Para empezar bien, digamos cuanto antes la respuesta a la pregunta del título, y luego entramos en los detalles. ¿Con qué frecuencia es bueno hacer sexo? Con toda la frecuencia posible. Llevémoslo casi hasta el extremo. ¿Con qué frecuencia es bueno hacer sexo? Todos los días, varias veces al día. O aún mejor; la frecuencia más conveniente para hacer sexo es algo así como: Eight days a week & twenty-five hours a day («Ocho días a la semana y veinticinco horas al día»). Incluso es conveniente que, con cierta regularidad, tu amante y tú dediquen el día entero a hacer el sexo solamente. Dejando suspendida cualquier otra actividad cotidiana —excepto, por supuesto, las realmente vitales: respirar, comer y mirarse a los ojos mutuamente —, que la agenda del día-sexo sea más o menos ésta:

– Miradas pícaras
– Caricias sicalípticas
– Besos húmedos
– Penetración gozosa
– Placer
– Placer
– Placer
– No eyacular
– Orgasmos
– No eyacular
– Orgasmos
– Orgasmos
– Orgasmo celestial
– Un paseo por el paraíso

Que se nos permitan todos estos chistes, pues realmente conviene hacer el sexo con la mayor frecuencia posible, en pos de la salud física y mental del cuerpo y de la pareja. Y no es que sea seria la necesidad de hacer el sexo con frecuencia. En realidad el sexo es o debiera ser una de esas cosas importantes que hacemos muertos de risa. Rectificando la frase que ya dijimos en este párrafo: conviene hacer el sexo con la mayor frecuencia posible, en pos de la salud física y mental del cuerpo y de la pareja, y en pos de la continuidad de la vida de nuestra especie en este planeta. Cuando hagamos sexo con más frecuencia, estaremos empleando la energía sexual en su verdadero propósito: generar gozo, felicidad, amor, salud; y ya no estaremos dedicando la energía sexual a actividades excesivas y sin sentido —consumismo, procreación excesiva, intolerancia, guerra, devastación—, que son las que dan al traste con la belleza, la armonía y el equilibrio: a nivel individual, a nivel de pareja, y a nivel planetario.

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La mayoría de los amantes habituales viajan en sentido contrario a la frecuencia sexual. Se conocen y se atraen, lo cual espontáneamente los conduce a hacer el sexo siempre que puedan, no pocas veces con frenesí. Son típicas las películas que escenifican relaciones que acaban de comenzar, y en ese momento los amantes hacen sexo todo el tiempo, incluso en los lugares más insospechados. Pero cuando las reservas seminales se van agotando, la magia del inicio se va desvaneciendo, y el tedio va llegando. Este desgaste seminal es el motor impulsor de dos cosas: o bien los amantes en ese momento se separan —fenómeno que va creciendo exponencialmente y puede conducir a la promiscuidad, que se define como la búsqueda de la magia del inicio evitando el tedio del final—, o bien los amantes siguen juntos formalmente pero hacen el sexo cada vez con menos frecuencia, con tendencia a cero veces.

En el camino del Amor Sexual, tal vez algunas personas tengan que proponerse conscientemente —más allá de la espontaneidad— intentar hacer el amor con la mayor frecuencia posible. Empezar a hacerlo con una frecuencia mayor que la habitual, es ya estar avanzando. Aunque sea tan sólo un poco más frecuente el sexo, lo que casi siempre ocurrirá es que los amantes harán un viaje mágico inverso al del inicio —un viaje de revés en el tiempo, como el del mago Merlín—: la conservación de la energía seminal por sí misma volverá a traer la intensidad sexual, la duración del acto sexual, la frecuencia deseada y la profundidad en el sexo, sin mucha necesidad de pensarlo.

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Es completamente cierto algo que se ha dicho: mientras más sexo tengas, más sexo tendrás. Pues la frecuencia sexual que aumenta luego de que el sexo es más intenso y más extenso, provoca nuevas conexiones nerviosas, lo cual significa más sensibilidad genital y más placer y gozo. También todos los sentidos —los sensoriales y los extrasensoriales— se agudizan y nos permiten una experiencia mágica de lo real. Pero no sólo lo físico cambia con la frecuencia sexual: también cambian lo emocional y lo espiritual. Mientras más hacemos el sexo, más sensibles nos volvemos y más se nos abren el corazón y el espíritu, de modo que el sexo adquiere el ingrediente mágico que siempre le ha faltado: el amor.

Hablando ahora de unos números más aceptables —si es que nuevamente vale la pena hablar de números—, digamos que el buen acto sexual no debiera bajar de menos de tres veces por semana, si bien debe buscar ocurrir a diario, y aún más: más de una vez al día. Incluso, como decíamos, puede haber días que los amantes por puro amor dediquen completamente a hacer el sexo, dejando todo lo otro para otro día. Quizás sí, pero quizás no será necesario que se lo propongan, pues a esa altura el sexo se habrá convertido en una de las más extraordinarias actividades de la existencia, si no en la que más. Para dedicar más tiempo al sexo, por supuesto, hace falta liberar tiempo, tal vez restándoselo a otras cosas que no sean realmente tan importantes. Depurar la agenda es muy útil para la salud sexual, y para la salud en general.

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