Ser hombre es ser el adorador natural de la feminidad, el guardián del amor, y el amante perfecto de la mujer. Se requiere coraje para ser un hombre verdadero: el primer paso es aprender a ser un buen amante. Todo hombre que se lo proponga puede lograrlo.
El hombre no debe temerle a su poderoso impulso sexual, ni debe sentirse culpable por su continuo apetito sexual. Su inagotable impulso sexual está muy bien, y es en realidad impulso de libertad: pero para lograr esa libertad, él debe aprender a conducirse bien en el sexo. Debe aprender a potenciar su poder sexual mediante el ahorro o la conservación de la energía seminal, y a encauzar su potencia en un verdadero acto sexual. Además debe aprender a ser uno con su pene, para poder ser eficaz en el amor. Entonces su poderoso impulso sexual se convierte en poder de liberación y amor, en generador de paraíso. Mientras más impulso y poder, más lejano viaje y más bello paraíso. Esta es la verdadera naturaleza masculina que lleva cada hombre dentro de sí mismo, y es el bien que la mujer y el mundo están esperando de él.
Ese fuerte impulso de él hacia ella es realmente imparable, y si no puede realizarse en el sexo, se desviará hacia cualquier otra cosa que se volverá excesiva. El impulso sexual es mejor no reprimirlo ni desviarlo: cualquier represión o falta de realización del impulso sexual se convierte en fuente básica de la infelicidad —y en cualquier problema de carácter, desorientación o mala orientación en la vida. Lo mejor es que el hombre aprenda a manejar su impulso sexual voluntariamente y al detalle, para que eso se convierta en algo provechoso para la mujer y para él mismo.
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