de Adán», son representados como franceses comunes y corrientes de la época, que el diablo es semejante a cualquier embaucador o delincuente del París de ese momento, y que el sexo —el acto de comer la manzana prohibida—, por supuesto, es el “pecado original” mismo. En dicho drama, el evento de la serpiente convenciendo a Eva de que coma la “manzana prohibida” (Gn. III:5) es descrito como un hecho completamente cotidiano. Escribe Auerbach que, al llegar a su casa y ver a Eva hablando significativamente con la serpiente:

“Adán pide explicaciones a su mujer como hubiera podido haberlo hecho un campesino o un burgués francés que, de vuelta a su hogar, ve algo que no le gusta: su mujer conversando con un sujeto de quien él tiene malos antecedentes y con quien no desea trato alguno”. (Fragmento tomado de Erich Auerbach: « Adán y Eva», en su Mímesis: la representación de la realidad en la literatura occidental.)

Sobre el diálogo de la mujer con la serpiente, párrafos antes Auerbach había dicho: “Una escena como ésta, en forma de conversación, no la hay en el Génesis”. Y sin dudas —añadimos nosotros—, en el paso de un mito que en la Biblia no ocupa más extensión que la de unos cuantos versículos, a toda una obra de teatro, la mente occidental hubo de poner mucho de sí misma, llenando enormes lagunas dramáticas con sucesos y significados que no estaban en el mito original.

Sexualidad en la Biblia

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También el significado del acto de comer el fruto del Árbol del Conocimiento ha sido tergiversado por la tradición cristiana, que ya vemos que es una creación del clero medieval, siempre tan interesado en manipular a las masas —para lo cual la represión sexual ha sido una herramienta idónea. ¿Qué puede resultar más eficaz para oprimir al siervo ignorante, al campesino terrenal, al burgués temeroso, que el hecho de identificar teológicamente el terrible “pecado original” con cualquier tipo de experimentación del gozo sexual, que es sin dudas la energía más emancipadora que existe? Cuando una persona llega a creer que gozar del placer sexual la condena a un “Infierno” tópico de ultratumba —otra creación del clero medieval para el control ideológico—, realmente esa persona enferma mentalmente, su voluntad se debilita, y se vuelve un ser controlable por el Poder —Poder que anteayer fue religioso, pero que ayer fue político, y hoy es económico (si bien los tres casi siempre han convivido en el tiempo y en el espacio). Lograr este adoctrinamiento de personas comunes, es el propósito fundamental de la simplificación maniqueísta del mito bíblico de Adán y Eva: es una de las raíces ancestrales de las telenovelas actuales, y de la televisión en general.

 

«Haz lo que yo diga, no lo que yo hago»

El clero cristiano casi nunca cumplió en sí mismo con la abstinencia sexual que predicaba e imponía: los monjes y monjas, y aún los altos dignatarios eclesiásticos, antaño y hogaño han practicado sexo de todos tipos: masturbatorio, con objetos, heterosexual, homosexual, BDSM, y con orientaciones mucho más entreveradas. Masturbarse con frenesí era realmente lo más pequeño que hacían monjes y monjas, mientras los prelados, desde el púlpito, anatemizaban el acto “onanista” para todo ser humano sobre la tierra. Negar de día lo que hacemos de noche, realmente crea una personalidad crepuscular y paradójica, angustiosa y fuertemente dividida en conciencia y subconsciencia.

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De hecho, el surgimiento de la sexualidad BDSM en Occidente no puede verse desligado de la hibridación de la sexualidad grecolatina —especialmente la romana— con la ideología sexual del clero cristiano, y de la configuración que todo esto da a la dinámica social y familiar en todos los sentidos.

Sexualidad en la Biblia

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(Con respecto a la influencia de la sexualidad romana sobre las relaciones sadomasoquistas y de intercambio erótico de poder en Occidente, confróntese el libro Historia de las orgías, del historiador inglés Burgo Partridge.)

Una buena lectura de la Biblia no arroja conclusiones que apunten a la represión o la abstinencia sexuales. Por su parte los cabalistas aseveran que el “pecado original” —ellos no usan este término, que resulta ser otra caloña medieval, pues no aparece en la Biblia— en que incurrieron Adán y Eva en el momento en que comieron el fruto del Árbol del Conocimiento —, no puede identificarse con una negación de plano a la sexualidad humana. El “pecado original” es, al parecer, la eyaculación que automáticamente interrumpe el acto sexual, y de este modo impide que el gozo sexual ascienda hasta niveles de conciencia divina. Esto no puede comprenderse en lo absoluto mediante una lectura normal de una Biblia traducida.

En aras de dejar atrás los lastres que la ideología cristiana clerical ha impuesto a la sexualidad occidental —tan lejos de lo que puede ser la sacralización de la vía sexual de iluminación propuesta por el Tantra y el Taoísmo en el Oriente—, sin la menor duda nosotros apoyamos la imaginería actual al respecto: ya que vamos a identificar el acto sexual con comer manzanas: ¡mejor es que comamos la mayor cantidad posible de manzanas!

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