Siempre que leemos, en antiquísimas y eróticas escrituras orientales, que la cintura y las caderas de la mujer fueron creadas por el propio Brahma —el dios creador para los hindúes—, marcando con un dulce apretón su propia mano en la más tierna arcilla primigenia, deseamos decir que el punto final de tan bello vientre fue el ombligo, el cual el propio Brahma marcó con leve empujoncito de su dedo central en la pancita femenina.
El ombligo femenino es sin dudas una de las zonas más llamativas del vientre de la mujer. Ha sido representado en el arte durante milenios, dentro del célebre conjunto: los globos de los senos con sus apetitosos pezones en punta, las curvas de las caderas, el triangulo del pubis, y encima un bello punto que no podría faltar para que la obra de arte sea perfecta.
El ombligo puede tener muchas formas, y es sutilmente erógeno: responde a las caricias de los dedos y de la lengua, trasmitiendo vibraciones de placer a la cercana vulva, al todavía más cercano clítoris.
Lo que conocemos por ombligo es la cicatriz que, al ser cortado, deja el resto de cordón umbilical que había quedado pegado al bebé, cuando se cae entre una y dos semanas después del nacimiento. Y como toda cicatriz, la forma que adquiere al sanar es azarosa y caprichosa. Los ombligos son como los rostros o las vulvas: realmente no hay dos iguales. Y eso es una bendición. La diversidad es una esencia de la vida.
En algunas épocas el ombligo femenino ha podido podía verse a través de la ropa —particularmente en culturas no occidentales—, pero en general mostrar el ombligo casi siempre fue sentido como algo semejante a mostrar la propia desnudez —aunque no tanto. Sin embargo, las modas actuales parecen tener predilección por mostrar el ombligo femenino. Y no es de extrañar: es una de las zonas más bellas del cuerpo de la mujer y no debimos pasar tanto tiempo sin verla bajo la luz del sol.
Sexys ombligo