Neotantra ha sido el nombre de ciertas prácticas relacionadas con el Tantra y el sexo tántrico, y que han estado de moda en el mundo occidental durante algunas décadas ya. Más bien hay que decir que lo que ha estado de moda han sido versiones más o menos superficiales del Tantra, que crean mucha confusión y desencaminan a las personas del verdadero sexo tántrico.

Esas modas sexuales y de espiritualidad dudosa, llámense Neotantra o como se llamen, ni siquiera tienen que ver con una renovación del Tantra como para adquirir el derecho de colocarle un Neo- delante. Más que una renovación, son sobre todo una simplificación extrema que no conduce a nada y que provoca que los adeptos a la larga se decepcionen.

Tal es la confusión que la moda del supuesto sexo tántrico ha creado en los medios occidentales, que la imagen que montamos para el encabezamiento del presente artículo, debemos manejarla con tiento. No sería imposible que miríadas de personas comenzaran a llamar a ese número telefónico ficticio para “hacer sexo tántrico con las bellas chicas yoguinis 100 % dravídicas”. Así de confuso ha llegado a estar el conocimiento oriental visto desde Occidente.

Como veremos, el sexo tántrico no sólo ha sido el tema de numerosos negocios New Age, cursos dictados por “coach de Kama Sutra” y boutiques de juguetes sexuales y accesorios para el supuesto sexo tántrico —incluido el risible “sillón tántrico” o “sofá Tantra” para “practicar las 69 posiciones sexuales del Kama Sutra”. Por si esto fuera poco, el sexo tántrico además ha sido la temática fantasiosa de algunos canales de sitios web de porno, así como el gancho de prostitutas y prostíbulos especializados en “masaje tántrico” o “masajes de lingam” con “final feliz”.

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Y para qué hablar de los ebooks de Amazon Kindle sobre sexo tántrico, escritos por ghostwriters mediante el método de buscar keywords y crear refritos de “copypaste” sobre temas de los que no saben absolutamente nada, pero que están en boga y son útiles para vender.

No ya los mercaderes que se aprovechan de la fama del Tantra para vender sus productos, sino que ni siquiera los supuestos maestros del Neotantra y sus seguidores, se imaginan que el Kama Sutra y el Tantra no tienen nada que ver uno con el otro. Y es que la gran mayoría de los neotántricos ni siquiera se ha tomado la molestia de leer las escrituras originarias de la verdadera tradición tántrica, que no son nada fáciles de leer pero que contienen el conocimiento del sexo tántrico real.

Lo que se denomina Neotantra no logra ser profundo debido a que sus seguidores y “maestros” nunca investigan en las fuentes originales del sexo tántrico de la India y el Tíbet, y terminan por no comprender el Tantra verdadero y tener que inventarse su propia versión de Neotantra, que nada tiene que ver con el Tantra. Por fortuna, la moda de Tantra y sexo tántrico ha comenzado a disminuir, si bien la confusión y la desinformación con respecto al Tantra han aumentado.

Y decimos “por fortuna”, no porque el conocimiento tántrico esté de más, sino porque ahora, sin el ruido de las modas, tal vez sea posible que en el mundo occidental empecemos a comprender realmente el enorme poder del Tantra y del sexo tántrico.

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Neotantra vs. Tantra: El verdadero sexo tántrico es el tradicional

Resulta normal que, al cabo de unas pocas décadas del auge de la espiritualidad oriental en Occidente, las personas occidentales que más seriamente han asumido los caminos espirituales provenientes de la India y sus alrededores —y del Oriente en general—, hayan comenzado a notar los límites de la visión occidental con respecto a dichos caminos. En este caldo de cultivo, el Neotantra ha surgido como uno de esos «nuevos» caminos que los occidentales han asumido como la práctica moderna del sexo tántrico o del Tantra.

En el caso del Tantra —que por trabajar con la energía sexual, siempre ha sido uno de los más populares y más propenso a generar apasionadas modas pasajeras—, la malinterpretación de la vía tántrica, y en especial de la sadhana sexual, ha sido mayúscula, y el seguidor ingenuo muy pronto chocó con el hueso duro de roer que es el trabajo real con la energía sexual, mucho más allá de las primeras promesas de “placer divino” express y fácil, sin el menor sacrificio del propio ego a cambio.

En el peor de los casos, el neófito irresponsable pagó con su propia salud mental esa irrupción imprudente en un nivel de energía como el sexual —sin dudas la base de la mente—, que si bien es cierto que te puede elevar hasta el cielo, eso es siempre a cambio de que el viaje inicie en el infierno que todos llevamos dentro: sin extinguir el infierno, desde su propio núcleo en nuestro interior, no hay paraíso posible. Lo demás son leyendas de religiones paternalistas, a las que la mente occidental ha estado tan habituada ya durante milenios.

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No se puede negar que, para una mente como la occidental —acostumbrada a sentirse capaz de todo, con derecho a todo y mejor que todos, habituada a tomar las cosas por las buenas o por las malas, o a encontrar los resultados mediante ejercicios físicos simples, cuando no a la distancia de una pulsación de tecla—, para la mente occidental descubrir de repente que lo que debía ofrecer en sacrificio era el propio ego —¡la mente misma!, ¡el alfa y el omega de todo!, ¡el centro ilusorio que supuestamente buscaba la emancipación!—, ha sido el precio más alto e inaudito que le hayan propuesto abonar alguna vez a cambio de un “beneficio”.

El Neotantra es «un enema para los chakras»

No es raro que la mente occidental en gran medida —y salvo honrosas excepciones— haya colapsado dentro de un camino como el Tantra, y en general dentro de los caminos espirituales de Oriente y de América precolombina, que si parten desde un punto, es precisamente el de desmantelar el ego, el parásito advenedizo que habita la mente y la coloca en una postura cognitiva muy precaria con respecto a la realidad real —mucho más allá de la que han descrito, primero la religión organizada, y luego la ciencia.

No obstante, las personas occidentales actualmente parecen “estar de vuelta” de esas modas orientalistas y tántricas, ya sea que, una de dos, o hayan abandonado el camino, o que por fuerza éste haya dejado de ser una moda. Muchísimos han dejado por completo cualquier tipo de búsqueda del Tantra —incapaces de congeniar la verdadera sadhana tántrica con la actitud interior más bhakti que traen del cristianismo. La devoción asexual y el ascetismo —que los occidentales llevan más programados de lo que creen— nada tienen que ver con el Tantra, que es un camino nada devocional ni gregario, al menos en el sentido tradicional de estos términos.

Otras personas occidentales, las menos, han profundizado y descubierto los límites de eso que se ha dado en llamar Neotantra, y realmente han dado pasos fundamentales para convertirse en verdaderos tántricos, que ya no en tántricos de boutiques New Age. Pero como decimos, estos son los menos.

En la mayoría de los casos, el Tantra en Occidente sigue siendo lo que jocosamente Hugh B. Urban —de seguro actualmente uno de los mayores estudiosos occidentales del Tantra— llamó: “un enema para los chakras”. Eso cuando no se trata de un mero bazar donde se venden muebles “tántricos” para poner en práctica posiciones del Kama Sutra, sin que importe que el Tantra y el Kama Sutra no tiene casi nada que ver.

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Neotantra, pornografía y burdeles de sexo tántrico

[Ser tántricos] «Va inmensamente más allá de volverse
seres humanos decentes. Tiene que ver con cómo nos
vamos a apoyar mutuamente para alcanzar la iluminación,
lo cual es otro nivel de la interacción total. Esto podría
involucrar cosas que ordinariamente no parecen decentes».

MIRANDA SHAW

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Una de las mayores tergiversaciones con respecto al sexo tántrico, es relacionarlo con la pornografía y con la prostitución, tal como hoy entendemos estos dos «departamentos» de la experiencia sexual humana. Desde presuntas escuelas de Neotantra, practicantes al por mayor de sexo tántrico y hasta supuestos masajistas tántricos, ofrecen sus servicios por «módicos» precios. Sin entrar ahora en el cine convencional «tántrico», cualquiera ha visto películas porno que se basan en temáticas tántricas y en general de erotismo oriental.

Muchos también han conocido burdeles que tematizan y aderezan sus servicios con tópicos sobre la «Diosa», el «placer divino», «las posturas bizarras», las «técnicas tántricas ocultas», los “toques secretos”, los masajes sofisticados con “final feliz” (siempre es eyaculación), y fábulas por el estilo para resaltar dentro del «Worldwide Escorts Directory». Pero éstas no son más que fabulaciones que se tejen para renovar y hacer atractivo una vez más el desgastado sexo por negocio —invenciones que a través de la Internet son todavía más fáciles de tejer y anidar, pues se basan sólo en el diseño gráfico y web.

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­No es qu­e el Tantra sea casto y puro, o algo así, ni que rehúya púdicamente o desvíe la mirada frente al sexo explícito o a las prácticas sexuales bizarras o imaginativas —pues más bien, por no hablar ahora de las imágenes tántricas explícitas conocidas por todos, digamos que en el Tantra hay prácticas de devoción y terapia sexual que sonrojarían o pondrían a vomitar, de puro rechazo mental, al más desfachatado pornostar y a la más descocada prostituta —de esas que hacen lo que sea por dinero.

La cuestión es que el sexo tántrico no tiene nada que ver, ni de lejos, con lo que hoy entendemos por pornografía y por prostitución, a pesar de que las prostitutas temáticas se hagan llamar nada menos que «Dakinis», y de veras crean estar haciendo una manejo espiritual de la energía sexual.

El maithuna o rito sexual tántrico no guarda relación alguna con una de esas burdas y cortas ordeñadas al hombre en las que siempre termina la escena porno —este aderezada o fabulada con lo que sea: siempre termina en lo mismo—; ni mucho menos el sexo tántrico tiene que ver con una lechada vengativa y alevosa en el rostro o en los pechos de una mujer, que para un tántrico son dos de los lugares más sagrados que existen.

En el sexo tántrico, el acto sexual busca adorar a la mujer —para lo cual se requieren años de entrenamiento y de superación del ego—, y el maithuna con ella jamás termina en eyaculación. Como dijo Mircea Eliade: «Tenemos que recordar que el maithuna no debe terminar jamás en una emisión seminal: ‘boddhicittam notsṛjet’, ‘el semen no debe ser eyaculado‘, repiten los textos. De lo contrario, el yogui cae bajo la ley del tiempo y de la muerte como cualquier otro libertino» (Yoga, inmortalidad y libertad). El uso que el pornostar hace de la vagina de la pornostar no difiere mucho de bombear un retrete para destupirlo.

­La prostitución occidental y el sexo tántrico

Por otra parte, en su menester meretricio, las matronas y prostitutas de burdeles «tántricos» de veras a veces creen ser sacerdotisas y devadasis (prostitutas sagradas) de Shiva y Shakti. Pero la prostitución sagrada no tiene nada que ver con que hombre y mujer usen a hombre y a mujer para propósitos de satisfacción sexual pasajera egoica. El sexo tántrico es para la iluminación, no para la satisfacción individual —aunque la incluye, y en grande.

La prostitución normal, ayer y hoy, ha sido considerada, incluso dentro de las repúblicas platónicas ideales de Agustín y Tomás de Aquino —y así fue en la práctica durante el período victoriano en Inglaterra—, la «imprescindible» cloaca femenina en la cual los hombres, ya que no en sus esposas, iban a verter sus residuos seminales, para poder seguir tirando dentro una represiva institución como la familia, junto a sus, por el mismo motivo, histéricas mujeres.

Prostitución sagrada: Una institución antigua

La prostitución sagrada ha existido por lo menos desde hace 5000 años, y ninguna semejanza tiene con la idea patriarcal de la prostitución de usar sexualmente a una mujer previo pago —aunque por motivos de este mundo, que nada tenían que ver con la institución original, ya en tiempos patriarcales (a partir del cuarto milenio a.n.e) la prostitución sagrada con frecuencia devenía prostitución a secas.

Una prostituta sagrada de tiempos arcaicos tenía más que ver con lo que hoy entendemos con una asceta, que con una prostituta actual; sólo que en este caso el vínculo con lo divino —para la prostituta misma y para el hombre u hombres que hacían sexo con ella— se establecía mediante el gozo sexual —una práctica bastante más sabia que establecer el vínculo mediante objetos o personas que dicen estar capacitadas para ello.

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«Divide y vencerás» también se puede decir en sánscrito

Tal como los cristianos quemaban a brujas y otros disidentes durante el Medioevo occidental —y bastante después—, así muchos occidentales en esa época hubieran quemado en la hoguera a los mismos tántricos que hoy dicen seguir —y algo como eso han hecho a la postre en algunos casos, sólo que ahora mediante hogueras mediáticas y digitales, bajo la forma de escándalos y manipulaciones de la opinión pública.

Varios de los ridículos escándalos perpetrados contra maestros tántricos a lo largo de más de 40 años ya, no han sido sino manipulaciones mediáticas para deshacerse de esos cabecillas “pervertidores de jóvenes” que con tanto poder lograban apartarlos de sus destinos como canteras del consumismo y de la familia patriarcal.

Pocos maestros tuvieron la claridad como para mantenerse limpios dentro de los grupos que ellos mismos formaban. Y los escándalos que no fueron creados por los mismos “seguidores”, muchas veces fueron apoyados por ellos, nuevamente convertidos en títeres de la misma mentalidad que decían estar dejando atrás. Decimos esto sin negar que en algunos casos fueron los mismos gurús quienes dieron pie a los escándalos, posiblemente porque tampoco ellos habían realizado lo suficiente la vía tántrica, y tenían los mismos lastres que sus discípulos. Estas son algunas de las más nocivas consecuencias de practicar caminos sexuales en grupo.

Como no hace mucho ha demostrado Edward Snowden, la libertad de expresión se puede volver un arma de doble filo, cuando el Poder te alienta a que desembuches toda tu información personal en las redes sociales y en los mass media, para lograr conocerte a la perfección y poder controlarte mejor —especialmente cuando sea necesario, es decir: cuando te vuelvas inconveniente para el Poder y conveniente para la humanidad.

En esto de alentar en las redes sociales y los medios una actitud que podemos llamar, más que libertad de expresión, automatismo psíquico —en el sentido que le daban a este término los dadaístas, surrealistas, y otros: expulsar hacia afuera todo lo que llevas dentro sin el menor control—, los sistemas «democráticos» han demostrado ser tan orwellianos como los sistemas totalitarios: desde mucho antes de la caída del Muro de Berlín, la democracia entre comillas y el totalitarismo sin comillas, han bebido tanto uno del otro, que hoy ambos modelos políticos forman un híbrido muy semejante en sus maquiavélicos medios y fines, salvo algunas cositas distintas.

Así como el Occidente quema en modernas hogueras mediáticas y digitales a todo camino seriamente disidente del mainstream —sólo quienes son “jocosamente” disidentes, pueden sobrevivir dentro de ese chiste llamado “democracia”—, del mismo modo el Tantra es “quemado en la pira” una y otra vez por la oficialidad hinduista en la propia India actual, que hace todo lo posible por extinguir esa supervivencia de culto sexual a la Diosa prearia que es el Tantra: anti-devocional, anti-casta, anti-especulativo, anti-hegemónico, anti-todo, consumidor de “sustancias prohibidas”, y especialmente transgresor de todo tabú sexual —eso que el occidental tanto teme pero que tanto le seduce.

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En ciertas partes de la India los tántricos han fomentado el sexo ritual entre hombres de casta superiores y doncellas de castas inferiores o descastadas, precisamente para, mediante la adoración sexual de la mujer, romper el orgullo o la vergüenza de casta y la diferencia entre los seres humanos. La oficialidad hinduista en la India lanza contra esa espina tántrica campañas mediáticas difamatorias, realmente muy semejantes a las que en el mundo occidental actual se hacen en los mass media contra todo lo que disienta del mainstream, ya que hoy, ¿gracias a dios?, no se usan hogueras físicas sino virtuales (cfr. Hugh B. Urban: Tantra Sex, Secrecy, Politics, and Power in the Study of Religion). “Aplastar a la disidencia” parece ser un mal común de los indoeuropeos, antigua casta de la que los occidentales y los arios de la India se derivan por igual.

A los tántricos occidentales les está ocurriendo lo mismo que les ocurrió a las transgresoras Vanguardias Artísticas a principios del siglo XX: el sistema está empezando a absorberlos y a nutrirse, con toda falacia, de lo que supuestamente le iba a contracorriente, y así poco a poco la versión occidental del Tantra —a base de escándalos mediáticos, sustos depurativos, discípulos renegados, egos restaurados, y reinterpretaciones a conveniencia— se ha ido convirtiendo en una imagen de postal, en un discurso de publicidad exótica para la cada vez más abundante mercadería sexual, o en una escuelilla erótica “inofensiva y útil”, tan ineficaz como la mayoría de las terapias de pareja.

El apellido «tántrico» —restaurantes tántricos, velas tántricas, alcobas tántricas, masajes tántricos, FBSM (Full Body Sensual Massage) tántricos, consultas tántricas, novios tántricos, y como ya vimos, porno tántrico, prostíbulos tántricos…— se le pone hoy a cualquier cosa que pretenda marcar una diferencia dentro de la agotada sexualidad occidental, luego de que el Mercado la usa y desgasta como batería del consumismo, mientras la pornografía bizarra, como un narcótico recreativo —éste no es de los “prohibidos”— la entretiene y la anestesia con promesas de una hipersexualidad que cada vez dura menos minutos.

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El auge de la moda tántrica —que ya ha dejado atrás su epicentro— fue una época en la que el Mercado y la sociedad tradicional se aterraron al ver que perdían su cantera tradicional de esclavos: las generaciones jóvenes y adolescentes, “extraviadas” fuera de las instituciones tradicionales y dentro de sectas sexuales que no eran menos opresivas que las religiones occidentales típicas, si bien iban en sentido opuesto: hacia la izquierda, hacia adelante y hacia abajo.

Pero ya hoy prácticamente no hay peligro, y esas generaciones ya no tan nuevas han vuelto a ser llevadas con soga corta por el Mercado, por las instituciones tradicionales, y por la sexualidad oscilante entre la represión diurna y el libertinaje nocturno, si bien ahora con “lo tántrico” digerido en la mercadotecnia. Ya no hay otro “mal ejemplo” para las novísimas generaciones que aquel que le dan las instituciones tradicionales, la familia, los centros educativos convencionales, las religiones, los políticos, y muy especialmente los mass media. Ahora todo ha vuelto a estar “en orden”.

Profundizar para comprender

El occidental que no se queda con la visión idílica del neotantra como adoración «oriental» de la mujer, y de los «masajes tántricos» como terapia matrimonial, y en cambio se adentra a investigar un poco más a fondo el entramado intrahistórico del enorme subcontinente múltiple que es la India —o más bien el Indostán—, muy pronto descubre que allí la adoración de lo femenino —es decir, el Tantra en sus diversas líneas dentro del hinduismo, el shivaísmo, el budismo, e incluso el vishnuismo—, es más bien una anomalía, especialmente en su variante sexual, y que en el Indostán las mujeres son mayormente igual de subvaloradas y discriminadas que en otras partes del mundo, cuando no aun más abusadas. Y no nos referimos solamente al mundo ario de la India, sino muy especialmente al mundo dravídico —cuyas mujeres nada tienen que ver con las de Bollywood, y mucho menos con las de Hollywood.

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Por supuesto, creer que el Tantra es solamente una manera sofisticada y “oriental” de hacer el amor —aunque también de hecho es eso—, o una buena terapia para salvar matrimonios —que también lo es—, o incluso un recurso exótico para el ligue, es reducirlo a su límite mínimo, y dejar de ver que es todo un camino de vida que implica todas las horas y todas las energías del practicante, si es que quiere hacerse siquiera una idea de lo que es la iluminación alcanzada por vía sexual.

De ningún modo se puede tener con respecto al Tantra la actitud de quien va a ello como va al centro de trabajo o de estudios, algunas horas cuando más, y luego se quita el uniforme, se pone el traje de la noche, y sigue con su “vida real”. Esto es lo que han hecho miles de occidentales, y obviamente por eso el Tantra les ha durado lo que dura un trago en la barra de un pub erótico, y lo que es peor para el occidental: de ese modo epidérmico el camino tántrico no genera logros evidentes. Pero eso no es culpa del Tantra, que en verdad es un camino poderoso si los hay, con un gran potencial iluminador para quien lo siga a cabalidad, pero con un potencial de peligro para quien lo siga irresponsablemente.

Las propuestas del Tantra son muy reales, son algo muy serio, que de ningún modo ha de ser tomado a la ligera. Sin embargo, y por desgracia, al parecer esto es pasado por alto no sólo en la mayor parte de Occidente, sino incluso en gran parte de la India. Según se ha dicho —y al igual que ocurrió con el budismo en su momento—, en ninguna parte del mundo hay hoy menos tántricos que en la India. Pero si es cierto que el sexo tántrico tiene como destino triunfar más en el mundo occidental que en el oriental, ya debemos realmente ponernos serios, pues la hora del verdadero Tantra está empezando a dejarnos atrás.

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