El humor de Les Luthiers es indudablemente culto. Y es un humor culto no solamente desde el punto de vista intelectual —pues incursiona en antropología, historiografía, artes, musicología, política internacional, sociedad civil, sexología, Psicoanálisis, etc.—, sino además desde el punto de vista musical.
El talento musical que despliegan la mayoría de los integrantes de Les Luthiers en la ejecución de muchas de sus piezas es notable. No nos referimos sólo al virtuosismo instrumentista. Se trata también de que dominan el concepto del estilo epocal que estén aplicando a su composición, ya sea una canción trovadoresca medieval o cantar de gesta, un canto gregoriano, un aria renacentista, un madrigal a varias voces, un concierto de cámara o una zarzuela, o ya sea música tradicional andina o tirolesa o eslava, jazz, blues, bossa nova, música electrónica, pop, etc.
Todos estos estilos que acabamos de mencionar, Les Luthiers llegan a ejecutarlos con un gran dominio de sus conceptos específicos —lo cual es aún más difícil si tomamos en cuenta que muchas veces lo logran a través de los timbres estrafalarios de sus “instrumentos informales”: lirodoro (lira + inodoro), latín (violín de lata), mandocleta (mandolina + bicicleta), yerbomatófono d’amore (2 mates unidos para distorsionar la voz o el soplido), dactilófono (máquina de escribir cuyas teclas emiten notas musicales), nomeolbídet (cordófono + bidet), narguilófono (narguile + armónica), y un largo etcétera.
Se disfruta mucho el virtuosismo coral polifónico y contrapuntístico desplegado por Les Luthiers en el madrigal «La bella y graciosa moza…» del disco Mastropiero que nunca Vol. 1 (1979). El título completo de la obra, al estilo de la época que remeda, es: «La bella y graciosa moza marchose a lavar la ropa, la mojó en el arroyuelo y cantando la lavó, la frotó sobre una piedra y la colgó de un abedul». En todos los niveles del madrigal han logrado insertar ese pícaro sabor carnavalesco de licenciosidad sexual. Esta, que es una de las obras más conocidas y celebradas de Les Luthiers, es un ejemplo de algo que comentaba el historiador inglés Burgo Partridge en su Historia de las orgías (1958):
“La imagen del caballero medieval como personaje cortés, casto, respetuoso y auxiliador de las damas en peligro —el caballero perfecto— es una ficción creada por los reescritores cristianos y victorianos de la historia. Dicen Trail y Mann: «A juzgar por los poemas y romances de la época, la primera idea que pasaba por la cabeza de todo caballero al toparse con una dama en apuros era violarla»”.
Durante la actuación de «La bella y graciosa moza…» de Les Luthiers, los ejecutantes del coro —por supuesto, compuesto por ellos mismos—, gracias al recurso de simular que se les acaban de caer los papeles donde tenían escrita la letra del madrigal, terminan mezclándolo todo, barajando palabras y oraciones a conveniencia, y quién sabe por qué, lo que se trastoca no son las estrofas, sino los versos, convirtiéndose así lo que era una cándida canción casi pastoril, en un texto lo más obsceno que imaginarse pueda —el cual aparentemente va sorprendiendo no sólo al auditorio, sino incluso al propio coro que lo canta. La mezcla calidoscópica va siendo cada vez supuestamente nueva para ellos, y por cierto cada vez más obscena. Sin dudas, uno de los temas más memorables de Les Luthiers.
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