Antes de entrar en detalles, lo principal es decir que la mujer tiene lógica de amor ―esto significa más de lo que parece. Con amor se logra todo con la mujer: 100%. Sin amor se logra nada con la mujer: 0% ―o las cosas se logran sólo en apariencia. La mujer tiene un sentido especial para detectar si el amor es verdadero o no. Ella necesita amor verdadero, no amor aparente ni ñoñerías ni sentimientos de postal.

LA LÓGICA DEL AMOR

La mujer y el hombre son diferentes no sólo en el cuerpo: ella percibe, siente y funciona, de un modo opuesto y complementario con el de él. La lógica femenina es la lógica del amor, y por eso a veces un acto de una mujer puede resultar inesperado a los ojos de la lógica racional. Esto es así no sólo en algunos momentos, sino que es así en todos los momentos de la vida de la mujer —aunque hay períodos en que se intensifica, como por ejemplo, durante la ovulación y durante la menstruación.

Uno de los retos más grandes para el hombre en el camino del Amor Sexual, es comprender la lógica de amor con que funciona la mujer, y sostener con ella un trato de amor, principalmente cuando la relación ha comenzado a tener algún tiempo. Al hombre —desde la racionalidad que más o menos lo caracteriza— le cuesta continuar funcionando dentro de un orden de amor ya cuando la estimulante magia espontánea del inicio de la relación se ha desvanecido. Que la lógica femenina sea la lógica del amor significa que de modo natural la mujer actúa o actuaría por amor, en cualquier circunstancia o etapa de la vida.

HOY LA MUJER NO ES TAN MUJER NI EL HOMBRE TAN HOMBRE

Sin embargo, por lo general la mujer ha sido educada para funcionar masculinamente: se le ha invertido la lógica real, se le ha implantado una lógica falsa, se le ha enseñado —y por desgracia ella casi, casi ha terminado creyéndoselo— una lista ideológica falsa en la que lo femenino es inferior a lo masculino, que la intuición vale menos que la razón, que la apariencia vale más que el corazón, que la gracia femenina depende de lo externo y de los cánones de belleza exclusivistas que el hombre se inventa en cada época, que el sexo no es amor ni se hace para ella, que el propio ego importa más que nada, que la guerra y la destrucción pueden ser algo cotidiano, que la proyectividad y la agresividad son superiores a la receptividad y a la vulnerabilidad, que la competencia es superior a la colaboración, que la velocidad y la superficialidad son más importantes que la sensorialidad profunda, que la rudeza y la fuerza son mejores que la sutileza y la sensibilidad, que la bravuconería es superior a la inteligencia, que la incomunicación y el aislamiento valen más que la comunicación y la solidaridad, que acaparar es mejor que compartir, que el tiempo se reduce a sufrir el calendario y ya no es una dimensión infinita y disfrutable, que la trascendencia no se halla en la vida cotidiana y en el cuerpo, que la espiritualidad no existe y es sólo un cuento oriental del que se puede hacer lucro, que un misil vale más que un jardín, que los asuntos políticos son más importantes que el gozo terrenal verdadero, que la promiscuidad es mejor que la estabilidad, que el amor es sólo un proceso bioquímico y reproductivo para la satisfacción del hombre y para la continuidad de la especie, y que el amor en que ella confía o anhela confiar es una formalidad, un romanticismo o una fantasía que nada tiene que ver con la «realidad». La mujer por sí misma no cree en esa lógica falsa, sino que cree todo lo contrario. En su lógica real toda la lista anterior se invierte o se armoniza, y el mundo sería un lugar grato y habitable. Pero ella ha sido programada durante siglos para creer en la falsa lógica. El cerebro de la mujer ha sido lavado.

El equilibrio de la pareja consiste en que la lógica femenina y la masculina se reúnan en armonía. La feminidad y la masculinidad son como la noche y el día: opuestos pero complementarios: uno sin el otro no pueden existir plenamente. Para que la paz y la felicidad comiencen a reinar sobre la Tierra, la mujer y el hombre ya deben ir juntos de la mano, armonizados en sus diferencias. La gracia debe ir de la mano de la fuerza, y asimismo el amor y el sexo, lo delicado y lo firme, lo misterioso y lo evidente, lo mágico y lo cotidiano.

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NO ES TAN SENCILLO COMO PARECE

Uno de los retos más grandes para el hombre en el camino del Amor Sexual, es comprender la lógica de amor con que funciona la mujer, y sostener con ella un trato de amor, principalmente cuando la relación ha comenzado a tener algún tiempo. Al hombre —desde la racionalidad que más o menos lo caracteriza— le cuesta continuar funcionando dentro de un orden de amor ya cuando la estimulante magia espontánea del inicio de la relación se ha desvanecido. Cuando el don del enamoramiento comienza a marcharse y los egos van emergiendo, la pareja se va abandonando a las formas humanas del desamor sutil con un ritmo casi invisible, que un buen día estalla en las primeras discusiones de pareja.

Normalmente ni hombres ni mujeres han sido educados en el amor real; pero la mujer por naturaleza está más cerca de armonizar con este orden real de la vida, y lo va a reclamar aunque no aparente estarlo haciendo. Mediante el amor ella lo comprende todo; sin amor ella no procederá hacia nada, por muy lógicos que sean los argumentos para una posición o la contraria frente a cualquier cuestión de la vida: lo que ella está reclamando no es nada de eso —aunque ella misma puede inconscientemente asumir ilusorias posiciones que en realidad no le interesan, y a partir de las cuales puede sabotear tanto un orden como el contrario. Lo que ella está reclamando, a veces sin siquiera darse cuenta, no es vencer con argumento, sino que la vida sea amor.

El éxito en el Amor Sexual depende de que el hombre —atravesando cualquier realidad emocional ilusoria generada por la creatividad natural de la mujer— aprenda a tratarla a ella con amor, venciendo los hábitos de desamor que rigen hoy la dinámica normal del mundo. Si él logra esto, la armonía del inicio reaparece como por arte de magia. Ella abandona cualquier barricada emocional, porque en lo más íntimo de sí ella sabe que nada de eso importa.