Circula por la Internet un vídeo muy interesante, titulado «Una pareja pelea en plena calle dos veces… Mira lo que sucede». En él puede verse —a través de lo que evidentemente los realizadores han montado: una dramatización con dos actores (un hombre y una mujer) y tres cámaras ocultas, en Londres, bajo el sol del 16 de mayo de 2014—, cómo una pareja discute fuertemente en un lugar público, llegando casi al altercado físico: se ofenden verbalmente, se manotean, se empujan contra una cerca…
Pero lo más interesante del vídeo es la actitud de los curiosos. Hay mucha gente presente, pues se trata de una plaza con varios bancos ocupados por personas que platican o escuchan música, y es además un lugar céntrico continuamente cruzado por grupos de caminantes. La actitud de los espectadores es contradictoria:
Cuando es el joven quien actúa de modo agresivo con su novia, los circunstantes lo asumen como algo grave y abusivo contra la mujer, y varias personas —hombres y mujeres— no dudan en acercarse, y particularmente 4 mujeres intervienen en la discusión y le advierten al hombre que, si continúa comportándose así con su novia, van a llamar a la policía: “¡Eh, amigo! ¿Cuál es tu problema? —le dicen con bastante agresividad—. Alguien llamará a la policía si continúas con eso. Si yo no la llamo, alguien lo hará”. “Ok… Ok, de acuerdo” —responde él. “Ok, gracias” —dice la novia a la mujer que la ha defendido.
En cambio, cuando es la novia quien actúa de modo agresivo contra el novio, los circunstantes lo asumen como algo chistoso que pone al hombre en ridículo, y nadie interviene, porque evidentemente “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Ella lo empuja con fuerza —de hecho con más violencia que la que él había usado con ella antes—, y le grita a media voz, pero con bastante bravuconería: “¿Por qué coño no me escuchas? ¿Que por qué te empujo así? Porque no me respondes ni me estás escuchando. ¿Por qué no actúas como un hombre?” Y todos —hombres y mujeres— miran el show con total quietismo, y no hacen sino reírse a hurtadillas o sin esconderse.
Una conclusión que el vídeo ofrece es una estadística procedente de la Office for National Statistics (ONS) —en español, Oficina Nacional de Estadísticas— de Londres: el 40% de la violencia doméstica es sufrida por los hombres. “Violencia es violencia” —es la última conclusión que da la organización probablemente masculina que ha realizado el audiovisual, y que significativamente se llama ManKind Initiative (lo cual podría traducirse en algo así como “Iniciativa de la humanidad masculina”).
LA VIOLENCIA FÍSICA NO ES LA USUAL EN LA MUJER
Sin embargo, este vídeo no es el único material que últimamente se ha dedicado a abordar el inusual tema de la violencia de la mujer contra el hombre, y de la percepción masiva que de ello se tiene: existen muchos más documentos, vídeos y experimentos sociales sobre eso, que expresan opiniones de lo más diversas. De hecho, nosotros mismos, los autores de este escrito, cierta vez hicimos una prueba semejante: la chica incluso llegó a abofetear al chico en pleno autobús, y las personas se rieron de él por ser “tan poco hombre”.
Pero analizar la agresividad física de la mujer contra el hombre en sociedad, no alcanza la profundidad de lo que ahora queremos expresar, y tampoco el vídeo de que hemos hablado es demasiado profundo, sino que más bien es epidérmico. Pues aunque la violencia física de la mujer contra el hombre sí existe, no es la más usual ni frecuente, ni la que con más eficacia ella practica contra él. Ciertamente el tipo de violencia que la mujer más ejerce contra el hombre, ha de hallarse en el área de lo emocional y lo psicológico.
Cualquiera de nosotros ha escuchado alguna anécdota en la que una mujer haya agredido físicamente a un hombre, tal vez pareja suya. Sí que se dan estos casos. Pero también hemos escuchado sobre mujeres que agreden emocional o psíquicamente al hombre. A pesar de que este tipo de violencia sutil normalmente es la que más ocurre, se habla mucho menos de ella debido a que, no siendo objetiva, se echa poco a ver. De hecho, al menos en la mitad de los casos de violencia física del hombre contra la mujer, la violencia femenina psicoemocional contra el hombre es la causa invisible, y es casi seguro que había empezado mucho antes que su manifestación evidente en el evento físico de él siendo agresivo con ella.
Recientemente hemos conocido a un hombre —nada violento, al menos dentro de los términos normales—, quien se encontraba cumpliendo una breve condena carcelaria por haber destrozado las puertas y ventanas de la casa en la que vivía con su esposa, mientras ella permanecía encerrada dentro, huyendo de él. Ésta es la parte que se ve. La que no se ve es que durante mucho tiempo ella le había estado provocando celos a él con un amigo de ambos, haciéndole creer de muchas maneras sutiles e indirectas que el amigo era más hombre que él.
Se vuelven inofensivas —cuando no son una mera falacia— las campañas antiviolencia que convierten a la mujer en una víctima de la violencia física masculina, pero que no toman en cuenta en absoluto la violencia psicológica y emocional de la mujer contra el hombre, que es probablemente, a la corta o a la larga, el origen de la violencia física masculina. Sin pretender justificar la violencia física del hombre, que es sumamente desagradable, cruenta e infructuosa, no debemos quitar la responsabilidad a la mujer, porque eso significa que el problema no va a parar. Mejor sería que ambos, hombre y mujer, se hagan responsables de la cuestión.
Las campañas enfocadas en la mujer solamente, son ineficaces, no van a funcionar —o funcionarán sólo en apariencia, por medio de la represión, lo cual es una bomba de tiempo. El problema de la mujer y el hombre es de raíz sexual, y sólo aprendiendo a hacer el amor bien es que ellos van a ponerse de acuerdo, sin necesidad de que las leyes tengan que entrometerse entre ellos, violando el que tal vez es el único espacio de intimidad que le queda al ser humano actual: la pareja.
UNA SOLUCIÓN VERDADERA
Muchas veces, siempre que un hombre pierde los estribos y agrede físicamente a la mujer, ya desde mucho antes ella lo estaba aturdiendo a él con su poder emocional y psíquico. Entonces tal vez él la golpea, dejando marcas en su cuerpo, y quizá ella lo denuncie, y es él quien paga las consecuencias. Debido a esto, en algunos lugares del mundo están surgiendo movimientos masculinos contra la violencia sutil femenina contra el hombre, que piden legislaciones que permitan al hombre protegerse de la violencia sutil femenina sin necesidad de él agredirla y terminar pagando él. ¡A qué extremos está llegando la pareja humana en su desesperación por no poder resolver problemas cotidianos que en verdad tienen una raíz sexual!
Hombres airados, con razón, han tomado la revancha contra la supuesta victimización de la mujeres, quienes antes habían denunciado, con razón, la violencia física que los hombres. En realidad lo que ellas han reclamado, tal vez sin plena conciencia, es que los hombres aprendan a amarlas bien, y a no usarlas sexualmente para provocar su propia eyaculación. Ésta es la verdadera culpa del hombre, y la verdadera raíz del problema: que él no sabe hacer el amor bien a la mujer, y eso genera todo tipo de fantasmagorías que están llegando demasiado lejos.
Deja tu comentario