Desde el punto de vista sexual, resulta bien interesante el film franco-canadiense-estadounidense La conquista del fuego (1981) —también traducida como Los conquistadores del fuego, o En busca del fuego; en francés: La Guerre du feu— dirigida por el realizador Jean-Jacques Annaud (El nombre de la rosa, 1986 y Siete años en el Tíbet, 1997). La película fue todo un éxito de taquilla en los años ’80 del siglo XX, lo cual provocó la apasionada relectura de la novela homónima en que se basaba, publicada en el lejano 1911 por los hermanos belgas Joseph Henry Honoré Boex y Séraphin Justin François Boex, cuyo pseudónimo juntos era J. H. Rosny.
Las ideas de Desmond Morris sobre el sexo frontal
Algunos aspectos del film fueron asesorados nada menos que por Desmond Morris, zoólogo y etólogo autor del parte aguas El mono desnudo. La película está muy bien realizada, y especialmente la difícil dirección de arte y de actores —toda una investigación arqueológica, antropológica y etológica—, fueron logradas con éxito, de modo que —a diferencia de otras películas de su tipo— nunca llegamos a sentir que se trata de hombres disfrazados de monos con palos confeccionados en atrezo.
El interés principal del film para nuestro artículo radica en que nos muestra las intuiciones de los autores y los realizadores acerca de cómo habrá sido la vida sexual del ser humano prehistórico. Lo primero que el film muestra —ya desde la primera secuencia del fragmento que acompaña a este escrito—, es cómo uno de los miembros de la tribu principal se abalanza sobre una de las hembras, al vislumbrar sus glúteos desnudos mientras ella se lavaba en el río, y le practica un coito frenético, animal y despersonalizado.
Al film le interesa mucho resaltar el tema sexual prehistórico. La del sexo junto al río no es una escena fortuita, sino que tiene sentido teleológico, lo cual podemos comprobar en el hecho de que luego, cuando el protagonista es atrapado por miembros de otra tribu, es sometido a una especie de rito sexual tribal en que tendrá que tomar por turnos, también en postura de coito a tergo (perrito), a todas las “Venus de Willendorf” de la tribu, de grandes mamas y pronunciadas curvas. Quizá es un guiño a los primeros pasos en la necesidad de la exogamia y la prohibición del incesto. Dramatúrgicamente, la escena del rito es el paso intermedio para una escena muy importante que vendrá luego.
La supuesta supremacía blanca
Algo que no podemos dejar de decir es que el seleccionado como protagonista, como macho alfa y como ser que supera en inteligencia a los demás, fue al actor que más claro tiene el pelo, la tez y los ojos, en lo cual puede leerse una especie de racismo —del que también adolecen los estudios etológicos de Morris, que salvo por este detalle son muy profundos y serios. De tal palo tal astilla: la película tiene las mismas virtudes y errores que los trabajos de Morris.
O sea, que tomando en cuenta esto, la piel blanca, la forma ovaloide del cráneo, los ojos más claros, etc., son signos de inteligencia superior e índices de nivel evolutivo, incluso en el interior de una tribu. Es Naoh (Everett McGill), el de los rasgos más caucásicos, el del cráneo más ovalado y la nariz más fina, quien toma las decisiones más importantes, quien traza las estrategias más inteligentes, resuelve las situaciones más difíciles, retorna invicto de las más arriesgadas misiones, y por supuesto que es quien finalmente merece que Ika (Rae Dawn Chong) lo elija como compañero.
El paso del coito a tergo al sexo frontal
La escena sexual culminante de la película ―y culminante de la evolución humana según las teorías del mono desnudo de Morris― es el inicio del sexo frontal y personalizado en la especie humana. En el momento en que, durante el coito a tergo, la mujer Ika se vira y da el frente a Naoh —mientras Amoukar (Ron Perlman, en la primera o una de sus primeras películas) y Gaw (Nameer El-Kadi), asombrados, los miran hacer el amor de esta nueva forma tan novedosa y atractiva—, ella lo hace porque siente la necesidad de tener un acercamiento emocional más íntimo con él. Él aún no entiende la intimidad, pero cede porque ella lo desea así, y para él los deseos de ella son poderosamente importantes.
La intimidad y la presencia real mutua durante el sexo, son rasgos en los que incluso hoy en día el hombre aún tiene que evolucionar. Para que el sexo humano evolucione aún más, la pareja ―y sobre todo el hombre―, debe estar realmente presente durante el acto sexual, con la conciencia despierta y no adormilada producto de la cabalgata tras la eyaculación. Dejar atrás esto es el paso evolutivo fundamental, pues el error es prácticamente idéntico para el hombre de hoy y para el hombre prehistórico: superar los escasos y breves “minutos” que transcurren entre el inicio del acto sexual y la explosiva eyaculación animal que ocurre sin que todavía la pareja haya hecho realmente el amor. El descontrol eyaculatorio sigue siendo la asignatura pendiente dentro de la evolución sexual del hombre.
La mujer: en busca de la intimidad con el sexo frontal
No está desencaminado el hecho de presuponer que haya sido la mujer quien dio el paso evolutivo de virarse y darle el frente al hombre durante el coito, cuando el hombre intentaba tomarla salvajemente a tergo. Si tomamos en cuenta lo estudiado por la etología, especialmente por Desmond Morris, cuando el acto sexual comenzó a ser frontal para la raza humana, la mujer aún no ostentaba un cuerpo lampiño, con caderas desarrolladas, y nalgas y pechos sobresalientes —características privativas de la hembra humana, las cuales, como vimos, fueron puestas de relieve durante la primera secuencia de la película.
Según Morris, debido al cambio del coito a tergo animal al sexo frontal humano, los labios femeninos se hicieron carnosos como un breve poema que recordara a la magnífica vulva durante la vida cotidiana y durante el sexo frontal, y asimismo los pechos bulbosos son un poema a las nalgas, que durante el sexo frontal ya no quedan a la vista. Ergo, se puede decir que primero fue el sexo frontal y después los pechos llamativos, los labios, y otras regiones femeninas atractivas en posición frontal: estas partes evolucionaron según lo que Morris llama autoimitación: una reproducción en pequeño de estimulantes órganos sexuales que, durante el proceso evolutivo de la bipedación, dejaron de estar a la vista y de cumplir su función básica: ser un llamado hacia la actividad sexual.
Desde cualquier punto de vista que se le mire ―y a pesar de las obvias limitaciones―, toda la película parece estar demostrando que la energía sexual fue uno de los principales impulsos, si no el que más, para la evolución de ser humano. Así nos parece también a nosotros, los autores de este escrito.
Un poco más de delicia durante el sexo frontal
“Los senos humanos no tienen ninguna función fisiológica. Son depósitos subcutáneos de grasa alrededor de los pezones y las glándulas mamarias, que pueden resultar incómodos para la mujer. No juegan ningún papel en la lactancia. De hecho, incluso pueden asfixiar al niño. Las nalgas grasas femeninas tampoco parecen tener mucha utilidad. Almacenan grasa, y entre los bosquimanos africanos, donde el hambre puede haber sido un problema, las mujeres tienen los traseros más grandes del mundo. (Las nalgas de estas mujeres son, de hecho, tan grandes, que un niño pequeño puede montar en la espalda de su madre, de pie con los pies en sus nalgas y los brazos alrededor de su cuello). Pero las nalgas carnosas aparecen en todas las mujeres, desde la cueva-vivienda Tasaday de Filipinas hasta las bailarinas de discoteca de Los Ángeles, aunque para la mayoría de estas mujeres la desnutrición no es un problema. Los senos y las nalgas grandes parecen ragos superfluos, al igual que la voz aguda de la mujer y el mentón y el pecho sin vellos.
Otro atributo femenino superficial e innecesario es su capacidad para copular cara a cara. La cópula frontal no se ve entre los monos. Es inusual entre los chimpancés, común entre los gorilas y los orangutanes, pero es la norma para los seres humanos. En todas las sociedades humanas estudiadas, las parejas hacen el amor en esta posición con regularidad. ¿Por qué? Porque pueden hacerlo. La hembra humana ha desarrollado una vagina que puede rotarse hacia adelante, por lo que para ella es cómodo hacer el amor cara a cara. Además, puede resultar muy gratificante, porque en esta posición el hueso pélvico de su pareja roza su clítoris ”.
(Tomado de Helen Fisher: El contrato sexual.)
[“Human breasts have no physiological function. They are subcutaneous deposits of fat around the teats and mammary glands that can be cumbersome to the bearer. They play no role in nursing. In fact, they can even smother the child. Fatty buttocks don’t seem to have much use either. They do store fat, and among African Bushmen, where hunger may have been a problem, women have the biggest rear ends in the world. (These women’s buttocks are, in fact, so large that a small child can ride on his mother’s back, standing with his feet on her buttocks and his arms around her neck.) But fleshy buttocks appear on all women, from the cave-dwelling Tasaday of the Philippines to the disco dancers of Los Angeles, even though for most of these women malnutrition is no problem. Big breasts and buttocks appear superfluous, as does the female’s high voice and hairless chin and chest.
Another superficially unnecessary female attribute is her ability to copulate face-to-face. Frontal copulation is not seen among the monkeys. It is unusual among chimpanzees, common among gorillas and orangutans, and the norm for human beings. In every human society studied, couples make love in this position regularly. Why? Because they can. The human female has evolved a vagina which is rotated forward—so for her it is comfortable to make love face-to-face. Furthermore, it can be intensely gratifying, because in this position her mate’s pelvic bone rubs against her clitoris”.
(Tomado de Helen Fisher: The Sex Contract.)]
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