La belleza masculina verdadera no es externa: nace de la capacidad que el hombre desarrolle para hacer el amor y para tomar el amor del cuerpo femenino. Al ser amada y comprender el amor real, la mujer deja de engañarse con los estereotipos de siempre y percibe de un nuevo modo: ve que es bello todo hombre que sea un verdadero amante, y por el contrario, deja de ver bello al hombre que no busca aprender a hacer el amor con verdadero amor —no importa cuánto la apariencia de él antes la haya convencido por tener que ver con formas de belleza externa convencional. Al calor del amor, la mujer comprende que el hombre que se preocupa por su físico o su intelecto para atraer él a la mujer, sólo se ama a sí mismo, y cuando consiga estar con ella, la usará para complacerse a sí mismo. El hombre y la mujer que realmente van a amar, no se ocupan de esas cosas.
La belleza masculina verdadera no radica en una determinada forma corporal, ni en cierto desarrollo muscular o intelectual, ni en el color de los ojos, ni en la estatura, ni en la gravedad de la voz, ni mucho menos en la raza, o el modo de caminar, o de hablar, o en cierto estatus económico o profesional, o manera de proyectarse, con predominancia, principalía, o incluso arrogancia —lo que se pueda llamar «macho alfa», que aunque tal vez sea visto como socialmente conveniente, en realidad es un verdadero rezago de animalidad. Si la mujer todavía se interesa en todas estas cosas, es porque hasta hoy ella no ha conocido nada mejor.
La mujer hasta ahora ha vivido mayormente apegada a estas formas masculinas externas, y por eso el amor real continúa hoy siendo algo prácticamente inexistente. Ella lo elige a él tomando en cuenta esas vanas apariencias, y a medida que la relación o el sexo avanzan y ella siente que no hay amor real en nada de eso, ella termina aborreciendo lo que antes prefirió —aunque casi siempre va a buscar los mismos patrones en otro hombre, para seguir en un acostumbrado círculo vicioso sin amor. La mujer debería comenzar a considerar al hombre de otra manera, si es que de verdad ella quiere conocer el amor real.
El hombre también deberá cambiar y convertirse en amante verdadero, para que la mujer guste de él realmente por amor y comience a desapegarse de esos viejos patrones externos sin amor, que en realidad también son una tiranía para el hombre —él tan pronto puede ser elegido como rechazado según patrones frívolos que cambian como cambia de dirección el viento.
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