La idea de que una vagina es “demasiado” ancha o profunda para el pene, es uno de los prejuicios y miedos que aterran no sólo a la mujer sino al hombre. La mujer por sí misma en realidad no piensa en esas cosas tan absurdas; pero el hombre, con su desconocimiento habitual del buen modo de hacer el sexo a la vagina, poco a poco enseña a la mujer a pensar en esos términos tan extraños de que cierta vagina no sea “adecuada” para cierto pene.
Sobre todo las mujeres que han parido temen que su vagina haya quedado “demasiado ancha” como para abrazar estrechamente al pene. Precisamente por eso ella a veces da pasos tan paradójicos como elegir de antemano parir mediante cesárea, para que la salida del bebé no le deje la vagina “demasiado ancha” o “insensible” —lo cual es un absurdo, porque hay estudios que demuestran que la realidad es al revés: la vagina gana capacidad orgásmica luego de haber parido. Esto es incluso un mecanismo evolutivo de nuestra especie, en cuya ausencia quizás nos hubiéramos extinguido, porque entonces las mujeres evitarían parir.
No obstante los estudios que demuestran lo contrario, estos prejuicios sobre la falta o exceso de tamaño de los genitales son fuertes. La mujer —pero sobre todo el hombre— teme que el pene “baile” dentro de la vagina sin lograr dar placer a las paredes vaginales por “exceso de espacio”. ¡Vaya prejuicios que nos inventamos para sufrir! Este temor está debajo de la rara tendencia de nuestra época de amar a la mujer joven y desdeñar a la madura, así como de que haya mujeres que se sometan a cirugías para reducir el espacio interior de la vagina —lo que se llama “rejuvenecimiento vaginal”, que es un tipo de vaginoplastia.
Reiteramos una y otra vez que el único problema real en todo esto es la falta de capacidad del hombre de permanecer amando sin eyacular durante el tiempo suficiente —porque él no se ha dedicado a aprender a ser mejor amante. Para que la vagina haga gala de su turgencia y abrace eróticamente a cualquier tamaño de pene —ella es muy versátil, y técnicamente hablando puede abrazar desde un pene del grosor de un dedo hasta uno del tamaño de la cabeza de un bebé—, la vagina debe tener tiempo de comunicarse con el pene, de ir calentándose según su ritmo natural. Eso por lo general ocurre más allá de los 10 minutos de iniciado el acto sexual, y rara vez antes de 5 minutos —aunque el tiempo varía de una mujer a otra, e incluso varía en una misma mujer en dependencia de qué momento de su ciclo ella esté viviendo. Si hoy el promedio de actos sexuales es, si somos optimistas, de unos 15 minutos —el promedio; muchos duran mucho menos—, ¿cómo la vagina va a tener tiempo de ponerse turgente y sensible, y abrazar al pene que está haciendo sexo con ella?
O sea, es normal que al inicio del acto sexual la vagina aún no esté lista, no sienta todo el placer que sentirá dentro de algunos minutos, y que pene y vagina aún no sientan el abrazo en toda su unión mutua. Pero eso no significa nada con respecto a las dimensiones del pene y de la vagina: es fisiológicamente normal. Lo que hay que hacer es seguir amando hasta que los genitales realmente despierten y se reúnan. Para ello el acto sexual debe durar lo suficiente: por lo pronto, de media hora en adelante. Poco a poco hay que ir más allá —lo cual se hace con todo gusto cuando el hombre permanece sin eyacular.
Incluso los supuestos problemas de erección que muchos hombres creen tener, en la inmensa mayoría de los casos no son ciertos. Lo que pasa en muchos de esos casos es que el pene tampoco está listo —la erección del pene y la turgencia vaginal son procesos complementarios—, y es mejor poner el pene dentro de la vagina aunque él todavía no tenga erección, e ir haciendo movimientos hasta que la erección y la turgencia lleguen.
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