En el mundo occidental, se suele rechazar que exista alguna relación entre el dinero y la espiritualidad —o incluso entre el dinero y un proyecto de beneficio social—, y según este presupuesto, se suele desconfiar de una enseñanza o camino cuando estos se cobran, aunque sea en poca medida. Se pretende muchas veces que un maestro viva como del aire, o que personas que fomentan un camino o un proyecto para mejorar la vida social, la vida de pareja o la vida individual, realicen tal actividad durante un breve rato, agotados luego de regresar de su empleo «real».

Sería bueno recordar que, al menos en el mundo actual, las enseñanzas que no cuentan con finanzas y recursos, no prosperan —lo cual significa que el bien común que proponían se disipa en sus esfuerzos iniciales por nacer y crecer. Fomentar el desarrollo de un camino por el bien de la humanidad —o por el bien de la pareja, como es el caso del Amor Sexual—, no sólo es todo un trabajo, sino que es un trabajo enorme y agotador, más agotador que un empleo normal. Y además requiere financiar toda una serie de cuestiones que son imposibles de costear con recursos personales.

Al respecto, una posición muy acertada es la de Thrive Movement, que plantea que quienes trabajan por proyectos para mejorar la sociedad deben vivir de eso —es decir, deben convertir sus proyectos no sólo en su razón de ser sino además en su medio de vida, en vez de llevarlos a cabo agotados después de venir de otro trabajo, o cabeceando de sueño media hora antes de dormir. Hacer las cosas así no es sensato. En la práctica, así se vuelve imposible sostener los proyectos, por muy grandes que sean sus propósitos o por mucho que sea el empuje de las personas que los fundaron. Lo que suele ocurrir es que la energía de los proyectos llevados a cabo de ese modo: pronto se agota, y la sociedad, la pareja y el individuo, poco a poco, cada vez más, se van adaptando a vivir sin los gozos y bienes que le podían haber aportado proyectos de vida de otro tipo.

Sobre este tema, además de una propuesta como la de Thrive Movement, conviene confrontar una opinión tal vez más tradicional. El autor británico Dennis Philip Edward Lingwood —más conocido por su nombre budista: Sangharákshita—, en uno de sus libros hace una serie de comentarios sobre el valor del dinero, que resultan sumamente interesantes y prácticos en relación con lo que hemos dicho en los párrafos anteriores. Aunque el autor enfoca la cuestión del dinero desde el punto de vista del Dharma —término que puede traducirse como «Camino», aunque también como «conducta correcta», significados que, en nuestra opinión, no se excluyen—, sus lúcidos comentarios se aplican perfectamente a cualquier proyecto actual que tenga como propósito aportar algo al bienestar y a la felicidad de la humanidad. Son tres párrafos, así que reproduzcámoslos aquí textualmente.

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«La actitud de la gente hacia el dinero es un tanto extraña. Esto quizás no sea sorprendente: el dinero en sí es una cosa extraña y cambiante. Se podría hasta decir que el dinero lo es todo excepto dinero. El dinero es la vida, el dinero es el poder, el dinero es el prestigio, el dinero es la seguridad, el dinero es el placer, el dinero es el amor. Al fin y al cabo, con dinero se compra el amor, o cualquier cosa que queramos —o al menos eso pensamos. La cosa más extraña respecto a la actitud de la gente hacia el dinero es su renuencia a dejarlo partir. En Occidente esto es cierto incluso para algunos budistas. Parece que piensen que, en algún modo, hay algo malo en dar dinero para el trabajo del Dharma. Esta renuencia probablemente tenga algo que ver con nuestra actitud básica hacia el dinero. Tendemos a pensar que es algo sucio y asqueroso, algo con lo que la gente decente tiene el mínimo de relación posible, al menos en público. La expresión ‘sucio lucro’ refleja probablemente nuestra actitud básica hacia el dinero —y algunos budistas occidentales tienden a compartir esa actitud. Piensan del Dharma que es muy puro, y que ha de ser preservado puro. Y ¿Cómo se preserva el Dharma puro? Bueno, pues una de las formas de hacerlo es mantener tu sucio y asqueroso dinero lo más lejos posible del Dharma.

Pero esa ciertamente no es la actitud tradicional. La actitud tradicional es que el dinero —dinero que uno ha adquirido por medios éticos, según los principios de la Subsistencia Correcta— es una cosa buena y sana, y lo mejor que uno puede hacer con él es darlo para el trabajo del Dharma. Se podría decir que el dinero es como el estiércol: a veces huele, pero realmente es una cosa sana, buena y limpia. No tenemos porque ser remilgados a la hora de manejarlo o de darlo. Como dijo Sir Francis Bacon hace cuatro siglos: ‘el dinero es como la porquería para el abono, no vale para nada si no se echa’.

Así que si tienes algo de esa porquería, échala alrededor, particularmente en dirección a donde está el Dharma. Como dijo el mismo Buda: ‘No tengáis miedo a dar’. The Salvation Army (El Ejercito de la Salvación) tenía este slogan: ‘Da hasta que duela’. Pero eso es incorrecto y seguramente refleja una actitud típicamente cristiana. Nos hace pensar que la vida espiritual es algo esencialmente doloroso y provoca una actitud para el dar como la que la mayoría de nosotros tenemos para ir al dentista. Lo posponemos todo lo posible porque pensamos que va a doler. (Es una actitud que requiere que el beneficiado se sienta verdaderamente desgraciado también). Pero de hecho, el dar no duele nada. De hecho, cuanto más des más feliz, más ligero y más libre te sentirás. Luego debemos dejar a los demás recorrer su camino hacia el dar en la forma en que puedan. Como budistas deberíamos decir: ‘Da hasta que te posea totalmente la alegría’.»

(Tomado de Transformación del Yo y del Mundo en el Sutra de la Luz Dorada, de Sangharákshita.)