Una de las imágenes que acompaña a este texto es la del famoso Shiva Nataraja o Shiva Danzante, haciendo su danza cósmica, justo después de haberlo vencido, sobre Apasmarapurusa, el demonio de la ignorancia, que es el mismo demonio que en cambio hoy hace su danza de triunfo sobre la mayoría de la humanidad —principalmente bajo el aspecto enajenador de los mass media. Al demonio de la ignorancia no se le vence de una vez, sino continuamente y sin garantías.
En la India —y en general en las culturas orientales y en algunas de América precolombina—, a diferencia de en el mundo occidental, ‘ignorancia’ no es sinónimo de ‘incultura’, sino que la llamada ‘ignorancia’ significa: ‘error básico en la percepción de lo que la realidad es’, es decir: la ‘ignorancia’ es la incapacidad básica para percibir un orden existencial de base energética y espiritual en el cual se produce una lucha de poderes que, o bien engrandecen o bien devastan al ser humano.
Esta lucha de poderes no podrá ser percibida realmente por quien se enfoque solamente en lo material, y cuánto menos será percibida por quien se enfoque en las riquezas, que son una doble ilusión dentro de lo material. Ya lo decía el Bhagavad Gita ―escritura que, sin ser tántrica, comparte elementos vedánticos con el Tantra―: es sabio quien no diferencia las joyas de las piedras.
El mundo como una graciosa ilusión creada por la Diosa
También algunos Upanishads ―textos que probablemente constituyen la más exquisita realización del Vedanta Advaita, la misma Dárshana básica del Tantra― también algunos Upanishads describen el surgimiento de la realidad como un resultado de la división entre femenino y masculino, o en términos prácticos, como un resultado de la separación entre la mujer y el hombre.
En estos casos en que la realidad va naciendo a través de la brecha entre el hombre y la mujer, concretamente los objetos de la realidad ilusoria van siendo creados por la energía uterina de la mujer (diosa) mientras el hombre (dios) la persigue sin lograr alcanzarla, en una continua búsqueda de realizar con ella el “acto fundamental”. Las implicaciones prácticas de un mito como éste son insospechadas, y muchas personas comprenderían y resolverían su vida cotidiana en pareja si comprendieran el significado de este mito.
Un enfoque semejante al tántrico se da en las mitologías sexuales de otras partes del mundo. El Zohar ―el libro principal de la Kabbalah― llega a decir que la clave para alcanzar la divinidad consiste en la absoluta reunión de la mujer con el hombre rehaciendo al ser andrógino originario. Y por su parte el Cuarto Camino ―en la variante trazada por Gurdjieff, no tanto por sus sucesores―, plantea que la famosa ‘caída’ del ser humano ocurrió ―y ocurre cada vez―, cuando el hombre contrajo la capacidad de eyacular una enorme cantidad de energía vital que crea un mundo que, en su crecimiento, escinde cada vez más lo femenino de lo masculino. Gurdjieff asevera que la función “Kundabuffer” descendente de la energía sexual ―función contraria a la ascendente de la Kundalini―, es el origen de toda ignorancia.
Es una ilusión pero hay que gozarla
Un enfoque único del Tantra es la propuesta de no asumir con angustia el hecho de que no estemos percibiendo la realidad tal cual es, en su esencia luminosa. Si de momento, mientras caminas el camino, aún no eres capaz de percibir la “red energética secreta” de la existencia, el Tantra dice que eso no es motivo de sufrimiento, ni mucho menos necesitas fingir que ya percibes energía.
Es por eso que el budismo, cuando se vuelve tántrico en los Himalayas, reconoce en el gozo sexual profundo el antídoto contra la ignorancia existencial, si bien establece que el gozo es real y completo sólo si el hombre aprende a “derretir la gota blanca” y “hacerla ascender” ―es decir, no sólo se trata de controlar la eyaculación: es necesario sublimar el semen. En este nivel de evolución, cuando el hombre aprende no sólo a controlar sino además a sublimar el semen, él vive sin angustia dentro de la realidad ilusoria creada por la Diosa, y gracias a esto la trasciende. La materia se trasciende desde la materia, no desde su rechazo.
Es principalmente el Tantra hinduista —del cual Shiva es el principal avatar y fundador— quien habla de que el sexo se puede usar como vehículo para superar la ignorancia existencial, lo cual es lo mismo que abrir el Velo de Maya y superar la ilusión cósmica. Así describe el Vigyan Bhairav Tantra ―con espíritu de Vedanta Advaita― la diferencia entre un ser iluminado y un ser no-iluminado:
La percepción de los objetos y sujetos
Es la misma para un iluminado
Que para una persona no iluminada.
Pero el iluminado tiene una grandeza:
La de permanecer en un estado subjetivo
Sin perderse en las cosas.
Debido a lo cual, el propio Shiva recomienda a la Diosa, y por tanto a cada mujer, que no se angustie frente a la ignorancia y la confusión que experimenta en su interior. La angustia es un modo de permanecer en la ignorancia, y en cambio el gozo es un modo de superarla. En el caso del Tantra, el término ‘ananda’ adquiere el significado preciso de “gozar cada experiencia que vives”, incluidas las experiencias materiales, por paradójicas que sean. Así dice Shiva a su Shakti en el Vigyan, mientras ella permanece sentada y profundamente penetrada en el regazo del dios:
Graciosa, juega.
El universo es una concha vacía
En la cual tu mente se deleita infinitamente.
Para el caso del hombre esto definitivamente significa que, si bien el Tantra comparte con muchos otros caminos el reconocimiento de que la realidad es una ilusión, la vía tántrica reconoce que la ilusión cósmica es una graciosa creación luminosa de la Diosa, que no ha de ser asumida con angustia. Algo así como: el mundo es un lugar mágico, cuyos objetos se disuelven cuando les amamos, no cuando les tememos, odiamos o rechazamos.
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