Al parecer, la conocida leyenda de Lady Godiva —que la describe como una jovencita cabalgando completamente desnuda a través del pueblo luego de hacer cierto trato con su esposo— podría ser el resultado de una sublimación medieval de un mito más antiguo, relacionado con el culto sexual y orgiástico a la Diosa.
Robert Graves, en el «Prólogo» a su libro Los mitos griegos —escrito en su querida Deyá de Mallorca, que para él no era otra que la isla de las Hespérides, uno de los últimos reductos mediterráneos del culto sexual a la Diosa durante la Antigüedad avanzada—, insertaba conocimientos que a lo mejor hoy ya no sorprenden, pero que si miramos la fecha en que Graves los emitió (1960), pueden dejarnos asombrados. Hasta tal punto, que como pórtico a este libro podría haber puesto la misma cita de Diodoro Sículo que funge como epígrafe al inicio de su Hercules My Shipmate (Hércules y yo):
“pero en los mitos antiguos no es fácil hallar un relato sencillo y coherente, de modo que no debe extrañarse quien encuentre en mi versión detalles que no concuerden con los de todo historiador y poeta”.
Las extraordinarias aseveraciones que hace Graves sobre las relaciones entre la cultura del Mediterráneo antiguo y el consumo de potentes sustancias enteógenas para alterar la conciencia y hacer comunión directa con los dioses —entre las cuales se encontraba nada menos que el amanita muscaria—, son resultado no sólo ya de su profunda erudición en temas de mitología europea, sino además de experimentar él mismo los estados de conciencia alterada por dichas sustancias. No sólo las sacerdotisas de la Diosa y las ninfas durante sus retozos sexuales con los sátiros (hombres de la fraternidad de la cabra) y los centauros (hombres de la fraternidad del caballo) consumían distintos tipos de sustancias alucinógenas —cuyo conocimiento fue luego heredado por las brujas sexuales del Medioevo, y de ellas pasó al vulgo—, sino que incluso el componente principal de la Ambrosía, la bebida de los dioses preolímpicos y olímpicos, era un compuesto muscarínico.
Graves no fue el único que en torno a la década del ’60 del siglo XX explicaba muchos procesos evolutivos y culturales a partir del consumo humano de enteógenos; también otros estudiosos de renombre seguían más o menos esa línea, entre ellos Richard Evans Schultes, Albert Hofmann y Terence McKenna. Gutierre Tibón no ponía reparos en aseverar que el misterioso soma que se menciona en los Vedas —probablemente en el Atharva Veda— como néctar divino, es precisamente el hongo rojo de lunares blancos: el amanita muscaria (cfr. el «Prólogo» de su El ombligo como centro cósmico). El propio Graves confiesa en el «Prólogo» a Los mitos griegos que él mismo consumió hongos Psilocybe, y que la extraordinaria fuerza y energía eróticas de las Ménades del cortejo de Dionisos se debía a que consumían ritualmente hongos enteógenos.
Finalmente, el origen más remoto del mito de Lady Godiva —la doncella anglosajona que, según la leyenda de visos cristianos posterior al siglo X, aceptó pasearse a caballo desnuda por Coventry con tal de que su esposo bajara los impuestos a sus vasallos—, Graves lo relaciona con la diosa celta Goda y su viaje anual montada desnuda sobre una cabra —un hombre cabra, por supuesto, que es montado sexualmente por ella—, fiesta orgiástica primaveral en que la monogamia se suspendía temporalmente, y en la que también, como en todos los ritos sexuales de este género, se consumían enteógenos que excitaran el frenesí erótico y la visión de la divinidad. Según Graves:
“A juzgar por el ritual del norte celta, donde a la diosa se la llama Goda («la Buena») —Neanthes traduce la sílaba brito como «buena» (Greek Historical Fragments iii, ed. Müller)—, originalmente viajaba montada en una cabra, desnuda con excepción de una red, con una manzana en una mano y acompañada por una liebre y un cuervo, a su banquete de amor anual. La silla tallada miserere de la catedral de Coventry, en la que estaba representada así, era un testimonio de las ceremonias pre-cristianas de la Víspera de Mayo en Southam y Coventry, de las que se ha desarrollado piadosamente la leyenda de Lady Godiva. En la Alemania celta, Escandinavia y probablemente también en Inglaterra, Goda tenía una relación ritual con la cabra, o con un hombre vestido con pieles de cabra: el rey sagrado que más tarde se convirtió en el Demonio del culto de las brujas”.
La manzana —que también en la Biblia se asocia con el fruto del conocimiento (‘conocimiento’ en su acepción hebrea de acto sexual, aunque ciertamente no aparecen manzanas en la Biblia)— simboliza lo que la mujer ofrece al hombre como “pasaporte para el Paraíso” (R. Graves: ídem.)
(Fragmentos tomados de Robert Graves: Los mitos griegos.)
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