El tamaño del pene de todo hombre es una cuestión relativa. Es cierto el refrán que en tono medio humorístico dice que lo que importa no es el tamaño del miembro, sino lo que el hombre aprenda a hacer con él. El tamaño del pene varía no sólo con la pubertad, sino además en dependencia de la (buena) actividad sexual que se tenga: con buena y frecuente actividad sexual, el pene se robustece y crece un poco hasta su tamaño natural; con poca o ninguna actividad sexual, el pene se debilita y se encoge, es decir, se atrofia —como ocurre con cualquier otro órgano del cuerpo que se utilice por debajo de su capacidad natural.

Para que esto se comprenda mejor, veamos un ejemplo conocido. Mahatma Gandhi —que a los 36 años se convirtió en brahmachari, lo cual, entre otras cosas, significa renunciar al acto sexual— dijo una vez que, debido a su abstinencia sexual “absoluta”, su pene se fue encogiendo poco a poco, hasta recogerse prácticamente por completo dentro de su cuerpo. Era, según él, un pequeño apéndice más chico que el de un niño, apenas un “símbolo” de la masculinidad. Al no cumplir función física, el propio cuerpo atrofió y absorbió la sustancia del pene —el cuerpo humano es sumamente inteligente, y no gasta recursos en algún miembro u órgano que haya quedado sin función.

A los brahmachari y demás ascetas célibes que se abstienen voluntaria y absolutamente de toda actividad sexual, el pene se les recoge hacia dentro del cuerpo y se les reduce en volumen, masa, grosor, tamaño y sensibilidad, todo debido al poco uso; el ligamento suspensor —gran responsable de la capacidad eréctil del pene, junto con los cuerpos cavernosos internos del mismo— comienza a atrofiárseles porque como prácticamente no tiene razón de ser desde el punto de vista fisiológico, se reduce su anatomía: es una ley de la economía energética del cuerpo. El pene evidentemente retrocede y pierde su apariencia viril.

En la misma línea, pero en sentido contrario, se mueven los taoístas de China cuando afirman que el uso “frecuente y poderoso” del pene, lo robustece y lo hace crecer hasta su tamaño natural. Es algo que hemos comprobado en la práctica. Hacer un uso “frecuente” del pene, significa hacer el sexo las más veces posibles —lo que eso quiera decir para cada cual. Hacer un uso “poderoso” del pene significa controlar voluntariamente la eyaculación: reducir el número de eyaculaciones por mes, o incluso no eyacular nunca. Todas estas cosas provocan que el pene se fortalezca, se robustezca, incluso se embellezca, y a ojos vista crezca al menos un par de centímetros.