El mundo actual está más que saturado de informaciones sexuales de todo tipo, y eso tiende a confundir. Uno de los temas sexuales que más interesa es el erotismo del Oriente —ya sea del Oriente Próximo, Medio o Lejano. El erotismo oriental es muy rico en recursos para hacer bien el sexo, y le lleva siglos de ventaja al mundo occidental, gracias a que por allá no hubo tanta represión sexual y el erotismo ha alcanzado gran refinamiento. Por supuesto, el manual erótico hindú titulado Kamasutra (o sea, Kama Sutra) ha sido el más famoso hasta ahora, en gran medida debido a su célebre catálogo de posturas sexuales. Otro de los campeones en fama es el Tantra, un camino sexual mucho más profundo y poderoso que el que expresa el «Kama Sutra». Sobre esto hay más que decir.
El manual erótico Ananga Ranga es uno de los hermanos de tradición del famoso Kama Sutra de Mallinaga Vātsyāyana: ambos libros ―junto con otros textos como el Ratimanjari― pertenecen a la tradición del Kama Shastra, es decir, la tradición erótica escrita en sánscrito, la cual no debe confundirse con la tradición tántrica, pues los manuales eróticos sánscritos tienen menos que ver con el Tantra que con, por ejemplo, El jardín perfumado de Jeque Nefzawi, así como con otros manuales eróticos orientales.
Lo primero que hay que decir es que sencillamente ningún manual tiene el poder suficiente para conducir a nadie a la iluminación espiritual, mucho menos cuando se trata del manejo de la energía sexual, que es tan delicada e incluso peligrosa. La diferencia básica entre el Tantra y el Kama Shastra es ésta, aunque a continuación lo veremos con un poco más de detalle: el Tantra es siempre infinitamente más profundo que el Kama Shastra.
Hay muchos Tantras
Existen muchos Tantras, no sólo en el sentido de muchas escrituras tántricas, sino incluso en el sentido de la multiplicidad de escuelas. Si se nos permite tomar prestado el término del software libre, el Tantra es como un “código abierto”, cuyo núcleo es el trabajo con la energía sexual. Pero de ahí en adelante ese código abierto. Siempre que se hable de Tantra, hay que definir de qué Tantra se habla: ¿hinduista, tibetano o shivaíta (que no es exactamente igual que el hinduista)? ¿Del Sur de la India, del centro o del Punjab? ¿Zurdo, derecho o central? ¿El de práctica sexual o el especulativo? ¿Matrimonial u orgiástico? ¿De templo o de Kula? ¿Antiguo, tradicional o contemporáneo?
Pero lo que sí está claro es que el Tantra es distinto del Kama Shastra. El Tantra, si bien tiene muchísimas variantes a veces incompatibles entre sí, tiene como esencia el uso especializado de la energía sexual como vehículo de iluminación, mientras que el Kama Shastra es un grupo de manuales que describen posturas y técnicas para aumentar el placer. Si identificamos Tantra y Kama Shastra, corremos el riesgo de que al Tantra le ocurra lo mismo que al Hatha Yoga en el mundo occidental: con frecuencia ha terminado siendo una gimnasia meramente física, y así el Tantra terminaría siendo una lista de “posturas sexuales” o de “zonas erógenas”.
Otro punto diferente a destacar es que los manuales del Kama Shastra están por lo general escritos para que los príncipes nobles “aprendan técnicas para gozar de la mujer”, mientras que los textos tántricos están escritos para que todos, mujeres y hombres, aprendamos a evolucionar espiritualmente a través de la devoción sexual por lo femenino y del uso especializado del gozo sexual. Es ciertamente muy distinto el enfoque tántrico del enfoque del Kama Shastra. Incluso partiendo de que los textos tántricos se dirigen eminentemente a los hombres, esto se debe al supuesto de que la mujer está ya iluminada, y de que es el hombre quien necesita aprender y esforzarse por la iluminación.
Otro punto diferente, un poco más filosófico, es que el Kama Shastra, si bien tiene ecos hinduistas, aparenta ser más bien ateo ―por eso estos manuales tiene tanto éxito en Occidente―, mientras que el Tantra está profundamente enraizado en el Vedanta Advaita, posiblemente la Dárshana más antigua de la India, probablemente anterior a todo lo ario y lo sánscrito en el Indostán ―que tan semejantes son a lo occidental, e incluso al cristianismo.
Escrituras realmente tántricas las hay por miles ―y a veces ni siquiera incluyen la palabra Tantra, pues el Tantra es más una esencia que una terminología. Las escrituras tántricas no sólo se escriben en sánscrito ―la lengua oficial del hinduismo, que sí usan siempre los manuales del Kama Shastra― sino en cualquiera de las muchísimas lenguas oficiales de la India y sus alrededores, y más allá de la India. Por ejemplo, el Vajrayana es sin dudas una de las tradiciones tántricas más importantes, y como todo lo budista, hace mucho tiempo que no está en la India aunque nació en ella.
La energía sexual como vehículo de iluminación
Muchas tradiciones tántricas todavía no se han escrito, y de las que se han escrito, sólo una pequeña fracción se ha traducido a alguna lengua occidental. La cuestión es que el Tantra, como tradición marginal que es ―anti-casta y anti-teocrática―, a veces es abiertamente rechazada, e incluso combatida por el hinduismo oficial. (Quien desee abundar en este tema, puede leer Tantra Sex, Secrecy, Politics, and Power in the Study of Religion, de Hugh B. Urban.)
Es decir, está muy bien agrupar al Kama Sutra con el Ananga Ranga, el Ratimanjari, e incluso con El jardín perfumado: todos estos son manuales que realizan algunos aportes para mejorar el acto sexual habitual, y eso no está nada mal. Pero no es acertado decir que el Kama Sutra es una escritura tántrica, porque el Tantra es por esencia un uso de la energía sexual como vehículo de evolución e iluminación espiritual.
De hecho, a pesar de la fama del Kama Sutra, en verdad el Ananga Ranga ―con sus listados de posturas sexuales relacionadas con el Hatha Yoga, y sus rigurosas y sistemáticas tablas de relaciones entre el auge/declive del erotismo femenino y las fases de la luna, entre otras muchas cosas― tiene más que ver con las verdaderas escrituras tántricas ―sin llegar a serlo― que el Kama Sutra mismo. El Ananga Ranga siempre nos ha parecido un libro mucho más profundo, tal vez el más profundo de la tradición del Kama Shastra.
Pero incluso el Ananga Ranga es sexualmente utilitario y muy poco espiritual, y eso no podemos dejar de verlo cuando por ejemplo escribe: “Así, pues, vosotros todos los que leáis este libro sabréis qué delicioso instrumento es la mujer, cuando se la sabe gozar con arte; cuán capaz es de producir la más exquisita armonía, de ejecutar las variaciones más complicadas y de dar los más divinos placeres”.
El Tantra es cero por ciento machista ―aunque también es cero por ciento feminista―, y en cambio el machismo está implícito o explícito en cualquier texto del Kama Shastra. Todos esos libros están marcados por el uso de la mujer como objeto sexual para el hombre ―por más sutil y exótico que sea el uso del objeto en este caso. Por eso se puede hacer una versión pornográfica del Kama Sutra ―son tantas ya―, pero nunca se podrá convertir en porno un conocimiento tan genuino como el Tantra.
Pero no obstante su machismo implícito —pues patriarcalmente consideran que la mujer no es Diosa del Amor, sino una herramienta para que el hombre encuentre su satisfacción “cuando se la sabe gozar con arte”—, los textos de la tradición erótica sánscrita al menos dan un gran valor a que el hombre se consagre primero en complacer sexualmente a la mujer, y que sólo en la satisfacción de ella encuentre la suya propia. Esto no es Tantra, pero al menos resulta en un acto sexual mejor que el burdo sexo que hoy se practica.
No existe un solo Kama Sutra
No existe un solo Kama Sutra, sino varias versiones ―a veces relativamente distintas― en torno a un tema que parece muy anterior a su escritura. En el mundo occidental, “Kamasutra” casi ha terminado convirtiéndose en un término genérico para referirse a un manual erótico más o menos organizado. Uno de los Kama Sutra más rigurosos parece ser el del coleccionista Lance Dane. Pero él mismo ha reconocido la dificultad de establecer una versión “definitiva” o canónica del Kama Sutra.
El fenómeno editorial Kama Sutra ha sido tan lucrativo, que algunos libros, quizás por motivos de derecho de autor, aun llamándose Kama Sutra —con algún subtítulo para confundir—, ni siquiera contienen el texto de alguna versión tradicional de lo que conocemos por Kama Sutra, sino refritos más o menos parecidos a ese texto —pero evidentemente escritos por y para occidentales—, y eso sí: siempre contienen imágenes tradicionales a todo color de parejas haciendo sexo en posturas gimnásticas, de esas que mueven al lector a comprar. No estamos necesariamente en contra de esto, pero eso no es Tantra. Y de lo que sí estamos francamente en contra es de que las casas editoriales impongan Copyright a imágenes y textos que no les pertenecen en absoluto.
El Tantra y el Kama Shastra tienen algunos puntos de contacto —que con toda probabilidad éste bebió de aquel—, pero no son para nada idénticos. El egiptólogo G. Butler estudió los textos de Pataliputra que dieron origen al Kama Sutra, y comentó que el manual tiene orígenes más antiguos. Todo parece indicar que Vātsyāyana pasó su infancia en un prostíbulo de Pataliputra, cerca de Varanasi (Benarés) —ciudad gangética del Uttar-Pradesh de India, y lugar en que, gracias a la tradición Sahajiya, el Tantra sigue vivo hasta hoy en día. Las prostitutas de Pataliputra, quizá en la línea de las devadasis aunque menos sofisticadas que estas, deben de haber sabido algunos secretos para mejorar el acto sexual, si es que fue cierto que, como se cuenta, lograron arruinar a los soldados de Alejandro Magno cuando éste invadió la India en el siglo IV a.n.e. De este contexto propicio a ello, Vātsyāyana debe de haber bebido algunos conocimientos tántricos. Pero al parecer él mismo no era un “tantrika”.
La fama del Kama Sutra en el mundo occidental parece deberse más a un fenómeno de venta editorial que a su profundidad como enseñanza. Nunca hemos logrado hallar profundidad en cuanto a culto de la energía sexual en los escritos del Kama Sutra, y en cambio, cualquier texto tántrico genuino es profundo de punta a cabo ―desde el Vigyan hasta el Yoni-Tantra, pasando por el Tantrâloka y el Tantrasara o por todo lo publicado por John Woodroffe (Arthur Avalon) —Kularnava Tantra y Mahanirvana Tantra son los dos más célebres—, o más recientemente por Gopi Krishna, dentro de la misma tradición de Abhinavagupta, el camino tántrico de Osho o de Barry Long, o en la actualidad por Gueshe Kelsang Gyatso desde el budismo tántrico. El Kama Sutra está muy lejos de ser ese culto a lo femenino que toda escritura tántrica establece como condición para que la Diosa emerja en cada mujer, y sólo así en cada hombre.
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