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Al leer el título de este artículo, quizás empieces por preguntarte: “¿Pero qué barreras son esas?” Llamamos “barreras” de comunicación a cualquier obstáculo —físico, mental o contextual— que impida la comunicación verdadera. Y esto abre una nueva cuestión: ¿Cuál comunicación es “verdadera” y cuál no lo es? Esto también te lo podemos responder: la comunicación verdadera es aquella en la que hablas con honestidad y eres realmente escuchado, y en la que realmente escuchas mientras te hablan con honestidad. ¿Y es esto lo que casi siempre ocurre? Si respondes con honestidad ahora, deberás reconocer que la comunicación verdadera es la que menos ocurre, y que por lo general la comunicación es bastante superficial y formal.  O sea: la comunicación verdadera no ocurre casi nunca, precisamente porque casi siempre la comunicación se ve limitada por barreras.

Las barreras de comunicación no son límites sólo para la comunicación: son límites también para la percepción, para la comprensión y la sabiduría, para el conocimiento y la trascendencia, para la felicidad, para el amor, para el gozo sexual, e incluso son límites para la prosperidad y la abundancia. Las barreras de comunicación son barreras para todo.

En este artículo vamos a ver brevemente un ejemplo práctico de cómo superar barreras de comunicación durante conflictos entre el hombre y la mujer. Para seguir viendo más detalles generales sobre las barreras de comunicación, e incluso ver una lista de barreras de comunicación típicas, da clic aquí.

El caso que a continuación veremos, ejemplifica de modo práctico cómo funcionas las barreras de comunicación, y sobre todo: cómo disolverlas y superarlas, para restablecer la comunicación profunda entre la mujer y el hombre. Es una especie de ejercicio de comunicación que podrás poner en práctica a partir de ahora mismo.

CÓMO LIDIAR CON UNA AVALANCHA DE EMOCIONES NEGATIVAS FEMENINAS

Durante cualquier discusión de pareja, en cierto momento en que comienza a disminuir la tormenta de emociones negativas femeninas, el hombre amorosamente debe convocar a la mujer a que ambos dialoguen sobre la verdad, sobre la verdad que se esconde dentro de ella, debajo de todo el cúmulo de emociones que ya, gracias a la paciencia de él, está comenzando a disiparse en el interior de la mujer. No se trata de que él “crea” en las quimeras o en las fábulas de conflictos personales o de pareja que la creatividad femenina acaba de generar —y que en realidad ni la mujer misma se cree, salvo que él erróneamente la apoye en esas fabulaciones ilusorias. De lo que en verdad se trata ahora es de empezar a conversar acerca de lo que reamente ocurre, acerca de todo lo que se esconde debajo de las apariencias de la vida cotidiana.

Él no debe exigirle a ella esto desde el principio de la avalancha, sino en cierto momento en que ella ya se ha desahogado un poco. Él debe sentirla a ella y debe ser capaz de apreciar cuándo es el momento oportuno para abandonar su silencio masculino atento y comenzar a proponer un diálogo. Poco a poco comiencen a hablar de la verdad que se encuentra tras la máscara de los eventos cotidianos que siempre los llevan a discutir. Conviene evitar extremos: es mejor que no ocurran discusiones típicas sobre temas ilusorios, ni sermones, ni enjuiciamientos, ni formalidades superficiales, ni tampoco seguir la vida cotidiana como si no hubiera pasado nada. La medida exacta es dialogar francamente sobre la verdad de lo que pasa en realidad.

Al menos al inicio, no se interrumpan al hablar: permitan que cada uno diga lo que diga y como lo diga —aunque no lo haga en un modo convencional—, y escúchense mutuamente de verdad, sin juzgar lo que cada uno diga, y sin juzgar lo que sientes que debes decir. Luego, cuando la crisis haya pasado o disminuido, el diálogo podrá ser más fluido sin necesidad de esperar exactamente a que tu pareja termine de hablar para empezar a hablar tú.

Descruza tanto las manos como los brazos y las piernas, y en general asume una actitud abierta tanto física como espiritualmente. Pídele a tu pareja que también haga todo esto. Abandonen voluntariamente cualquier actitud huraña o cerrada, e intenten sonreírse mutuamente —aunque no tengan ganas de hacerlo. Cuando hablamos de intentar sonreír no nos referimos a que deban fingir la sonrisa, sino a que se induzcan un estado de ánimo positivo a través de sonreír voluntariamente —repetimos, aunque no tengan ganas de hacerlo. Negatividad ya ha habido suficiente, y lo que ahora necesitan es positividad. Si lo intentan lo lograrán, pues intentar significa crear algo aunque aún no existía. Eleven voluntariamente las comisuras de los labios, cambien para bien la actitud de la mirada, atraviesen la niebla de la negatividad, y muéstrense mutuamente una sonrisa. No es necesario estar completamente positivos desde el principio: lo importante es comenzar a estar cada vez más positivos aunque todavía sientan negatividad, y poco a poco descubrirán que las nubes de odio se van, y que sale el sol de la positividad y el amor.

No hagas otra actividad durante el diálogo —ni actividades cotidianas, ni actividades corporales de ansiedad, tales como comerte las uñas, hacer muecas, o rascarte continuamente, o tocarte o apretarte alguna parte del cuerpo, tamborilear con dedos o manos sobre alguna superficie, o mover algún miembro del cuerpo con ansiedad, etcétera, etcétera. Las barreras de comunicación como estas son numerosas, y cualquiera de ellas puede impedir el diálogo. Si estabas haciendo alguna actividad cotidiana antes de que llegara la crisis, detenla por el momento y dedícate solamente a dialogar ahora.

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Para lograr decir la verdad, ni la mujer ni el hombre deben hablar sin mirarse mutuamente. Para hablar de cosas aparentes y mentales, los ojos suelen mirar a los lados, o hacia puntos vagos y perdidos en el espacio, o suelen dar vueltas sin propósito, o suelen enfocarse hacia dentro de la cabeza, en la mente —estas son las maneras en que la mente se enfoca en el pasado, o en el futuro, o en cualquier evento que no sea lo real que está ocurriendo en el ahora. Así que para decirse la verdad, la pareja debe abandonar cualquier forma evasiva en el mirar, y debe mirarse de frente. Preferiblemente ambos deben mirarse a los ojos mientras dialogan sobre lo que sienten en el ahora, y deben relajar cualquier tensión en la frente, el ceño, o en cualquier otro lugar de la cabeza y el cuerpo en general. Deben empeñarse en seguirse mirando a los ojos, aunque los ojos por costumbre quieran volver a ser evasivos y mirar hacia otro lado que no sea el ahora frente a frente.

Si la mujer siente contradicción, no debe por eso callarse; ella no debe quedarse sin hablar por no saber cuál de los dos extremos escoger. Ella ha aprendido a aparentar no tener contradicciones, pero ya no es necesario seguir jugando a las apariencias: si ella tiene contradicciones las tiene, y eso es lo que debe decir —sin ser juzgada ni por el hombre ni por sí misma. Lo que ella debe hacer es expresar la contradicción tal como la siente: puede decir un extremo primero y luego el contrario, o las dos cosas juntas, o como ella entienda que necesite decirlo —ella de modo natural es creativa para expresar las paradojas que siente. En realidad no se trata de contradicciones, sino de paradojas: las paradojas son contradicciones sólo en apariencia.

No dejes nada nada por decir, y trabaja por que tu amante tampoco deje nada por decir. La intuición te ayudará a descubrir si tú pareja o tú están dejando algo por decir, incluso sin darse plena cuenta. Dejar algo por decir es funesto para una relación, porque luego eso se convertirá en algo peor, tal vez ya sin solución porque no tiene raíz presente. No pienses para ver qué conviene decir: sin juzgarte, di exactamente lo que sientes que tienes que decir, aunque no convenga, así sea sumamente inconveniente. Si es eso lo que necesitas decir, es eso, y cuando lo digas todo comenzará a marchar bien.

No debe haber temas de los que no se pueda hablar: todo debe poder ser hablado. Ni los temas tabúes, ni lo inconfesable, ni lo amoral, ni que lo que digas puede herir la sensibilidad, ni que no sea «apropiado» hablar cierto tema entre esposo y esposa, etc.; nada de esto debe existir más como barrera de comunicación: todo debe ser hablado, límites como esos no tienen cabida entre verdaderos amantes.

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(Gracias a Robin Higgins de Pixabay, por las fotos Royalty Free de la muchacha con expresiones que usamos para el fotomontaje con que inicia este artículo.)