Toda mujer es bella por naturaleza. La belleza femenina es sólo el hechizo inicial que atrae hacia una aventura más profunda, de amor infinito. Ser realmente amada en el sexo, le devuelve a la mujer su gracia natural. Ella se llena de una luminosidad corporal inexplicable, se hace absolutamente bella y atractiva en sus propias formas, y recupera su magnetismo y su misterio. Tal como se practica por tradición, el sexo habitual le quita a la mujer su belleza natural y le da un ego que ella no desea —y entonces es que, confundida, ella se ve forzada a imitar los tiránicos estereotipos y cánones de belleza mediante el uso de cosméticos, modas, cirugías e implantes, lucrativos para el Mercado pero estresantes para ella.

Pero el sexo verdadero le realiza a ella su sueño de no tener edad, de mantenerse siempre joven y hermosa, pero siempre madura, sabia y apasionada en el amor. De cada mujer emanan las leyes de la belleza absoluta —pero quien aún no se ha dedicado a aprender a amar, no será capaz de percibir este misterio, y ni siquiera a la mujer que cumpla con ciertos estereotipos él la encontrará bella más allá de algunos actos sexuales eyaculatorios y sin amor. El amor es la verdadera fuente de la belleza femenina. Hacer el amor bien y con frecuencia, embellece a la mujer —cualesquiera que sean las formas o dimensiones de su cuerpo físico. Lo único que a la mujer le genera belleza, amor y delicia de vivir, es un placer sexual cada vez más profundo, cada vez más denso y sutil al mismo tiempo, un placer amoroso que sea cada vez más bello y más liberador.

Ninguna apariencia —de nacimiento o artificialmente creada—, ningún cosmético, ninguna moda, ninguna dieta, ningún exceso o abstinencia, ningún ejercicio, e incluso ninguna cirugía o reforma sintética del cuerpo, lograrán tener el efecto embellecedor natural que evidentemente sí tienen sobre el cuerpo femenino la gracia de hacer el amor profundamente bien, la dulzura del placer amoroso constante, creciente, y la liberación emocional que ella disfruta gracias a los orgasmos de amor generados por quien aprende a ser buen amante.