Cambiar de postura sexual durante el coito es algo que tiene una utilidad. Pero no tiene la excesiva importancia que se la ha dado últimamente por moda. El cambio de postura sexual debiera tener un objetivo y nunca debiera hacerse de manera mecánica. Según se lee en el título de este acápite, a nosotros nos parece que, más importante que ver las posiciones de modo aislado, es verlas con las posibles progresiones que se pueden ir haciendo de una a la otra, de modo que el sexo se convierta en un acto tan bello como eficaz en términos de placer y orgasmos, pero también de comunicación y armonía entre el hombre y la mujer. El acto sexual debe ser un acto de unión profunda entre los amantes, incluso hasta el punto en que también los problemas cotidianos se resuelvan en el placer sexual.
¿De qué sirve que existan tantas posiciones sexuales posibles, si las vemos de modo aislado? ¿Acaso son poses como para quedar fotografiados, o para simplemente lucirlas con nuestro amante, o frente a un público imaginario? De seguro que no. Lo importante de las posiciones es ir adaptando el acto sexual a lo que esté ocurriendo entre los amantes, es decir, ir progresando de una posición a la otra, inclusive si eso significa volver a una que ya habíamos adoptado.

Un ejemplo de progresión de una posición sexual a la otra
Pongamos un ejemplo de progresión de posiciones en dependencia de las necesidades del acto sexual:
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Al inicio, la mujer está acostada sobre su espalda, con los pies apoyados sobre el colchón y las piernas semi estiradas. El hombre se acerca y se dispone a penetrarla, para lo cual necesita cambiarle a ella la posición: toma una de las piernas de ella y se la coloca sobre el antebrazo, separa un poco los muslos, y penetra en esta nueva posición.
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Momentos después, con el sensor de su glande nota que puede penetrar un poco más profundo. Entonces sube la pantorrilla o el tobillo de la mujer a su hombro —la otra pierna de ella tal vez esté sobre el muslo masculino o sobre la base en la que estén haciendo el sexo, que ojalá sea firme—, él eleva un poco las nalgas de ella, y penetra más profundo en la nueva posición, más adecuada para esto.
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Más adelante nota que la vagina está más distendida —tal vez porque la mujer está menstruando, lo cual en lo absoluto significa dejar de hacer sexo—, y entonces él cierra los muslos de ella hasta unir las bella piernas, estrecha el orificio vaginal, continúa penetrando en la nueva posición, y de paso reposa un poco apoyándose ligeramente sobre las piernas de ella perpendiculares, mientras él le besa a ella los pies, las pantorrillas y los muslos…
¿Acaso todo esto no es natural, y responde a una inteligencia sexual y no a una gimnasia? Seguro que sí. Las leyes naturales del acto sexual son como las de la Armonía en la música: mientras menos bruscos y más fluidos son los pasos de una posición a otra, mejor queda la obra de arte.
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