Es muy famosa la llamada «posición sexual del misionero», es decir, la postura sexual en que la mujer se recuesta sobre su espalda y sus nalgas, y el hombre la penetra mientras se apoya sobre sus rodillas o sobre las plantas de sus pies.

Independientemente de los juicios de valor a favor o en contra de esta posición, lo cierto es que es la más usada por la mayoría de los amantes, no por maquinalidad sexual o aburrimiento, sino por las posibilidades que brinda. Sólo hay que ver que, de los cinco grupos de posiciones sexuales, el grupo de la mujer tendida de espaldas es el que más subdivisiones tiene dentro del cualquier catálogo.

Por lo general esta posición sexual ha sido más criticada tendenciosamente que comprendida realmente. Incluso un crítico demoledor como Osho, si bien nunca deja de hacer comentarios realmente iluminados sobre el verdadero poder del sexo, cayó en esta tendenciosidad cuando comentó lo siguiente sobre la posición del misionero:

«Y cuando haces el amor con el hombre encima de la mujer… se conoce esto como la postura del misionero. Oriente se dio cuenta de esa fealdad, ya que el hombre es más pesado, más alto y más musculoso; está aplastando a un ser delicado. En Oriente siempre se ha hecho de la manera opuesta: la mujer encima. Aplastada bajo el peso del hombre, la mujer no tiene movilidad. Sólo se mueve el hombre, de manera que llega al orgasmo en unos segundos, y la mujer simplemente llora. Ha sido parte de ello, pero no ha toma­do parte en ello. Ha sido utilizada.

Cuando la mujer está encima, tiene más movilidad, el hombre tiene menos movilidad, y eso hará que los orgasmos de ambos se acerquen más. Y cuando ambos entran en la experiencia orgásmica al mismo tiempo, es algo del otro mundo. Es la primera visión del samadhi, es cuando ves por vez primera que el ser humano no es el cuerpo. Se olvida el cuerpo, se olvida el mundo. Tanto el hom­bre como la mujer entran en una nueva dimensión que nunca ha­bían explorado.

La mujer tiene capacidad para tener orgasmos múltiples, por lo que el hombre tiene que ser lo más lento posible. Pero la realidad es que tiene tanta prisa en todo que destruye toda la relación. De­bería estar muy relajado, para que la mujer pueda tener orgasmos múltiples. El orgasmo del hombre debería llegar al final, cuando el orgasmo de la mujer ya ha alcanzado su cima. Es una simple cues­tión de entendimiento».

(Osho: El libro de la mujer. Sobre el poder de lo femenino.)

Osho —que antes de hacerse llamar así se llamaba Bhagwan Rajneesh— nunca escribió libros, sino que sólo dio charlas interactivas, a modo de preguntas-respuestas con el público, y sólo después fue que estas conversaciones se llevaron a libros. La lengua hablada a veces comete excesos que nunca se cometerían durante la escritura; y nos parece que es el caso de esta afirmación de Osho contra la posición del misionero. Podemos empezar por decir que la verdadera «posición del misionero» no implica que el hombre esté en absoluto tumbado sobre la mujer, y ni siquiera apoyado sobre ella. La posición del misionero requiere que el hombre se apoye sobre sus propias piernas y brazos, para hacer posible los movimientos sexuales. De hecho —contrario a lo que afirma Osho—, una enorme cantidad de imágenes eróticas orientales muestran a la pareja en una de las numerosas variantes de esa postura del misionero que Osho decía que el Oriente rechazaba. Las imágenes del Tantra hinduista muchísimas veces prefieren una variación de la posición del misionero, y otro tanto ocurre con las imágenes de sexo Taoísta. Sólo el Budismo Tántrico coloca siempre a la mujer encima del hombre; pero no es por mera comodidad en el coito, sino que es sobre todo para simbolizar en la unión sexual el diagrama cósmico del Yab-Yum, la trascendencia de la dualidad, la superación de la realidad ilusoria de las polaridades y de lo temporal.

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No es aburrida ni machista: es efectiva y ergonómica

Son muchos los prejuicios populares que pesan sobre la «posición del misionero». Se ha dicho que es «aburrida», que es «machista», que es «poco eficaz». Pero lo cierto es que todos estos son prejuicios, creados en parte por aquellos que desean aparentar ser «bizarros en la cama». En este sentido hay que decir que una enorme cantidad de parejas eligen la «posición del misionero», no porque tengan el cerebro programado por la tradición, sino porque les resulta más natural y adecuada no sólo a la armonización de la anatomía de ambos amantes, sino además a la armonización de las psiquis femenina y masculina. Incluso hay que decir que varios artistas porno no dudan en elegir la posición del misionero, no sólo como su preferida, sino además como la más eficaz para la estimulación sexual; y cuando eligen cualquier posición exótica o gimnástica, lo hacen sólo para contribuir al show.

La calidad del acto sexual no se mide por la cantidad de veces que los amantes cambien de posiciones. A veces, sobre todo para la mujer, un cambio formal de posición sexual resulta inoportuno, pues justo en esa posición que se está dejando es que ella estaba comenzando a experimentar verdadero placer, y ahora, en la nueva posición en que se pondrán los amantes, todo deberá comenzar desde cero y en frío para ella, tal vez para acabar antes de tiempo, cuando ella volvía a reconectarse. A veces, tanto cambio innecesario de posición sexual desconcentra a los amantes, interrumpe continuamente el sexo, desconecta y enfría los genitales, y en muchos casos lo único que se esconde debajo del interés por el cambio formal de posición sexual es convertir el acto en una gimnasia física que oculte la poca capacidad del hombre para sostenerse en el placer sin eyacular.

Con todo esto no estamos diciendo que la «posición del misionero» sea la única, o la mejor, o la más recomendable de antemano. En el sexo no hay fórmulas ni recetas absolutas. Pero desestimar esa posición por pensar que es ineficaz o aburrida, es simplemente otro extremo erróneo. El sexo en posición frontal es muy provechoso para la pareja desde diversos puntos de vista. No se trata meramente de una cuestión de estética civilizada o de intimidad de la pareja, aunque estas cosas cuentan mucho. Es también por motivos prácticos: gracias a la posición sexual frontal, se produce una poderosa estimulación del clítoris de la mujer en contacto con el pubis del hombre. Esto parece un detalle insignificante, pero no lo es. La posición frontal para hacer el sexo, tal como lo han estudiado los etólogos, es un verdadero índice evolutivo del ser humano con respecto a sus antepasados animales.

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