Todavía hay personas que creen que el semen es una sustancia única que los testículos disparan a través de la uretra del glande del pene —lo mismo que hay personas que todavía creen que hay que eyacular siempre, porque, si no eyaculas, la leche seminal “se acumula”, “se fermenta” y «se vuelve queso».
La ilusión de que el semen es “un disparo” realizado por los testículos refuerza la idea de que la eyaculación es un proceso incontrolable, cuando en realidad es perfectamente controlable si aprendemos a hacerlo.
Estos son prejuicios casi medievales que todavía existen por ahí, y que son lo primero que hay que eliminar en el camino de aprender a hacer bien el amor. Hoy nos vamos a referir con un poco de detalle al mito de los testículos que “disparan semen”, y otro día hablaremos del mito de la “leche seminal fermentándose y convirtiéndose en queso”. Veámoslo con la estructura de “El prejuicio” y “La verdad”.
PREJUICIO: El semen es una sustancia única, que se fabrica en los testículos y desde estos se dispara en el momento de la eyaculación. Éste es un prejuicio sexual que escuchamos cotidianamente, e incluso en quienes están informados de que no es así, subliminalmente persiste el prejuicio debido a lo viejo que es.
VERDAD: El semen es un compuesto formado por varias sustancias, aportadas básicamente por las vesículas seminales, la próstata y los testículos. Estas sustancias no están mezcladas de antemano, sino que se mezclan justo en el momento previo a la eyaculación, en el fondo de la uretra, desde donde la mezcla seminal es disparada mediante contracciones musculares. Como en el momento de la eyaculación el cuello de la vesícula se cierra herméticamente, durante las contracciones al semen no le queda otro remedio que salir disparado por la única abertura posible: el extremo opuesto de la uretra a través de la cabeza del pene o glande.
Normalmente, una crecida significativa de placer masculino —lo que se llama “umbral eyaculatorio” o “punto sin retorno”—, desencadena este reflejo eyaculatorio en el hombre en el que el orgasmo y la eyaculación son un solo proceso. De modo automático, en casi todos los hombres el orgasmo y la eyaculación ocurren simultáneamente. Pero estas dos cosas pueden separarse, logro que convierte al hombre en un gran amante. En verdad el hombre, con entrenamiento, puede aprender a controlar voluntariamente su reflejo eyaculatorio, y el éxito en esto comienza por comprender los detalles del proceso de la eyaculación.
Las 2 fases de la eyaculación
La eyaculación consta de dos momentos:
- Una primera fase, llamada emisión, durante la cual las glándulas sexuales masculinas depositan sus respectivos fluidos en la uretra anterior —la porción más profunda de la uretra, junto al esfínter externo vesical, por dentro de la próstata.
- Y una segunda fase, llamada expulsión, durante la cual la mezcla seminal es expulsada hacia afuera del cuerpo mediante contracciones musculares, mientras el hombre experimenta un paroxismo de placer llamado orgasmo.
El verdadero control de la eyaculación consiste en aprender a mantener los líquidos seminales sin emitirse a pesar de que el placer crezca. Y a la larga, el mayor control eyaculatorio consiste en lograr mantener el semen sin moverse del interior de sus glándulas a pesar de que ocurra el orgasmo —a lo cual se llama orgasmo sin eyaculación. Esto se resume en algo que ya hemos dicho otras veces: el verdadero control de la eyaculación es control de la emisión, más que control de la expulsión.
Control de la emisión
Si el hombre permanece consciente mientras hace el sexo, y no abandona la actividad sexual a lo automático, la etapa de la emisión puede ser perfectamente mantenida a raya por él. Con práctica y entrenamiento, esto es perfectamente controlable por la voluntad. Es decir: el hombre, gracias a los ejercicios recomendados, y con gran empeño de conciencia, puede decidir que el semen no se mueva del interior de los órganos eyaculadores, porque él sí tiene albedrío para decidir que no ocurra la emisión.
Mediante una comprensión consciente de sus sensaciones sexuales, él puede manejar su cuerpo para que el placer no mueva el semen de dentro de sus glándulas —práctica que tradicionalmente se ha llamado coitus reservatus, y se basa por completo en esta posibilidad de navegar siempre en el nivel de placer por debajo del “umbral eyaculatorio” que mueve el semen de dentro de sus reservorios.
Hay que reiterar que el control verdadero se ocupa de impedir la emisión, lo que es relativamente simple de lograr. En cambio, la etapa de la expulsión —durante la que, como vimos antes, ciertos músculos tienen espasmos involuntarios para disparar el semen— es tremendamente automática, y es casi seguro que el hombre no podrá detenerla cuando ha sido echada a andar por el sistema nervioso autónomo.
Cuando esta segunda fase expulsiva llega, significa que el hombre ya desde antes se ha abandonado al automatismo sexual, e “inconscientemente” dio paso a la emisión para ir tras el orgasmo. Es probable que en ese momento lo mejor sea permitir que la expulsión ocurra completa, y dejar la práctica del control eyaculatorio para la próxima ocasión. El truco está en no ser sorprendido por la expulsión, es decir: mantenerte alerta para que no ocurra lo primero: la emisión.
Deja tu comentario