Normalmente la mujer no conoce el orgasmo múltiple —a pesar de que ella es multiorgásmica por naturaleza. Pero si bien es cierto que la mujer no conoce el orgasmo múltiple, hay que decir que mucho menos lo conoce el hombre. Una buena manera de que el hombre pueda asomarse un poco a lo que sería experimentar el orgasmo múltiple, es la masturbación relajada y sin obsesión eyaculatoria.
Con «masturbación relajada» nos referimos a que durante la masturbación el hombre se dedique a jugar con el placer y aproveche ese gozo para aprender a no lanzarse en picada tras el orgasmo eyaculatorio. El quid está en acercarse y acercarse cada vez al orgasmo —e incluso a veces experimentar pequeños orgasmos—, pero sólo llegando hasta el nivel en que el hombre sepa que no se le desencadenará el reflejo eyaculatorio. Toma práctica lograrlo, y probablemente lo primero que te ocurra sea que no lo logres.
Gracias a este delicioso ejercicio —si él lo hace con paciencia y constancia, sin renunciar por no haberlo logrado al principio—, el hombre puede conocer bastante pronto el orgasmo múltiple, es decir, tener muchos orgasmos sin haber eyaculado, o habiendo eyaculado muy poco —»ahorrando municiones», como se dice—, o eyaculando por completo solamente durante el último orgasmo. En otros escritos ya hemos dicho que orgasmo y eyaculación son dos procesos distintos. Es algo que hay que comprender antes de lograr experimentar el gozo del orgasmo sin la caída en picada que es la expulsión del semen.
Normalmente en la adolescencia o la preadolescencia el varón comienza a masturbarse. Y suele tener que hacerlo a escondidas, furtivamente, muy rápido, para poder evitar las bromas o los juicios de quienes le rodean. Por desgracia, de ese modo el hombre aprende a ser eyaculador anticipado: se masturba frenéticamente para llegar cuanto antes a una eyaculación que es el precio a pagar por el orgasmo. Así pues, el ejercicio que acabamos de presentar es como «caminar al revés» y «desaprender» esos viejos errores: aprender que no hay por qué correr cuanto antes tras la eyaculación si puedes disfrutar de lo mejor, que es un camino orgásmico.
Si el hombre aprende a no obsesionarse y a no correr cuando está en vísperas del gran placer e incluso de la sacudida orgásmica, es posible que así él —a largo plazo— vaya siendo capaz de llegar al orgasmo muchas veces sin eyacular, debido a que la falta de apuro y de obsesión ayudan a inmovilizar el semen aunque el placer crezca. De hecho, éste es un gran ejercicio para aprender a disipar la obsesión sexual y la prisa en el acto sexual con su pareja. Con una posibilidad práctica que ningún otro ejercicio le brinda, el hombre podrá entrenarse en el arte de permanecer en el placer sin lanzarse a correr tras la eyaculación, e incluso no perder la conciencia ni siquiera durante los orgasmos.
Es ciertamente un entrenamiento que ayuda a disipar el egoísmo sexual —y el egoísmo en general—, y hace al hombre evolucionar no sólo física sino incluso espiritualmente, en términos de una atención más profunda durante la vida cotidiana, y de percibir bastante más allá de los límites que impone el estado de conciencia habitual del ser humano. El gozo sexual ayuda a que tal aprendizaje sea dulce.
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