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Por ahí hay quien comenta ―sin poner cuidado en lo que dice― que el amor es como una «enfermedad» o como una «obsesión».

Quizá el enamoramiento sea como una obsesión, como una «enfermedad» que obnubila la mente y que más adelante «se te cura». Pero el enamoramiento no es lo mismo que el amor.

El enamoramiento es espontáneo, pasajero y caprichoso, y en cambio el amor real no es espontáneo ni viene ya hecho, sino que hay que hacerlo mediante el sexo verdadero.

El sexo verdadero provoca no sólo unos orgasmos poderosos que te remueven hasta los cimientos de tu ser, sino que además genera amor real, sin necesidad de fingirlo.

El sexo verdadero tampoco se nos da espontáneamente ―ese conocimiento no nace con nosotros, ni llega con la edad, ni nada parecido. El buen sexo siempre hay que aprender a hacerlo.

Y cuando aprendemos a hacer el amor realmente, el amor ya no es pasajero sino que se convierte en un estado de conciencia orgásmica, que es la única felicidad real.