La mayoría de las ricas mieles del acto sexual debiera descargarlas la mujer, no el hombre. El hombre, en vez de abandonarse tan fácilmente a que se le escape su licor seminal, debiera ser como un atento devoto que cosecha las exquisitas mieles orgásmicas de la mujer ―lo cual requiere profundos cambios físicos y psíquicos por parte de él.
Cada gota de miel femenina cosechada es una gota de conocimiento para el acto sexual y para la vida. Las gotas de miel femenina “fermentada” ―las que habían ido enrareciéndose sin que nadie fuera capaz de tomarlas― son las primeras que se destilarán, y eso es inevitable. Es decir: el camino para lograr tales ternezas orgásmicas femeninas incluye no pocas dificultades.
Transformar el acto sexual en camino de evolución no es cosa fácil. Sólo después de vivir experiencias sexuales muy intensas y profundas, es que los amantes pueden comenzar a interesarse auténticamente en el gozo sexual como una vía de liberación espiritual ―éste es el significado de un templo oriental cuya fachada está erizada de esculturas eróticas, mientras que en su interior tiende casi al vacío. Es importante que el ascenso de un profundo gozo sexual abra poco a poco, de manera natural, sin rupturas bruscas, un gozoso vacío interno desde el cual se comienza a comprender la vida sin los ruidos cotidianos.
El ego ilusorio no desea morir, y puede que en el proceso de irse traiga eventos poco comunes, para bien y para mal. El gozo sexual profundo es un poderoso aliado para que la conciencia comience a abrir sus compuertas: en ese momento los amantes tendrán la sensación de empezar a despertar, luego de haber estado como dormidos en plena vigilia. El verdadero acto sexual es un parteaguas. Una cosa es antes y otra cosa es después del verdadero sexo. Tu ser ilusorio se remueve hasta los cimientos y renace tu verdadero ser.
Pero nunca olvides que todo parto es un proceso trabajoso, y que, a través del sexo de la mujer, tanto el hombre como la mujer entran y salen de la existencia. Éstas no son sólo palabras bonitas. Lo bonito incluye lo terrible de estar frente a lo infinito sin palabras. Sobre esto no hay mucho que hablar. No hay mejor maestra que la experiencia para que el hombre comprenda con gusto que él debe aprender a irse menos para que la mujer pueda venir más, en cuerpo y alma. Es una manera sencilla de decir algo que realmente tiene la mayor trascendencia.
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