La calidad del sexo de la pareja depende de como ellos vivan, así como también la calidad de la vida en pareja depende de cuán bueno logre ser su acto sexual. Las infelicidades de pareja que aparenten basarse en otra cosa que no sea el sexo, son infelicidades ilusorias, y nunca se resolverán por otra vía que no sea la sexual. En la pareja, todo depende del sexo. Entonces, la pareja debe aprender a vivir bien, para poder hacer buen sexo, y debe aprender a hacer bien el sexo para poder vivir bien —dos cosas que en realidad no están separadas, que constantemente se determinan una a la otra: un cambio positivo o negativo en una de ellas determina a la otra.
Es bueno no convertir las discusiones de pareja en un hábito —aunque tampoco hay que extremarse y no discutir nunca: una discusión, si es necesaria, es como un afrodisiaco natural. El sexo funciona alimentado por una energía que podemos llamar “energía psicosexual”, que es la misma energía con la que se alimentan las discusiones. Esta energía psicosexual tiene una cualidad muy especial: si se le cultiva mediante el buen sexo, crece como un jardín bien cuidado y es una fuente inagotable de bienestar; pero si en cambio la energía psicosexual se invierte en discusiones de pareja por hábito, se convierte en una fuente (agotable) de conflictos: es como botar la energía a chorros.
Mientras la energía psicosexual está fresca y nueva —caso típico de los inicios de una relación—, hay lo que se llama «química sexual» entre los amantes, las sensaciones de placer son reales y el cuerpo se siente muy atraído hacia el sexo. Sin embargo, cuando la energía psicosexual se ha desgastado en discusiones o en cualquier otro tipo de conflictos o cuestiones entre la pareja —como por ejemplo el exceso de actividad o de trabajo—, entonces la «química sexual» se va desgastando, el cuerpo se siente menos atraído hacia el sexo, y la pareja tiene menos posibilidades de hacer el amor. Éste es el comienzo de la decadencia de una relación de pareja —el agotamiento de la «química sexual»—, y es algo que seguramente todos hemos observado o vivido alguna vez.
Para aumentar y cultivar la «química sexual» lo esencial es que la pareja aprenda a conservar fluyendo la energía sexual inicial que los hizo unirse como pareja. Las dos maneras básicas para esto son:
- Hacer bien el sexo: buenos actos sexuales, frecuentes y llenos de gozo, en los que, gracias al aprendizaje del control de la eyaculación por parte del hombre, el placer y los orgasmos abundan, especialmente para la mujer.
- No discutir como un hábito: es decir, no discutir en vano. Aunque, reiteramos, si una discusión es necesaria, es mejor tenerla, pues de este modo fungirá como un afrodisiaco psíquico que de hecho aumenta la «química sexual» entre los amantes. Son esas discusiones luego de las cuales se sienten grandes deseos de hacer sexo.
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