No hay contradicción entre el título y la imagen de este artículo: en el acto sexual la mujer puede estar colocada encima del hombre y moviéndose con pasión, y no deja de ser pasiva por eso. Pasividad no es lo mismo que inactividad. Los roles en el sexo se fundamentan en la energía básica y son siempre los mismos: la mujer sigue siendo pasiva aunque esté encima moviéndose, y el hombre sigue siendo activo aunque esté debajo sin moverse.
La pasividad tiene que ver con dejarse conducir, no con no moverse. Sin embargo, es necesario que la mujer permanezca por ahora inactiva durante el acto sexual, hasta tanto el hombre recupere el control de su eyaculación, y hasta tanto ella misma aprenda a estar realmente presente durante el sexo, con la conciencia despierta y no en un mundo de ensueños. Y además, conviene que al principio del acto ella se deje conducir hasta que su erotismo realmente despierte, sin necesidad de fingir el placer. Pero como, reiteramos, pasividad no quiere decir inactividad: cuando el hombre ya está recuperando su control sexual, y la mujer está mentalmente presente y está comenzando a sentir placer real, entonces tanto ella como él pueden hacer todo lo que deseen para dar y recibir placer y amor, sea cual sea la posición sexual que prefieran. Esto es disfrutar del sexo con verdadera libertad.
Es curioso que la supuesta libertad sexual de la actualidad —esa libertad confusa que proclama como un logro que la mujer necesita tomar la iniciativa en el sexo, y que eso es emancipación— poco a poco conduzca a un creciente desenfreno sexual, a la insensibilidad vaginal, y a la sustitución del amante real por un juguete sexual. Esa supuesta emancipación luce como una flamante conquista solamente en la vida pública, pero en la intimidad no le funciona a nadie. El desenfreno sexual es una búsqueda obsesiva y confusa del sexo, que siempre se queda en búsqueda y no encuentra nada: el desenfreno sexual es un síntoma de que en realidad el acto no está funcionando bien. Para que funcione realmente, la mujer y el hombre deben aprender a jugar sus roles naturales en el sexo. Si hoy el sexo no es algo lo suficientemente satisfactorio ni amoroso, eso en gran medida se debe a que el hombre y la mujer no están realizando plenamente sus roles naturales en el sexo y en el amor. Sólo desde el rol natural se puede subvertir la forma.
La mujer es la amada: ella es el amor puro como dimensión física y espiritual, como lugar en que el amor nace y es realizado; el hombre es el amante: él es el amor como intención y como impulso a la acción. Solamente partiendo desde esta condición de amada y amante, es que ellos pueden pasar a hacer lo que quieran, incluso lo contrario. La testosterona, la hormona que normalmente se asocia con la chispa que inicia la pasión sexual, se encuentra en mucha más cantidad en el cuerpo del hombre.
Los roles naturales del hombre y la mujer están determinados básicamente por su género: por la forma de sus genitales, y por la naturaleza psíquica diferente de cada género, que implica un natural estado de conciencia diferente para la mujer y para el hombre —en cuanto a ritmos, maneras de percibir, de funcionar, etc. Estos roles de la mujer y el hombre son opuestos, pero complementarios, y eso los convierte en pareja natural no sólo en el sexo, sino también en la vida. Negar esto es la fundación del sufrimiento sin remedio.
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