Cuando los animales están en período de celo, dedican bastante tiempo a jugar sexualmente antes de unirse en la cópula de facto. No hay que ser muy observador para darse cuenta de que la animal hembra literal y despiadadamente —como que está en juego la supervivencia de la especie— juega con las emociones sexuales del macho: primero aparenta estar disponible… luego se sienta en sus cuartos traseros o se mueve de lugar para poner la vulva fuera del alcance… luego vuelve a exponer su sexo y se revuelca bocarriba como si estuviera desesperada por ser penetrada… pero cuando un macho se le acerca con el falo palpitante, ella le tira un zarpazo o una coz y se va a coquetear con otro macho, de modo que ellos terminan peleando a muerte…
Finalmente el macho esta tan agotado y ansioso —no sólo debido a la búsqueda infructuosa del placer eyaculatorio, sino además debido a la competencia feroz con otros machos tras la misma hembra—, que cuando por fin logra penetrar la apetitosa y obsesionante vulva —de prisa y sin perder de vista el posible ataque de los otros machos que quieren suplantarlo— arroja cuanto antes la vida a través de la uretra.
Por cierto que el sexo humano debiera ser distinto, si es que en verdad hemos evolucionado con respecto a los animales. El cuadro de juego sexual entre una hembra y varios machos animales que hemos descrito más arriba, si bien no ocurre de modo tan evidente, en la sociedad humana funciona así mismo; sutilmente, pero así mismo. La mujer, mediante muchas artes sutiles aprendidas, hace sentir a los hombres que ella está sexualmente disponible —a pesar de que en ocasiones uno de esos hombres es su pareja formal—; pero cuando alguno de ellos responde —probablemente no la pareja formal—, ella deja bien claro que no se trataba de nada de eso. Mas cuando el pretendiente —por no decir contendiente— se retira descorazonado, ella vuelve a llamarle la atención con algún artilugio que ni remotamente aparenta tener algo que ver con el sexo, pero que inequívocamente provoca que él piense: “no estaba equivocado”. Sobre todo cuando hay más de un hombre, ella se las arregla para, por muy amigos que ellos sean, ponerlos a competir por ella… y nunca se admite que es eso lo que está pasando.
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