Siempre que decimos que en el Amor Sexual todo ha de ser desarrollado tanto en el sexo como en la vida cotidiana —frase que no nos cansamos de reiterar debido a su importancia—, nos estamos refiriendo a las 2 Esferas del Amor Sexual: el sexo y la comunicación; es decir, no el sexo y la comunicación habituales, sino el buen acto sexual y la verdadera comunicación durante la vida diaria. Aunque la vida diaria de la pareja implica otras muchas cosas, la comunicación es una de las más importantes a llevar a cabo con profundidad. La comunicación y el acto sexual habituales normalmente no funcionan nada bien, y no han de ser dejados a «lo espontáneo», sino que han de ser resueltos a voluntad y con toda la conciencia posible.
Las amantes —las personas que tienen una relación que implica el acto sexual, incluso si no forman completamente lo que se puede llamar una pareja—, los amantes casi siempre cuando inician su relación sienten gran pasión y atracción mutuas. Luego, a medida que pasa el tiempo, y mientras más hagan el sexo habitual —con el típico desgaste eyaculatorio del hombre—, la atracción se va disipando cada vez más, hasta que se agota por completo. Entonces llegan los problemas de pareja, aparecen las diferencias que antes no se notaban dentro de la energía conciliadora del deseo, y poco a poco la pareja, o bien rompe y se separa, o bien continúa dentro de una rutina sin amor, sin pasión, sin poesía, dentro de una mediocridad «normal», o sea, normalizada por la tradición de todo el mundo siendo así.
Lo mismo pasa con la comunicación habitual. Los amantes suponen que lo que espontáneamente vaya ocurriendo en el área de la comunicación, está bien de por sí: se supone que así son las cosas: como sean. Pero no es así. La comunicación entre los amantes debe ser deliberadamente profunda, abierta, abarcadora, honesta, justa. La comunicación debe hacer honor a lo que ellos forman: una pareja. La comunicación debe ser pareja en el sentido de que cada uno debe decir todo al otro, y debe escuchar todo del otro, sin poner límites a ninguna de estas cosas —no sólo en cuanto al contenido sino también a la forma: el modo en que te expreses o en que tu pareja se exprese, está bien así y tampoco hay que limitarlo o reprimirlo. No supongas que hay alguna cosa que tu pareja no debe oír de ti, ni supongas que hay algo que no puedes escuchar de tu pareja. Mientras más delicada es la confesión más sabrosa es la conversación. Y bajo ningún concepto uses como un arma emocional en contra de tu amante algo que te confesó, porque entonces comenzará una competencia sin fin, que es lo que ha conducido a que los amantes no se confiesen nada, y que estén juntos sin estarlo en realidad, y casi tengan que protegerse uno del otro como si fueran enemigos. Las cosas profundas que los amantes se dicen mutuamente, ambos han de asumirlas como sagradas —como secretos de confesión—, si es que desean conocer el amor verdadero, y el verdadero poder del sexo.
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