Hoy en La Caída Mágica (la sección de Amor Sexual dedicada a la poesía erótica de todas las épocas, culturas e idiomas) les presentamos este exquisito poema a la vagina, tomado de la lírica árabe. Luego del poema haremos algunos comentarios.
Mi mano cubría entero ese sello vibrante.
Ella dijo: «Mi cuerpo es tu oasis, y es también
el arroyo donde te sumerges después de caminar
por tu oasis.
»En mi vientre hay como un pebetero bajo el césped.
En mi vientre hay como un pozo cuyo brocal
hubiera sido templado por el sol.
»En mi vientre: como una granada abierta,
como una gruta llena de tesoros.
»Mis senos son tus ánforas de marfil y mis ojos
tus joyas. Mis orejas, conchas de nácar y
mis brazos tu collar.
»Pero hay una boca cerrada y su beso puede matar.
»Se parece al fruto rojo del ghedma, que cura
las heridas del fuego derramando
una melancolía infinita.
»Se parece al fruto rojo del ghedma, que
enloquece a aquel a quien curara».
Comentarios sobre este poema a la vagina
«Mi mano, ese sello vibrante» es un poema a la vagina, de origen árabe, medieval y, al parecer, anónimo, publicado a mediados del siglo XX en el libro El jardín de las caricias —cuyas versiones del árabe al español fueron realizadas por Pedro Láinez Varela—, y tomado por nosotros del libro Las perlas de la mora, compilado y anotado ya en el siglo XXI por el gran editor Esteban Llorach Ramos.
Sin dudas es un hermoso y delicado poema a la vagina. Haber comparado, como lo ha hecho este poema, a la vulva femenina velluda con un pebetero que bajo un césped perfumara el ambiente amoroso como un carnal incienso: ésta es una de las alegorías más bellas y acertadas sobre la vulva femenina que hayamos visto alguna vez. En el mundo árabe antiguo y medieval, se estilaba tanto depilar la vulva femenina como dejarle su oloroso y precioso vello púbico: ambas cosas eran muy apreciadas por el hombre y la mujer.
Y ya en clave originaria, debemos decir que en el Egipto antiguo existió una leyenda sobre el vello púbico femenino, semejante al cuento occidental de la Cenicienta, pero en la cual la joven es buscada y hallada gracias a su precioso vello púbico —del que el rey tenía guardado un mechón, que había hallado flotando en las aguas del Nilo después de que su dueña se lo afeitara, y del cual él se había enamorado a primera vista debido a su fronda y al perfume vulvar que conservaba.
Según cuentan los especialistas, en el antiguo Egipto, con variaciones en dependencia de la época, se amó a la vulva completamente depilada, parcialmente depilada, o sin depilar en lo absoluto. La leyenda del vello púbico egipcio es, en sí misma, ejemplo del amor a todas estas variantes: tanto al vello púbico frondoso cuanto a su depilación total o parcial; lo cual es lo mismo que decir que la adoración se sentía propiamente por la vulva, estuviera o no vestida con su vellón.
Deja tu comentario