A la mujer se le adora sexualmente porque sí, sin que se necesite un motivo para ello. Los sentimientos de devoción sexual hacia la mujer muy pronto emergen en el hombre que aprende a ser buen amante. La mujer es simplemente adorable en cuerpo y alma, y no hace falta casi nada más que saber. Muchos caminos sexuales del Oriente —agrupables bajo el Tantra, el Tao y la Kabbalah—, de un modo u otro establecen en la adoración sexual de la mujer el objetivo de la vida.
Pero la adoración sexual de lo femenino puede ser también una estrategia de desarrollo. Tomemos en cuenta, por ejemplo, que ciertos ritos sexuales tántricos establecen que el hombre deberá estar voluntariamente al servicio absoluto de la mujer todo un mes —dormir a los pies de su cama, bañarla, llenarla de flores, etc.—, antes de llegar al portento de hacer sexo con ella. Este largo ritual busca autonomizar la voluntad sexual del hombre más allá de su propio ego y su obsesión eyaculatoria, de modo que él sea capaz de lidiar con las dificultades internas de la mujer y no sólo con sus ternezas. El sexo profundo no es sólo placer y orgasmos: es también emancipación. En pocas palabras, la devoción sexual del hombre a la mujer no busca otra cosa que potenciar valores masculinos como la tenacidad, la rectitud, la constancia, pero añadiendo la humildad y el altruismo —valores que están en peligro de extinción. Es un proceso de transformación interior, no algo que venga ya hecho, y no tiene que ver absolutamente nada con sumisión.
No necesariamente estamos proponiendo que las personas hagan las cosas como en ese rito tántrico —que puede resultar un tanto “arduo” para la mente contemporánea occidentalizada y apegada a sus “derechos”. Sólo ponemos el ejemplo para que se note cuán importante es la devoción sexual hacia la mujer durante el proceso de convertir el gozo sexual en un potente vehículo de transformación. Solamente el cultivo de la atracción del hombre hacia la mujer, sea por el medio que sea, logra tales milagros. Tal como la Beatriz atrajo al Dante hacia el paraíso, así la mujer puede ser un faro que guía al hombre a través del inmenso mar de la evolución.
Algo más. Téngase en cuenta que aquí la palabra “estrategia” no incluye ningún sentido de ganancia personal, ni mucho menos implica malicia ni emulación entre los sexos. La palabra “estrategia” aquí —sin dejar su significado de siempre— quiere decir sobre todo ‘método de equilibrio y armonía’, o ‘camino de evolución individual y de pareja’. Pues tampoco se trata de adorar el ego de la mujer, sino su ser verdadero. La adoración del hombre hacia la mujer debe basarse también en la creciente humildad de ella gracias al nuevo amor que él está haciendo. Tanto el ego de la mujer como el ego del hombre deben dejarse. Lo que se abre luego de atravesar semejante velo de humo es un estado de conciencia extraordinaria.
Veamos por partes, pero aquí brevemente, por qué la devoción y adoración sexual de la mujer puede ser una estrategia de evolución:
❶ ES EL MAYOR MÉTODO DE CONTROL DE LA EYACULACIÓN. Cuando el hombre desenfoca de sí mismo el acto sexual, da el paso más importante de todos en el camino de aprender a controlar la eyaculación. Ningún ejercicio, ninguna contracción de esfínteres, ni ninguna otra técnica, aportan al hombre tanto control de su eyaculación como comprender que el objetivo del acto sexual es el gozo de la mujer —no el de sí mismo, como hasta ahora ocurre. Al consagrar el sexo a deleitarla a ella orgásmicamente, la mujer despierta realmente al acto sexual, y no sólo ella conoce el gozo sexual supremo, sino que además él comienza a conocer, a través de ella, los verdaderos niveles del gozo sexual acrecentado, con una intensidad que él no conoce ahora, ni siquiera durante sus orgasmos eyaculatorios más fuertes.
❷ ES SOLUCIÓN PARA LOS PROBLEMAS COTIDIANOS DE PAREJA. Es tradicionalmente sabido que, aunque el hombre aparente manejar todas las situaciones de la vida en pareja, la cuestión no ocurre realmente así. Más bien lo que pasa es que la voluntad de la mujer se impone emocionalmente sobre el hombre de manera avasalladora y silenciosa —o no tan silenciosa— sin que él pueda o quiera evitarlo. El ego de ella se ceba en él, tanto como el ego de él se ha cebado en ella durante el acto sexual mediocre que él por hábito hace con ella. Toda discusión, problema, crisis de pareja o extraña imposibilidad, nacen de esto —por más que aparenten deberse a otras razones contextuales. El ego femenino es una especie de venganza inconsciente de la mujer por la ineficacia sexual del hombre, y se basa en la degeneración de la energía del amor que él nunca logra tomar de ella en el sexo. Sólo el don de la devoción sexual como estrategia aporta al hombre la energía extra que él necesita para cruzar por encima de su propio ego y del de la mujer, amarla no obstante, y ambos poco a poco dejar de reñirse y de enfadarse por motivos ilusorios. No se trata de aparentar tener devoción sexual hacia la mujer, sino de generarla realmente empezando a hacer bien el sexo.
❸ ES SOLUCIÓN PARA LOS CONFLICTOS SOCIOPOLÍTICOS DE GÉNERO. El falocentrismo ha sido un hecho durante muchísimos siglos, y ha sustentado el auge de la sociedad patriarcal desde hace unos 4 ó 5 milenios hasta hoy. Sin embargo, ni el machismo o falocentrismo en sentido de supremacía masculina, ni el feminismo o “vulvocentrismo” (cunt power) como supremacía femenina, son una solución real para la pareja y la sociedad, pues no conducen al equilibrio de estos polos sino a la imposición de uno sobre otro. El machismo y el feminismo más extremistas son sólo dos caras de la misma moneda de la competencia sexista, reaccionándose mutuamente. La lucha entre los géneros en la arena sociopolítica, principalmente en la intimidad ha significado más bien una separación entre la mujer y el hombre. Este odio reactivo del hombre hacia el odio reactivo de la mujer, ha sido lacerante en el caso de numerosas feministas activas, pero no ha sido menos dolorosa para la mujer común, fuertemente influenciada por esas ideologías muchas veces sin siquiera saberlo. Algunas antiguas feministas están de vuelta de esto y dan crudos testimonios de por qué no quieren seguir siéndolo. Pero lo que es más significativo: las nuevas generaciones de mujeres, a partir de la experiencia de sus madres y sus abuelas, están dejando de ver el feminismo como una solución, o al menos no lo consideran una solución para la vida que quieren tener junto al hombre. Los conflictos entre géneros no se resolverán sabiendo cuál de los géneros triunfa al final, sino cuando se ponga en práctica algo inédito: que un género engrandezca al otro y ambos se divinicen mutuamente. Para esto hay que empezar por saber que hombre y mujer no son iguales, y que sólo cuando él desarrolle devoción por ella, ella desarrollará devoción por él y estará de vuelta de cualquier locura que él mismo provocó con su egoísmo sexual. Esto se resume muy bien en la propuesta del budismo tántrico: la divinidad del hombre consiste en adorar la divinidad de la mujer.
Deja tu comentario