“Ésta no es ninguna estúpida fábula”, dice el chamán casi al inicio del dibujo animado húngaro Canción de la Cierva Milagrosa (2001), versión audiovisual de un poema magyar homónimo cuya primera escritura conocida proviene del siglo XIII. Con sexo entre dioses inicia el animado, y mediante esta cópula creativa y divina son creados el mundo y toda la raza humana. En la profunda imbricación entre lo sexual y lo divino —sin que lo uno sea negado para afirmar lo otro—, se nota que los que se narran son tiempos originarios —tiempos todavía “sin tiempo”—, y que todavía no se ha inventado la moral —¡si no fuera inventada!
¡Con qué desenfado el Dios dice a la Diosa: “Me gustaría hacerlo contigo”! Un desenfado que sólo es superado por el de la Diosa misma, aceptando sin ambages el plan de gozo. Al don de crear a todos los seres vivos mediante el sexo, la Diosa suma —condición que debiera ser sine qua non para quien va a ser Madre— un gozo divino que se nota en las vibraciones de su precioso cuerpo, en sus electrizaciones, contorsiones, metamorfosis. ¡Da escalofríos ver cuán presta está la Diosa a darlo todo de sí en cuerpo y alma durante la cópula! No hubiera mundo si no.
Éste es un excelente animado, digno de la escuela húngara de animación —recordemos las series de Aladar Mezga (Las aventuras de Aladar) y Gustavo. No sólo los niveles de realidad son resueltos mediante distintos estilos de animación —una cosa es la realidad “real” desde donde el mito está siendo contado de boca del hombre chamán y de la mujer chamán, en una antigua tribu magyar en torno al fuego: estos dibujos son más realistas, más figurativos; y otra cosa muy distinta es la realidad del mito, con sus dibujos más simbólicos, proteicos y ambivalentes—, sino que incluso los distintos tiempos míticos se van diferenciando entre sí por su estilo: a medida que el tiempo nace, crece y se expande, los dibujos van saliendo del sueño mítico y adquiriendo formas más figurativas y realistas, que los acercan a la realidad histórica, al presente de la tribu que rememora su mito dentro de un tiempo circular. El estilo de los dibujos a veces es semejante al de ciertas representaciones antiquísimas de Çatal Hüyük, vecina remota de los magyares.
Era Cassirer quien decía que no es la historia la que crea los mitos, sino que son los mitos quienes crean a la historia, dando forma a un pueblo cuya fisonomía específica se deberá por completo a la naturaleza de sus mitos. Por eso los chamanes guardan los mitos con tanto celo: en ellos se reúnen el pasado y el futuro, lo cual significa la comprensión del presente. Los pueblos originarios, al concebir el tiempo de manera circular, cíclica, no sólo conocen lo que pasó en los tiempos remotos, sino que pueden predecir lo que pasará en los venideros, porque todo lo que ocurre ya ha ocurrido antes —el caso más conocido es el de los mayas, particularmente su profecía de renovación para el pasado 2012, de que tanto se aprovecharon los medios para crear caos y asustar convenientemente a las masas con un supuesto fin del mundo que nunca fue sino una falacia, pues quienes conciben el tiempo de modo circular, nunca profetizarán que el mundo pueda acabarse.
Esta Diosa paridora del mundo en Canción de la Cierva Milagrosa, tal como la Inanna sumeria, la Hathor egipcia cabeza de vaca, la diosa con cuernos de Tassili n’Ajjer, la Astarté fenicia —y otras Diosas egeo-afro-asiáticas adoradas sexualmente mediante prostitución sagrada—, se representaba desnuda o semidesnuda, a veces con las manos sujetando sus pechos, en una actitud tanto sexual como maternal. Así ha querido ilustrarlo el animado:
No son abundantes los mitos en los que el mundo o la raza humana son creados mediante el acto sexual, y en que se hagan tan evidentes los aspectos masculino (forma, conciencia) y femenino (energía, existencia) de la divinidad creadora. En la literatura sagrada de la India, específicamente en los Upanishads, hay pasajes de creación sexual del mundo; asimismo en el Popol-Vuh, en la mitología antillana precolombina, en el Kalevala finés y en el Kojiki japonés, el ser humano es creado mediante divina cópula. En el pasaje de Canción de la Cierva Milagrosa en que el mundo y el ser humano son creados sexualmente, tenemos un buen ejemplo de esto. El Dios concibe en su psiquis el nuevo ser que va a nacer, que se muestra en potencia dentro de sí:
Y al transmitir la forma al cuerpo mágico de la Diosa, ésta le otorga existencia, ser, cuerpo, vida:
Sin dudas es la mar de bella esta animación del poema de la Cierva Milagrosa, madre originaria de los héroes epónimos de los pueblos magyares y hunos, ascendientes de los actuales húngaros: Hunor y Magor.
Quien en persona haya escuchado hablar a un finlandés, no dejará de notar el enorme parecido fonético y entonológico entre el húngaro y el finés. Los especialistas, con muchas reservas, inscriben al finés y al húngaro en un sólo grupo lingüístico: el fino-úgrico o ugro-finés, subfamilia de las lenguas urálicas. Tal vez la Canción de la Cierva Maravillosa sea un ancestro o esté emparentada con el Kalevala, la epopeya nacional finlandesa, aquel bello poema épico que, como decíamos, inicia también con una divina relación sexual, en que la diosa Luonnotar hace el amor con el viento, para dar a luz a Väinämöinen, el héroe finlandés por excelencia.
Por otra parte, el mito magyar de la Cierva Maravillosa en algo se asemeja al mito de la Deer Woman —la Mujer Cierva de la mitología de los indios norteamericanos, cuya vulva fue esculpida en su entrepierna imprimiéndole una pezuña de venado— aunque en este caso sí que es prácticamente imposible que estos pueblos guarden alguna relación cultural o lingüística —salvo alguna remotísima derivada del poblamiento de América vía estrecho de Bering. No se puede dejar de notar además la semejanza con los conocimientos huicholes en torno al venado en Mesoamérica.
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