Cuántas veces los hombres del pasado pensaron que las mujeres eran seres casi asexuales, sobre todo luego de que se convertían en madres. La imagen del hombre animalizado que sólo piensa en el sexo y la de la mujer santa que sólo piensa en espiritualidad, fueron lugares comunes en el pasado relativamente reciente, pero por suerte han comenzado a quedar atrás.
Pero si en algo hubo gran desconocimiento fue en todo lo referente a la masturbación femenina. Se daba por sentado que la mujer nunca se masturbaba ni tenía el más mínimo interés en esas prácticas. Cosa nada cierta. Desde que, hace ya más de medio siglo, la sexología ha estado en auge, ha quedado muy claro que la mujer no sólo sí se masturba, sino que además comienza a hacerlo, por lo general, a más temprana edad que el hombre —a pesar de que ella es todavía más reservada que él al respecto.
Esta afirmación sobre la existencia real de la masturbación femenina, no es sólo para reiterar la develación de ese secreto —que en realidad ya es un secreto a voces—, sino que además es una propuesta y una invitación: si eres mujer y estás leyendo esto, en caso de que nunca te hayas masturbado —si es que tal cosa es posible—, lo cierto es que puedes comenzar hoy mismo. Lo que sea que en tu interior te lo impida —tabúes, temores religiosos infundados, morales rancias, miedo a que tu pareja lo sepa— es precisamente lo que debes aprender a dejar atrás.
Las mujeres que se entregan al sexo sin vergüenzas ni tapujos, son las más desinhibidas y las que más capacidad sensitiva desarrollan, tanto en sus genitales como en lo que podemos llamar emociones sexuales: los sentimientos de amor que se experimentan durante el placer acrecentado y durante los poderosos orgasmos que de él resultan. Nuevamente debemos decir que, en materia de sexo, y en especial en materia de sexualidad femenina: expresión absoluta es sinónimo de orgasmos plenos, y el orgasmo pleno y múltiple es la primera clave del amor —aunque luego quedarán por conquistar otras llaves para abrir puertas aún más interiores.
Nadie que se considere una persona sensata, podría poner un solo argumento en contra de la más fluida masturbación femenina. Las mujeres —a diferencia de los hombre, quienes, si no aprenden a controlarse, siempre eyaculan al tener orgasmos—, las mujeres al llegar a orgasmos no expulsan ninguna sustancia que disminuya su poder sexual: todo lo contrario: un húmedo orgasmo femenino puede pedir otro orgasmo femenino aún más mojado, y muchos otros más completamente enchumbados… y al final tendrás a una mujer cuyo semblante se ilumina como el de una Diosa.
La masturbación femenina —y en general toda la poderosa sexualidad femenina— ha sido mal mirada, debido a que una mujer sexualmente satisfecha deja de ser una persona manipulable. Éste es el único motivo real de que el clero —y luego la moral laica pero inconscientemente religiosa— hayan negado y prohibido la masturbación femenina, hasta tal punto, que incluso hoy en día, mujeres, siguen mirando con suspicacia la masturbación de su vulva. En cambio, dentro de algunas culturas orientales que han considerado a la sexualidad como uno de los mejores bienes del ser humano —las culturas de la India y de China, por ejemplo—, la masturbación femenina no sólo ha sido bien mirada, sino que además se permitía e incluso se fomentaba y se estimulaba su práctica desde edades muy tempranas —cuando surge espontáneamente—, y durante toda la vida, según la certeza de que toda mujer está repleta de energías eróticas que ella debe cultivar con el mismo amor y deleite con que cultiva su más querido jardín.
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