El control mental de las corporaciones sobre los consumistas —hombres y mujeres— a través de los medios de difusión ha alcanzado una exageración tal, que si mañana un diseñador lanza la moda de que caminemos de nuevo cuadrúpedamente —con el secreto objetivo de que compremos 2 pares de zapatos en vez de 1—, primero nos asombraremos, seguro, pero poco a poco todos lo asimilaremos como algo normal, e incluso bello y elegante, y comenzaremos a asistir a clases de cómo caminar recto en esa posición, y nos inventaremos tiránicas jerarquías en base a quién tiene los bíceps más parecidos a los cuádriceps.
¿Cómo sería posible un absurdo tal? Sería posible gracias a que la publicidad se basa en la manipulación del deseo sexual de las personas, por lo que el consumismo —el impulso desmedido a comprar cosas, casi siempre innecesarias en realidad— se vuelve irresistible, se asocia al paraíso del orgasmo. Modernos estudios han demostrado que en muchos casos el cerebro de un consumista experimenta el acto de comprar parecido a hacer el sexo —y, por supuesto, su nivel sexual decrece a medida que se entrega a servir como batería al Mercado (o más bien a quienes se enriquecen a costa de su ilusión).
Marketing significa: conjunto de técnicas para fomentar el comercio, y en particular significa: modo de inducir la demanda de un producto por parte del consumidor —independientemente de si realmente necesita o no el producto. Uno de los principios del mercadeo —más o menos disfrazado— es inventar e implantar en el consumista el deseo o vicio de la compra ciega de mercancías. La energía vital del consumista se convierte así en la batería del Mercado, y su cuerpo en un esclavo moderno de las transnacionales.
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