Según Richard Evans Schultes y Albert Hofmann, en su libro Plantas de los dioses:
“En la mitología griega, las ménades de las orgías dionisiacas se arrojaban con los ojos dilatados a los brazos de los hombres que adoraban a Dionisios (dios del vino), o bien «con ojos de fuego» caían sobre ellos para despedazarlos y comérselos. Es posible que el vino de las bacanales fuera adulterado con el jugo de la belladona. Sin embargo, fue en los albores de la época moderna cuando la belladona asumió su papel más importante en la brujería y en la magia. Era uno de los principales ingredientes de las pócimas y los ungüentos empleados por brujos y magos. Había una mezcla muy potente que contenía belladona, beleño, mandrágora y la grasa de un niño nacido muerto, que se frotaba sobre la piel o se insertaba en la vagina para ser absorbida. La famosa escoba de las brujas tiene una larga historia en las tradiciones mágicas europeas. En una investigación realizada en 1324 por sospecha de brujería se informó que «al revisar el armario de la dama se encontró un tubo de ungüento con el cual engrasaba un bastón; sobre este cabalgaba a trote y galope contra viento y marea y como ella quisiera».
Más tarde, en el siglo XV, un documento muy parecido señalaba: «Pero el vulgo cree, y las brujas confiesan, que en ciertos días y noches untan un palo y lo montan para llegar a un lugar determinado, o bien se untan ellas mismas bajo los brazos o en otras partes vellosas, y a veces llevan amuletos entre el cabello». Porta, un contemporáneo de Galileo, escribió en 1589 que bajo los efectos de la pócima preparada con estas plantas solanáceas «el hombre siente a veces que se convierte en un pez y, aleteando con los brazos, se echaba a nadar en el piso; a veces parecía que saltaban del agua para volver a hundirse. Otros creían que se habían convertido en un ganso: comen hierba y picotean la tierra con sus dientes como un ganso; de vez en cuando cantan y aletean». La mandrágora se tornó famosa en la magia y en la brujería a causa de sus poderosos efectos narcóticos y por la forma tan extraña de su raíz. Sería difícil encontrar un mejor ejemplo de la aplicación de la filosofía llamada doctrina de las signaturas; la raíz de esta planta perenne, aunque en primera instancia no lo parezca, tiene tantas ramificaciones y es tan retorcida que, ocasionalmente, se llega a parecer a un cuerpo humano”.
(Tomado de Richard Evans Schultes y Albert Hofmann: Plantas de los dioses.)
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