La mayoría de las personas desconoce el verdadero poder de la expresión y la comunicación. Por lo general se subvaloran los buenos efectos que desarrollar esas capacidades puede tener en la felicidad. Hay quienes creen que no es necesario hablar, o incluso que no vale la pena hablar —ya sea porque sienten que nadie escucha en realidad o porque es difícil encontrar palabras exactas para lo que se siente. Si éste es tu caso específico —o incluso si no tienes particulares problemas de expresión— puedes poner a prueba el poder de la expresión y la comunicación, haciendo el siguiente ejercicio.
Preferiblemente hazlo con tu pareja, o con alguien que consideres cercano a ti, para que todo funcione en un contexto de intimidad. El ejercicio dura exactamente una semana, y tal vez sea conveniente que lo hagas cuando la luna entre en fase de cuarto creciente —cuando todo en la naturaleza renace. Consiste simplemente en que todo lo que llevas dentro se lo expreses a esa persona elegida, ya sea circunstancialmente o ya sea mediante previa selección de un momento para conversar.
El ejercicio se resume así: HABLAR LO QUE TÚ LLEVAS DENTRO. Ten presente esta divisa, para que tengas claridad de propósitos y logres abrirte paso cuando los viejos hábitos de inexpresión e incomunicación intenten otra vez vencerte. También debes vencer la expresión convencional, es decir, el ilusorio acto de hablar lo que en realidad tú no llevas dentro sino que sólo has creído o te han hecho creer que lo llevas. De esa falsedad protégete con tu nuevo talismán: HABLAR LO QUE TÚ LLEVAS DENTRO.
No tengas límite para expresarte mientras dura tu ejercicio, verbaliza todo tu ser y entrégaselo a tu interlocutor. La emoción que te impide lograrlo es precisamente lo que tienes que aprender a superar. No tengas miedo, o en todo caso, vive tu miedo mientras te expresas, sin que te detenga —aunque te dificulte un poco. Experimentar esa dificultad forma parte del ejercicio.
Puedes avisarle a la persona de lo que estás haciendo, aunque también es interesante hacerlo sin previo aviso, de modo que sea probable que esa persona se sume a tu ejercicio secreto y se exprese del mismo modo contigo.
Ocúpate activamente de tu expresión. Que no te quede nada por decir, que nada se acumule ni se trabe en tu garganta: abre la compuerta que nunca abres, mantente trabajando en eso aunque al principio no te salga bien. Que ni siquiera deban indicarte que ya necesitas expresarte, o que te toca el turno de hablar. Durante esa semana haz de la expresión y la comunicación el centro de tu vivir. Encuentra tu modo de expresarte, halla las palabras, las frases, las entonaciones que necesites para hacerlo. Modela el lenguaje y hazlo tuyo, para que realmente te expreses a ti y no a una convencionalidad.
Que la expresión durante tu semana de ejercicio no se reduzca al área de hablar: que sea expresión en todo: en el comer, vestir, amar, andar, pasear, expandirte, en permitir salir de ti todo lo que eres. Que sea como una semana sabática, de vacaciones del yo de siempre. Persevera en mantenerte toda la semana haciendo tu ejercicio, sin embargo no le pongas seriedad: intenta hacerlo como un juego, pásala bien haciéndolo.
Durante la semana, sobre todo al final, tu realidad habrá cambiado tanto, tú habrás cambiado tanto y tenido tan buenas vivencias, que puede que no te reconozcas de lo bien que te sientes. Le tomarás el gusto a vivir expresándote y comunicándote.
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