Según Ana Martos, en su excelente libro Historia medieval del sexo y el erotismo, al menos en su origen el llamado amor cortés —un supuesto dechado de espiritualidad que dejaba por completo al margen todo lo relacionado con el cuerpo, lo sensual y lo terrenal, conformando el principal ideal amoroso dentro de la sociedad europea medieval bajo el reinado cristiano y posterior—, en realidad no se basaba solamente en relaciones platónicas sino muy carnales:
“Si observamos las primeras poesías de Guillermo IX de Aquitania, el rey trovador, podemos comprobar que en nada se parecen a ese amor inalcanzable que eleva el espíritu y empuja al caballero a las gestas más esforzadas, con tal de ofrecer a su dama un destello de gloria. Así dice en una de ellas:
‘La follé tanto como vais a oír
ciento ochenta y ocho veces
y no os puedo decir la enfermedad
tan grande que cogí’.
Y así enunció, en otra de estas poesías, la famosa ley del coño:
‘Pero os diré cuál es la ley del coño
como quien ha hecho gran daño
y mayor ha recibido:
Si todo merma con el uso, el coño, en cambio, crece’”.
(Tomado de María Luisa Bueno: Pasiones, júbilos y lamentos en la Edad Media, citado por Ana Martos en su Historia medieval del sexo y el erotismo.)
El Quijote de Cervantes —flor y nata de la caballería andante, amante casto de la elevada Dulcinea, desfacedor de entuertos, ajusticiador de follones, rematador de vestiglos, libertador y vengador de doncellas en apuros—, parece más bien haber sido una excepción, si tomamos también en cuenta algo que comenta Burgo Patridge:
“La imagen del caballero medieval como personaje cortés, casto, respetuoso y auxiliador de las damas en peligro —el caballero perfecto— es una ficción creada por los reescritores cristianos y victorianos de la historia. Dicen Trail y Mann: «A juzgar por los poemas y romances de la época, la primera idea que pasaba por la cabeza de todo caballero al toparse con una dama en apuros era violarla.» Y Gawain, supuesto modelo de la virtud caballeresca, forzó una dama, sin prestar atención a sus gritos y forcejeos cuando esta rechazo sus requerimientos” (B. Partridge: Historia de las orgías).
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