El hombre debe aprender a penetrarla a fondo. Él está hecho para buscar a la mujer incansablemente. Y eso no está mal: eso está pero que muy bien. Bendito sea el indomable impulso sexual del hombre, que hace posible sus viriles erecciones, que le da fuerza extra para cruzar obstáculos y cosechar las mieles orgásmicas de la mujer, y que finalmente vencerá a todos los extraños poderes que buscan que el hombre no lo sea.
Pero escucha: Si ya te pasas todas las benditas 25 horas del día buscando penetrar el sexo precioso de la mujer y añoras hacerla gemir dulcemente, entonces ten el coraje y la hombría de aprender a penetrarla a fondo y casi desmayarla de venirse tan duro en el pararrayos de tu pene. Eso es el primer paso de algo muy grande. Eso es el origen de todos los bienes a nivel de pareja y de sociedad.
Pero no la molestes sólo para apenas despertar su erotismo, eyacular puerilmente antes de tiempo, y dejarla en esa hoguera que todos quieren encender pero que nadie nunca apaga. Eso la hace a ella voltearse hacia su lado de la cama y llorar en silencio, cocinando la ira irracional que la llevará a destrozar todo lo que en verdad ama. Eso es el origen de todos los males a nivel de pareja y de sociedad.
La clave para aprender a penetrarla a fondo está en el control de tu eyaculación
Esfuérzate al máximo por aprender a hacerla gozar y venir hasta que sus ojos se enciendan como dos luceros y tú descubras por ti mismo por qué el erotismo oriental insiste en llamarla Diosa. No la molestes para menos que esto, no la convoques para tu excitación pasajera, sea en el acto fugaz de la habitación o sea en el todavía más falso y fugaz «sexo» a través de una pantalla. Si no vas a ocuparte de aprender a amarla como ella necesita y merece, sencillamente no la molestes. No busques la asistencia del sexo de una Diosa para tu fugaz masturbación.
La Diosa del Amor merece mucho más que un disparo de energía derramada en vano (o que luego como compensación por lo que no has aprendido a darle, le regales un ramo de flores puras y le laves el cerebro convenciéndola de que el orgasmo femenino es «innecesario», «sucio», «malo», o incluso «demoníaco»). Ten el coraje de ser divino y regenerar la feminidad, y recuerda que como enseña el Tantra de origen, la budeidad del hombre consiste en adorar la budeidad de la mujer, no a la inversa.
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