No hace mucho tuvimos la fortuna de asistir a un evento espiritual bastante lejos de casa. En dicho evento una chica tuvo la honestidad de confesar, delante de todos, que se sentía profundamente mal debido al desamor que sentía en los hombres, quienes sólo la habían usado como un objeto sexual sin haberla amado nunca. Lo más notable era que ella, con lágrimas en los ojos y con rabia contenida en el rostro, confesaba que, por más que lo intentará, no podía evitar sentir hacia los hombres odio mezclado con amor.
Casi todos los presentes comprendieron la situación de desamor en el pasado de la chica, pero lo que no comprendían era el profundo enfado que ella estaba expresando —sin dejar de excluir a su pareja actual. De hecho, todos creyeron que el poderoso enfado de ella estaba por completo de más, ya que su pareja actual sí la estaba amando. Misael y yo tuvimos que explicarles a los presentes que la energía de amor-odio femenina no es algo que se pueda pasar por alto, sino que por el contrario: hay que tomarla muy en cuenta, porque forma parte del camino y es el verdadero mapa de los secretos de la pareja y de la existencia.
El amor-odio femenino es algo que todos conocemos (aunque queramos pasarlo por alto)
Es una paradoja bastante conocida por todos: la mujer siente la mujer siente amor-odio precisamente hacia el hombre que más la ama. Y eso no es una expresión de la “laberíntica” mente femenina, sino que es una expresión de la lógica femenina del amor verdadero, la cual, si todos la tomáramos en cuenta, nos estaríamos emancipando en vez de sufrir como hacemos siempre. El amor-odio femenino ni siquiera es una elección de la mujer. Ella no desea ser así. Lo que ocurre es que así funciona el amor real. La mujer no puede sentir felicidad, plenitud y gozo sin que eso despierte en ella los residuos energéticos del desamor, que surgen solamente para irse —si es que los dejamos irse. Es una especie de cura emocional, espiritual y energética, que puede incluso evitar padecimientos físicos que la mujer tendría en un futuro si no se deshace de esa energía. Los problemas físicos siempre comienzan en un nivel energético.
Por más que el hombre actual de aquella chica enfadada por fin estuviera siendo amoroso con ella, exactamente por eso a él le corresponde absorber toda esa energía femenina sumamente negativa que todos los hombres anteriores no sólo no tuvieron el coraje de asumir y resolver, sino que incluso tuvieron el desatino de pasarla por alto y agravarla. Quienes deseen amar realmente, deben asumir este conocimiento como una verdad: cuando un hombre ama de veras a una mujer —muy incluido aprender a hacer bien el acto sexual—, él primero tendrá que despertar en ella y absorber todos los residuos que el pasado desamor dejó en ella. Ese es el conocimiento tántrico que está cifrado en la figura de la temida diosa Kali: es el aspecto más difícil de la feminidad cuando por fin ella despierta al amor.
Así que no está de más el amor-odio de la mujer: forma absolutamente parte del camino del amor. Si el amor-odio no emerge en algunos momentos entre la pareja —a veces con intensidad y con extraña creatividad negativa—, entonces entre ambos no está ocurriendo nada realmente profundo. El amor-odio de la mujer son las espinas de la flor femenina, son las mieles que se habían puesto rancias, y que también hay que absorber antes de cosechar las preciosas mieles frescas de la feminidad. Y lo más paradójico será que, luego de una de esas avalanchas de negatividad femenina, tanto ella como él se sentirán como si hubieran salido del infierno y hubieran entrado en el paraíso.
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