Existe un mito famoso sobre el que tal vez fue el primer concurso de belleza femenina de la historia. Se dice que en cierta ocasión —y por motivos que ahora serían muy largos de contar— el dios Zeus encomendó a un joven troyano llamado Paris que seleccionara cuál entre tres diosas, Afrodita, Atenea y Hera, era la más bella. Paris llevaba una manzana. Se trataba de la famosa “manzana de la discordia”, que además de estar hecha de oro macizo, tenía una inscripción que decía: PARA LA MÁS BELLA, y sería el premio para la diosa elegida.
Cada una de ellas se desnudó y exhibió —como en una pasarela— sus exquisitas formas femeninas frente a Paris, para que él decidiera. Existen muchísimos cuadros de todas las épocas que ilustran este momento. Cada cuadro sobre el Juicio de Paris —relacionado con el tema de las “Tres Gracias”— trata de pintar a las diosas según los ideales de belleza del momento; y es asombroso ver cómo cambia la idea de la belleza de una época a otra: en una época las “Tres Gracias“ son regordetas, en otra muy delgadas, unas son altas, otras bajitas, unas rubias, otras morenas, unas maduras, otras aniñadas, los tipos de rostro y cuerpo varían mucho… Pero a pesar de las variaciones entre una época y otra, en cada época la mujer que no cumpliera con esos parámetros no era considerada bella. No hay nada de objetivo en los ideales de belleza, y de todos modos los percibimos como si fueran absolutos. ¡Vaya modo de venir al mundo a sufrir!
La elección de Paris recayó sobre Afrodita, quien por gratitud le concedió el don de que la mujer “más linda del mundo”, Helena, se enamorara de él. Pero como Helena estaba casada, él tuvo que raptarla, lo cual provocó la Guerra de Troya, una de las más cruentas de la Antigüedad. Los certámenes de belleza —desde el antiguo Juicio de Paris, hasta los actuales concursos de Miss Universo televisados— establecen tiránicos cánones de belleza, y hoy como ayer eso sólo provoca competencias, rivalidades, discordias, y sufrimientos de todo tipo.
La verdad sobre la belleza femenina es que toda mujer es bella por naturaleza. Ninguna mujer necesita compararse con otras. Cada mujer es un universo de belleza con leyes propias: ninguna necesita parecerse a otra para ser bella. Cada mujer tiene una belleza perfecta en sí misma, y es un diseño completo con sus propios patrones de belleza. Hacer el amor bien y alcanzar dulces orgasmos embellece a cualquier mujer. Lo que el hombre debe aprender no son falsos ideales de belleza femenina, sino a controlar su eyaculación para poder hacer el amor bien con la mujer.
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