La sexualidad maya antigua tiene todavía muchas cosas que enseñarnos. Todos los pueblos originarios prestaban especial atención a la vida sexual, ya que eran conscientes (mucho más conscientes de lo que hoy somos) de que la energía sexual hace florecer la sociedad si se maneja bien, o por el contrario, es capaz de destruir a la sociedad si se maneja mal. Muchos mitos y tradiciones de la sexualidad maya (y de otras culturas) tienen como objetivo instruir al ser humano en el uso evolutivo y no destructivo de la energía sexual.
Sexualidad maya e iniciación sexual
A juzgar por las fuentes prehispánicas y coloniales que se refieren a la sexualidad maya, cuando los más jóvenes iniciaban su vida sexual, algunas tradiciones se ocupaban de volverles conscientes de que debían hacer un uso adecuado del sexo. Nunca nadie creyó el absurdo de que la sexualidad es algo que se reduce a un derecho individual.
Tradicionalmente (antes de que el individualismo sexual extremo permeara la sociedad como hoy lo ha hecho), siempre las personas estuvieron conscientes de que su conducta sexual afecta para bien o para mal a toda la sociedad, no únicamente a nivel de natalidad sino además a nivel de orden grupal y salud colectiva física, mental y espiritual.
Prácticamente todos los pueblos originarios tenían ritos de iniciación sexual para hembras y varones, algunos de tipo simbólico y otros que incluían contacto carnal para el aprendizaje. Algunos de los famosos Cantares de Dzitbalché (Códice de Dzitbalché, Calkiní, Campeche, Yucatán, ¿1440?) son un ejemplo claro de este sentido iniciático de la sexualidad maya, y del enfoque colectivo de la vida sexual de este y otros pueblos originarios.
En este artículo veremos específicamente el Cantar 2: «Te amo, doncella preciosa» (título elegido por nosotros, porque no hay título en el original), el Cantar 4: «Vamos al recibimiento de la flor», y el célebre Cantar 7: «Kay Nicté» (Canto de la Flor). Como en todas las culturas, la belleza del cuerpo de la mujer es la inspiración más frecuente y es el llamado al amor. Y específicamente la “flor”, dentro de la sexualidad maya y su iconografía, es una vez más uno de los símbolos más universales para indicar el sexo de la mujer.
Así pues, el “recibimiento de la flor” parece referirse a un rito de paso o iniciación sexual femenina, y el “canto de la flor” es un rito colectivo para encantar al hombre, que las mujeres mayas hacían desnudas a la luz de la luna llena, posiblemente bañándose en un cenote (ya que en Yucatán no suele haber ríos). Al parecer las mujeres mayas continúan haciendo estos ritos, o al menos los hacían todavía a la altura de los años 70 del siglo XX. También hay que decir que son semejantes a los ritos sexuales de luna llena de las ninfas del Mediterráneo antiguo.
Algunos de los textos y posibles interpretaciones culturales y lingüísticas de estos cantares, los hemos tomado, entre otras fuentes, de un excelente escrito de la doctora en Estudios Mesoamericanos de la UNAM Noemí Cruz Cortés, y de «Lírica maya de la antigüedad», de la lingüista rusa y epigrafista maya Galina Yershova. La traducción al español del Cantar 2 a partir del texto de FAMSI en inglés la hemos realizado nosotros.
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Te amo, doncella preciosa
(Cantar 2 de los Cantares de Dzitbalché)
Ponte tus hermosas ropas;
el día de la felicidad ha llegado;
peina tus cabellos enredados;
ponte tu ropa más atractiva
y tu espléndida piel;
cuelga grandes pendientes en los lóbulos
de tus orejas; ponte
un buen cinturón y guirnaldas de hilo
alrededor de tu garganta bien formada;
pon brazaletes brillantes
en tus brazos rollizos.
Lucirás gloriosa,
porque ninguna es más hermosa aquí
en esta ciudad, el lugar de Dzitbalché.
Te amo, doncella preciosa.
Quiero que te vean;
en verdad eres muy seductora.
Te comparo con la estrella humeante
porque te desean hasta la luna
y en las flores de los campos.
Puras y blancas son tus ropas, doncella.
Ve y entrega la felicidad con tu risa,
pon bondad en tu corazón, porque hoy
es la hora de la felicidad; todos los hombres
ponen su bondad en ti.
Interpretación del Cantar 2 desde la sexualidad maya:
En su estudio «Lírica maya de la antigüedad», la epigrafista rusa Galina Yershova retoma las ideas de Alfredo Barrera Vázquez y asevera que este Cantar 2 se debe agrupar con el 4 y el 7. Esto se debe a que son no sólo cantos de sexualidad maya, sino además cantos de tema matrimonial. Desde este punto de vista, el Cantar 2 es una alabanza que realiza el novio a la belleza de la novia que será su esposa.
Este canto 2 incluye además una extraña paradoja: el novio ama la doncella preciosa, pero, lejos de ocultar o velar la belleza de la joven y poseerla únicamente para sí, la exhorta a que se engalane con sus ropas y adornos más bellos y seductores, para que todos la vean y se sientan felices y plenos de contemplarla.
¿A qué se debe esta paradoja de que quien habla en el poema (lo que se llama el “sujeto lírico”) diga que ama a la doncella, y sin embargo ponga sus encantos femeninos frente a los ojos de la colectividad? Por cierto que esta no es la noción de las sociedades actuales, o al menos no en cuanto a comportamiento en público.
En el reino lírico de este cantar pleno de sexualidad maya, la belleza de la mujer, el atractivo femenino, no es fuente de pendencias entre los hombres. Más bien, como dicen los etólogos: los obvios atributos sexuales de la mujer son un rasgo evolutivo de nuestra especie, y tienen como objetivo fomentar la plenitud y la armonía durante la vida cotidiana, tanto en la pareja como en el grupo social.
Estas actitudes constituyen un remanente en el inconsciente colectivo humano y no sólo en la sexualidad maya. Tienen origen en tiempos remotos en que el matrimonio no existía, o en tiempos en que la institución matrimonial era muy reciente. Hace milenios, antes de que los novios terminaran por pertenecerse sólo mutuamente, debían compensar a la sociedad poniéndose al acceso de los demás. Posiblemente la exhibición pública de la belleza de la novia sea el antecedente arcaico de lo que hoy se llama “despedida de solteros”.
Vamos al recibimiento de la flor
(Cantar 4 de los Cantares de Dzitbalché)
Alegría
Cantamos
porque vamos
al Recibimiento de la Flor.
Todas las mujeres
mozas,
[tienen en] pura risa
y risa
sus rostros, en tanto que saltan
sus corazones
en el seno de sus pechos.
¿Por qué causa?
Porque saben
que es porque darán
su virginidad femenil
a quienes ellas aman.
¡Cantad La Flor!
Os ayudarán (acompañarán)
El Nacom y el
Gran Señor Ah Kulel
presentes en el cadalso.
El Ah Kulel canta:
“Vamonos, vamonos
a poner nuestras voluntades
ante la Virgen
la Bella Virgen
y Señora
la Flor de las Mozas
que está en su alto cadalso,
la Señora…
Suhuy KaaK.
Asimismo [ante] la Bella
X Kanleox
Y [ante] la Bella X Zoot y la Bella
Señora Virgen
X T’oot’much.
Ellas son las que dan el Bien
a la Vida aquí sobre
la Región, aquí sobre
la Sabana y a la redonda
aquí en la Sierra.
Vamos, vamos, vámonos,
jóvenes; así
daremos perfecto regocijo
aquí en Dzitil
Piich, Dzitil Balche.
Interpretación del cantar 4 desde la sexualidad maya:
“En Los cantares de Dzitbalché existe otro canto que parece aludir a una ceremonia prematrimonial, en la que deidades femeninas son invocadas por mujeres vírgenes (…). ‘la flor’ era una alusión a la boda y podía estar relacionada con la sexualidad femenina; tal vez era una metáfora: recibir la flor significaba dar la virginidad ‘a quienes ellas aman’. Así, ‘el recibimiento de la flor’ se trataba de una letanía que se utilizaba en un ritual de preparación, que contaba con la participación de dos sacerdotes, el Nacom y el Ah kulel, y que debía llevarse a cabo antes de la unión de la pareja, es decir, cuando las jóvenes abandonaban su hogar”.
(Fragmentos tomados de: Noemí Cruz Cortés, «Ritos y plegarias lunares de fertilidad», en Estudios Mesoamericanos, 2016.)
Kay Nicté (Canto de la Flor)
(Cantar 7 de los Cantares de Dzitbalché)
La bella luna
se alzó sobre el bosque
a encenderse
en el cielo,
para quedar pendida
alumbrando tierra, bosque…
Y sólo vientecito pasa
llevando un aroma sutil:
Llegó al fin la luna
al centro del cielo
y sólo resplandece luz.
Hay alegría
en los corazones
de toda
la buena gente.
Llegamos hasta
la profundidad del bosque
donde nadie
nos puede encontrar.
Hemos traído una
flor del nicté
flor del chucúm,
flor del jazmín,
copal, ziit
y concha de tortuga,
nuevo polvo de calcita.
También un hilado nuevo,
nueve nuevos cuchillos
de pedernal.
También
nuevos lazos.
Un pavo de ofrenda,
sandalias nuevas,
todo nuevo.
Y la mejor de las vasijas
y cintas para el cabello
para trenzar la flor del agua.
También una concha sonora
a la anciana.
Al fin, al fin
estamos en el bosque
donde la roca
tiene una poza,
para esperar
que surja
sobre el bosque
una estrella bella, humeante.
¡Quiten sus ropas
y cintas del cabello!
¡Marchen así y quédense aquí,
sobre su tierra!
Ustedes vírgenes,
también mujeres…
(El poema está inconcluso en el original)
Interpretación del Cantar 7 desde la sexualidad maya:
“Versos como éstos, extraídos de El libro de los cantares de Dzitbalché, eran aquellos que las mujeres mayas entonaban en una noche de Luna llena, bajo el amparo y la complicidad que otorgaba la oscuridad de la espesa vegetación, durante un ritual de fertilidad dirigido a la diosa lunar.
Entre los mayas la fecundidad y la reproducción de los hombres eran de suma importancia, ya que de éstos dependía la vida de los dioses y la pervivencia del equilibrio del universo. Por eso eran relevantes todas aquellas ceremonias que buscaban obtener o incrementar estos aspectos.
La Luna, diosa madre para los mayas prehispánicos, era por excelencia la deidad a quien se encaminaban los actos religiosos relacionados con la fecundidad humana. Los ritos lunares de fertilidad fueron efectuados, casi siempre, por mujeres; según las fuentes, éstas hacían dos tipos de ritos: para atraer o conservar al marido y para tener un vientre fecundo. Aunque participaban mujeres solteras y casadas, la mayoría eran jóvenes que recientemente habían contraído matrimonio; sólo existía una dirigente: ‘la anciana maestra’, una mujer que había pasado la etapa menopaúsica.
El «cantar 7: Kay nicté» de Los cantares de Dzitbalché describe que las mujeres vestidas con ropas nuevas se adentraban en la maleza y se reunían alrededor de una poza de agua (haltun) o a la orilla de un cenote en donde se desnudaban y soltaban sus cabellos; después cuando Venus aparecía ante sus ojos, iniciaban un baile ritual y pedían a la Luna que vertiera sus bondades fértiles sobre ellas. Ofrecían los presentes que habían traído consigo, entre los que destacaban el algodón, el hilo, las bandas, una nueva labor de tejido, caracoles y la flor de la plumería. Estos elementos de significación lunar se han identificado también como símbolos de fertilidad.
Alfredo Barrera Vázquez registra, durante la década de los setentas, una ceremonia que realizaban algunas mujeres mayas en la península de Yucatán, la cual guarda una estrecha similitud con la que hemos descrito:
‘Kay Nicté, es actualmente una ceremonia mágica para hacer regresar, si se ha ido o asegurar si permanece cerca, al amante, que practican mujeres solas y desnudas, dirigidas por una anciana, de noche, a la luz de la luna, y en un haltun (poza natural en roca viva), escondido en un bosque, utilizándose flores de la plumería silvestre, que no abre su corola, las cuales se echan al agua cuando la paciente toma un baño, al mismo tiempo que las otras participantes danzan alrededor de la poza cantando palabras alusivas. Se dice que el rito debe practicarse nueve noches seguidas, después de las cuales el agua de la poza se utiliza para preparar un filtro de amor’.
Aunque no se menciona de manera explícita, parece que en ambas ceremonias la luz provenía de la Luna llena, pues es cuando ilumina con mayor potencia; talvez las mujeres esperaban que estuviera en el punto más alto para llevar a cabo el ritual, y de esta forma recibir las energías de fecundidad que fluían a través de la luminosidad de este astro”.
(Fragmentos tomados de: Noemí Cruz Cortés, «Ritos y plegarias lunares de fertilidad», en Estudios Mesoamericanos, 2016.)
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