Una amiga nuestra nos contaba que lo hombres siempre la tildan de ser “demasiado romántica” ―y ella casi estaba llegando a creer que ellos tenían razón, lo cual significaba admitir que “el amor real no existe”. Nosotros le respondimos que no se dejara engañar, que ella estaba en lo cierto al echar de menos el placer amoroso que los hombres no le daban, y que su intuición femenina la estaba colocando en el camino del amor verdadero, mostrándole la falsedad del amor formal y del sexo habitual.
TODO ROMANCE TIENDE AL INFINITO
Ninguna mujer es “demasiado” romántica: toda mujer es romántica tanto como es necesario, porque toda mujer tiene unos anhelos de amor, de felicidad, de plenitud, unos anhelos tan grandes, tan infinitos, que siempre hasta ahora han tenido que quedarse fuera de la desdichada y pobre realidad actual. El romance que nuestra amiga intuía en su pecho —y para una mujer su pecho no es diferente de su sexo— le estaba indicando que existe una vida mucho más luminosa y plena que la que estaba viviendo cotidianamente. Una mujer, cualquiera que sea su circunstancia, nunca deja de buscar que el romance infinito se convierta en regocijo cotidiano —aunque lo cierto es que prácticamente nunca lo ha logrado hasta ahora.
El sexo desde hace mucho no funciona bien entre los seres humanos, y esa es la causa por la cual lo más normal del mundo hoy es que una relación que empezó siendo luminosa termine en tinieblas o en la ruptura, casi sin que los amantes puedan evitarlo.
El anhelo de romance infinito que la mujer lleva en su pecho, es el origen de toda utopía, de toda búsqueda de una vida mejor —como sea que le llamemos: “paraíso divino”, “capital ilimitado”, “justicia social futura”, etc. Y como estas utopías románticas nunca han sido alcanzadas en la vida real —tanto que pareciera que en realidad no existen—, han terminado siendo el caldo de cultivo de toda novela —escrita o televisada.
LOS PRODUCTORES DE TELENOVELAS SE APROVECHAN DE LA INFELICIDAD
Lo anterior explica por qué los productos audiovisuales novelados de la actualidad, siendo culebrones de la menor calidad, tienen tanto poder de enganche emocional —principalmente sobre la mujer. Los productores de esas telenovelas saben que la gente no es feliz con su vida —su propia vida les sirve de ejemplo—, y que prefieren al menos mediante la ilusión televisiva vivir una vida distinta. Entonces el pensamiento de los productores es éste: “si las personas quieren olvidarse de sí mismas, y hasta están dispuestas a pagar por ello, vamos a ayudarlos construyéndoles una ficción donde todo sea posible”.
Las escenas de sexo en telenovelas y películas son especialmente falsas: el breve y mediocre acto sexual es disfrazado con una apariencia sublime, sobre todo mediante la música que ponen de fondo, y la falsa apariencia de felicidad de los amantes. De modo que mujeres y hombres telespectadores terminan pensando: “parece que son felices. Voy yo también a aparentar eso, para no tener que ver la superficial, desamorada, gris, confusa y caótica realidad de mi acto sexual”.
La misión del hombre en el sexo es precisamente aprender a ser capaz de, mediante un verdadero acto sexual, unificar el anhelo del sexo de la mujer con el anhelo del corazón de la mujer: ésta es la vía concreta para que lo más sublime sea lo mismo que lo más terrenal, para que el mundo mejor que hasta hoy ha sido imposible se convierta en realidad diaria.
En el Amor Sexual, que es el camino que nosotros caminamos y proponemos, se avanza a través de dificultades que todos llevamos dentro y que es necesario ir resolviendo. Pero —a diferencia de casi todo lo de siempre— por este camino sí se llega a la luz del gozo. El Amor Sexual es hacer realidad eso que tantos buscan en las novelas porque les falta en la vida real: romance, gozo sexual convertido en sentimiento continuo de amor.
EL PECHO DE LA MUJER ES UN ROMANCE
La mujer es romántica por naturaleza, y será eternamente romántica, porque ella es el romance mismo: el amor es su verdadero ser, y ella no podrá renunciar nunca a eso. Es un anhelo muy elevado de amor que ella lleva en el pecho, anhelo tan elevado e inalcanzado hasta ahora, que ha terminado no teniendo nada que ver con el sexo ni con la realidad actual, tan vacía de amor. El sexo habitual nunca llega a este nivel tan elevado, y por eso hoy la gente, en la práctica, no asocia el sexo con el amor. Aunque en teoría se supone que el sexo deba hacerse con amor y éste sea un tema muy traído y llevado, el sexo sigue yendo por un lado, y el «amor» por otro.
El hombre, debiera reorientar su fuerte impulso sexual: en vez de dedicarse a eyacular constantemente para satisfacerse a sí mismo, él debiera conservar esa bella energía en su estado inicial —como durante el cortejo— y dedicarla a cultivar el amor real, para lograr hacer realidad el romance que la mujer siempre anhela. El poder con que él cuenta para hacer florecer el amor real en la vida de la pareja, es conservar la energía y no derrocharla eyaculando innecesariamente cada vez. Éste es el conocimiento que a él hasta ahora le había faltado: pero ahora ya está en sus manos. A partir de ahora, él puede intentarlo con ella, en vez de seguir desentendiéndose de su elevado anhelo de amor. (Ver nuestro libro 10 ejercicios para aprender a controlar la eyaculación.)
Por suerte para todos, es cierto que la mujer es romántica. Gracias a ella —y a pesar de la cruda realidad del desamor— se ha mantenido abierta hasta ahora la puerta que da a una experiencia tan extraordinaria como el romance. Desde ahora el hombre debiera ocuparse de cruzar junto con ella la puerta del romance, y comenzar a ser romántico, de verdad.
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