El empoderamiento femenino como marco para la venganza

Lo que se llama “emancipación” y “empoderamiento” de la mujer, con frecuencia se convierte en una paradójica actitud por parte de ella, que más parece venganza contra el hombre que emancipación respecto de él. Lo que hasta hace no mucho, y desde hace muchísimo, había sido desamor y abuso del hombre contra la mujer —en el caso de Fiona Apple esto es literal, pues sufrió una violación a los 12 años—, ahora, porque la época lo permite, se convierte en lo contrario: mujeres que se permiten todo tipo de maldad contra el hombre, especialmente contra el hombre que las ama y que de hecho es su pareja. Como veremos con detalle más adelante, se trata del pago que ella comienza a darle a él luego de tanto tiempo de desamor indolente.

Es decir, lo que las mujeres estaban reclamando en lo íntimo, aquello que siempre habían esperado y que quizás se cansaron de esperar, por fin ha llegado. Y ellas, convertidas en criaturas despechadas y desesperanzadas, asumen una actitud de: “¡¿Ahora es que llegas, hombre amoroso?!” Y a continuación viene una serie de actos con una negatividad tan refinada, que sólo una mujer podría realizarlos. Y que nadie piense que hablamos en teoría o hacemos “comentarios sexistas”: hablamos a partir de la larga experiencia que nos proporciona nuestra consulta de Amor Sexual. Es un modo de casi vivir las experiencias junto con las personas que las tienen.

No se trata simplemente del viejo amor-odio femenino que conocemos, sino de una especie de venganza genérica de lo femenino contra lo masculino, que no es cosa de broma —hemos estado cercanamente informados de tragedias relacionadas con eso. Se puede decir que no es propiamente una venganza personal, sino algo más abstracto, una venganza de un género contra otro, pero que no deja de ser venganza de una mujer específica contra un hombre específico.

La miel rancia del desamor a veces engendra criminales

Hasta hace 50 ó 60 años, era obligación de la mujer occidental mostrarse sumisa con respecto al hombre, porque el sistema así se lo exigía. Y ella, dependiente económica de él, no podía hacer otra cosa que obedecer. Este marco facilitó que el hombre, durante milenios más que durante siglos —desde el surgimiento de esa era patriarcal de la que tantas hablan pero que muy pocas se dedican a investigar realmente—, cometiera todo tipo de atropellos contra la mujer, controlándola mediante la fuerza, sometiéndola a un orden de desamor y asimetría, y orientándola hacia estupideces, pero especialmente: no amándola: esta es la esencia del problema.

Este impuro bagaje que él mismo puso en ella, ha determinado que hoy en día, habiendo la mujer dejado de ser una mera dependiente económica de él, tenga hacia él un rencor viejo, un resquemor antiguo, una actitud soberbia que dice lo siguiente mediante actos:

—Ahora yo voy a hacer lo que me dé la gana, y tú no vas a poder a hacer nada, porque gritaré para que me socorran, porque te echaré la culpa de todo lo malo y me van a creer a mí, porque te denunciaré y pondré en tu contra leyes que están a mi favor, y sobre todo porque yo pago también aquí, soy empoderada, y ya no tienes derecho a controlarme. Tú nunca más serás autoridad para nadie, en especial para mí.

Es una actitud femenina que hoy está en cada medio, en cada estereotipo, en cada mensaje audiovisual, en cada canción de moda, en cada post de las redes sociales, en cada idea de las nuevas generaciones en torno al sexo y a los roles de género, y por supuesto, en cada agenda del poder que usa a los artistas para desvirtuar la esencia de la feminidad y la masculinidad y eliminar la posibilidad de evolucionar a través del sexo real.

Más allá de la arena pública y de las implicaciones socioeconómicas y políticas de esta actitud de la mujer, en la intimidad con frecuencia ella se muestra violenta con el hombre, en lo psíquico y emocional, y aun en lo físico. Y el hombre, sintiendo que con eso se rompe un orden muy profundo, a veces reacciona de la manera más animal. Realmente han ocurrido tragedias por eso, del hombre contra la mujer y de la mujer contra el hombre.

—En efecto —podrías decir tú—, así es. Es una justa venganza de la mujer contra todo el desamor que por milenios ha ejercido impunemente el hombre contra ella. Ahora los parámetros están cambiando, y hay cierto margen legal en que la mujer puede jugar con odio y venganza contra el hombre. Así que: ahora le toca al hombre el turno de sufrir.

—De acuerdo —respondemos nosotros los de Amor Sexual, que somos mujer y hombre a la vez—. Comprendemos hasta cierto punto que es verdad lo que dices. Pero la cuestión es que esa actitud nos daña y separa a nuestra especie, y por esa vía podemos llegar a extinguirnos.

—Perfecto —replicas tú—, pues llegó la hora de extinguirnos. El hombre durante siglos nunca se detuvo a pensar en eso, y tiene que pagar lo que ha hecho.

—Si eres de las que piensan así, entonces no tenemos más que hablar —te decimos nosotros—, y mejor no pierdas el tiempo leyendo este texto. Pero si en cambio eres de las muchísimas mujeres que ya están hartas de vengarse del hombre y quieren que regrese el amor, entonces sigue leyendo, porque en Amor Sexual no nos gusta hablar de problemas si no es para proponer soluciones verdaderas.

Y así sucesivamente, hemos tenido este diálogo infinidad de veces, con buenos resultados en la mayoría de las ocasiones. Lo que no significa que los resultados negativos hayan faltado, si bien para nosotros son igualmente positivos, porque nos permiten perfeccionar las formas de comunicar el conocimiento.

Qué dice la vía sexual sobre la venganza de la mujer contra el hombre

Barry Long —posiblemente el más grande maestro tántrico que tuvo el mundo occidental durante décadas—, llamaba the cunt power (Cfr. Making Love) a esta actitud femenina de actuar con fácil maldad hacia el hombre, u obteniendo beneficios a cambio de promesas de sexo, lo cual es un resultado de la degeneración de las relaciones amorosas y sexuales entre la mujer y el hombre.

Sin embargo, no se trata sólo de actitudes erróneas o evitables. Hay mucho más en todo esto: hay, por ejemplo, un componente del camino de evolución dentro del sexo tántrico. Para comprender mejor las actitudes como las del diálogo que acabamos de representar, así como las de la canción de Fiona Apple, y las de una gran mayoría de las mujeres de la actualidad, es conveniente saber que, dentro de la iconografía tántrica ocupa un lugar importante la figura de Kali, el más paradójico y sombrío aspecto de la energía femenina.

A diferencia de Shakti (que es la energía femenina primordial) o de Parvati (que es la mujer en su aspecto de amante sexual), Kali, sin dejar de ser todo lo anterior, representa a la mujer en su aspecto de ajusticiadora del ego. Esto se cumple para el sexo y para la vida cotidiana. Cuando las vibraciones más elevadas del placer amoroso conectan a la mujer con lo más profundo de su esencia, ella por tendencia natural, sin proponérselo siquiera, destruye despiadadamente en la vida —para regenerarla— cualquier forma tergiversada de la razón y del ego, y cualquier manifestación que no sea el amor verdadero. Es algo que ocurre aunque ella no lo busque. Contar con eso es una bendición, especialmente en tiempos en que el hombre anda extraviado.

En las iconografías tántricas se representa a Kali en formas realmente terribles, aunque son simbólicas. Casi siempre se le ubica en cementerios y crematorios, con la lengua totalmente fuera y los ojos casi salidos de órbita, a veces penetrada por el dios Shiva, casi siempre decapitando al ego con una espada ensangrentada, y vistiendo una falda hecha de partes desmembradas y un collar de cráneos humanos. Esta imagen tiene correlación con las de diosas semejantes de muchísimas culturas. Realmente para el tipo de lector de este artículo —no necesariamente conocedor de la sexualidad tántrica—, hemos elegido una imagen de Kali bastante contemporánea, y bastante ligera aunque no lo parezca.

Sin pretender decir aquí que la mujer sea consciente de todo esto, debemos aclarar que el odio, la venganza, el desamor, el encarnizamiento, el tormento, y el resto de las emociones negativas que ella enfoca en el hombre y que emergen precisamente cuando el sexo se comienza a hacer a fondo, tienen relación con una parte del camino sexual en que la mujer saca de sí los residuos del desamor, y al hombre le corresponde ser tenaz y seguir amándola, puesto que —por difícil que sea la experiencia— no se trata de nada personal.

Para avanzar en el camino durante etapas difíciles como esta, conviene conocer algunos puntos que siempre recomendamos:

• Comprender que el odio profundo es la cara paradójica del amor profundo.
• Aprender a manejar avalanchas negativas y situaciones de crisis.
• Hacer el Masaje Genital, que es una herramienta de liberación sexual muy poderosa.

Ahora bien: la mujer también debe empezar a dejar atrás esa profunda negatividad. No se trata de que ella a partir de ahora, convierta en deporte el usar al hombre como blanco de toda su antigua furia. A veces no se puede evitar, pero hay que empezar a evitarlo siempre que se pueda. Es hora de estar de vuelta de la venganza, so pena de no pasar de ahí y extinguirnos como especie.

Hay que aprender a lograr un equilibrio con respecto a la emocionalidad negativa femenina: hay que hacerla emerger mediante el gozo sexual profundo, pero solamente para que siga de largo. No se puede ni reprimir la negatividad —porque entonces no habrá relación profunda ni evolución, y se sentirá como un vacío en que nada verdadero ocurre—, ni se puede dejar que la negatividad salga para quedarse e instaurarse como una realidad —porque entonces el ego manejará la relación y la destruirá. Como siempre en todos los caminos de evolución sexual orientales, la vía no está ni en un extremo ni en el otro, sino en el justo centro.

Algunos maestros han explicado el extraño fenómeno de que cuando la mujer comienza a ser profundamente amada en el sexo tántrico, se despiertan en ella energías primordiales difíciles e ineludibles. Muchos practicantes de sexo tántrico en el mundo occidental abandonan el camino en esta etapa ―cuando empezaba a ser realmente profundo―, por no comprender un estado femenino tan paradójico. De hecho, si esta etapa de dificultad y negatividad no llega, en realidad no está pasando nada profundo entre los amantes aspirantes a tántricos.

Pocas veces esta paradoja de la necesaria negatividad femenina se comprende dentro del mundo occidental. Ni siquiera algunos de los que se autoproclaman maestros logran guiar a sus seguidores, ni a sí mismos, en estas etapas confusas del camino. Aclarando ese aspecto tan sombrío y difícil de entender de las relaciones entre hombre y mujer, Barry Long marcó un hito en la comprensión de la vía tántrica desde el mundo occidental al escribir:

“El hombre ha fracasado en servir el amor físicamente a la mujer, quien es la personificación del amor. El castigo que él tiene que sufrir por esto es la emocionalidad tiránica de ella. Dondequiera que él ame, o trate de amar, un día la mujer lo sacudirá, lo aturdirá, lo devastará, revelándose de pronto como el demonio femenino viviente de la emoción.

El demonio se muestra a sí mismo cuando el hombre está apegado y apenas puede escapar. El hombre que aún no haya experimentado el odio del demonio, aún no ha experimentado el amor. La mujer que aún no se haya visto siendo el demonio, aún no se ha conectado con su amor.

Para el hombre, el demonio de la emoción en la mujer es el infierno sobre la tierra. Esta es la parte de ella que él no puede manejar o comprender. El demonio de su propio fracaso para amar viene a la vida para despreciarlo, abusar de él y atormentarlo. Él está aterrorizado por ello. Él trata de imponerse mediante engaños y protestas encolerizadas y amenazantes. Pero finalmente, a medida que envejece en la relación, y se va rindiendo para obtener un poco de paz, el demonio lo conquista y lo obliga a entregar el último vestigio de su masculinidad y de su autoridad. Entonces, ambos envejecen juntos, sintiéndose seguros pero medio muertos, mientras se apoyan uno en el otro en el horrible mundo del compromiso.

Mientras el mundo continúe como está, el demonio no permitirá que el hombre olvide su fracaso en amar correctamente a la mujer. La mujer tiene que ser amada. El futuro de la raza humana depende de que la mujer sea amada, porque sólo cuando la mujer sea verdaderamente amada, podrá él hombre ser verdaderamente él mismo y recuperar su autoridad perdida. Sólo entonces retornará la paz a la tierra. Sin embargo la mujer, tal como es hoy, no podrá ser amada aún durante mucho tiempo (o para siempre) por el hombre tal como es hoy. Juntos se encuentran atrapados en un círculo vicioso, y si se dejan llevar durante más tiempo por sus propias ideas acerca del amor, no habrá salida para ellos”.

(B. Long: Making Love. Traducción nuestra.)

Fue una cura difícil, pero ya es ahora de evolucionar juntos

Ser mujer verdadera es una responsabilidad tan grande como ser hombre, y más allá de las figuras retóricas, la verdad es que ser mujer es una responsabilidad aun mayor que ser hombre. La emulación de la estupidez del hombre por parte de la mujer, y su negación de su propia feminidad, han engendrado unas nuevas generaciones que ni siquiera pueden ser hombres o mujeres, y que lejos de sentir eso como un problema, se autoperciben como personas que están en la cúspide de la evolución humana. Jamás se vio tamaña ignorancia y soberbia.

Por fortuna, las generaciones más nuevas, y aún los miembros de generaciones anteriores, están comenzando a estar de vuelta de esos desvaríos. Han tenido primero que chocar contra las consecuencias de sus actos, y en muchos casos el propio sufrimiento les ha llevado a declararse como mínimo extraviados, y en el mejor de los casos a sentirse necesitados de ayuda y consejo.

Retomando el diálogo de más arriba:

—¿Eres de las que sienten que ya desean dejar de vengarse del hombre?

—Así es. Me repugna tanta tontería de mi parte como respuesta a la vieja y más grande tontería de él.

—Pues te estábamos esperando. Todo el Amor Sexual está especialmente dedicado a mujeres como tú y a hombres como el tuyo, que ya se han cansado de pelearse y desean aprender a amarse y evolucionar juntos.