No podemos venerar a un dios

si no nos convertimos en ese dios.

ADAGIO TÁNTRICO

A pesar de que el Tantra habla del culto a la Diosa —ya sea por medio del acto sexual o por otros medios— como una de sus propuestas principales, la vía tántrica no es un camino teísta, es decir, no es un camino que coloque a un(a) Dios(a) en cierto lugar del cielo o de la tierra, y a un ser humano que, aparte de esa divinidad, adora al Dios o Diosa mediante ritos específicos. El Tantra no es nada de esto, ni el culto sexual a la Diosa es un tipo de teísmo. Por el contrario, en el Tantra se busca la identificación absoluta de lo humano con lo divino, según el conocimiento de que la oposición humano/divino es una completa ilusión, y cualquier camino que parta de esa ilusoria distinción, si bien será mejor que nada, no logrará mucho a la corta o a la larga. La “filosofía” del Tantra —y entrecomillamos el término, porque el Tantra suele ser deliberadamente antiespeculativo— está más cerca del Vedanta que de cualquier enfoque teísta. Así pues, ¿qué es el Vedanta, explicado el término de la manera más simple en este breve artículo?

El Vedanta —asumido aquí ahora en su vertiente advaita (no-dualista) y no en su vertiente dvaita (dualista)— es una de las seis darsanas o sistemas tradicionales del pensamiento hindú; es de hecho la darsana más antigua. El Vedanta se basa en la célebre relación de identidad entre el Ātman y el Brahman, conocida principalmente a través de los Upanishads —los Upanishads son muchos y muy variados; si bien los hay muy hinduistas e incluso aparentemente antitántricos, también hay algunos que tienen una sabor marcadamente tántrico. El Vedanta Advaita no considera que lo divino y lo humano estén separados, sino que esa división entre lo humano y lo divino —que genera el mundo de la Maya (ilusión existencial) de los objetos y las polaridades— es una ilusión y es precisamente lo que ha de ser trascendido en pos de la iluminación (samādhi). Es decir, según los términos vedánticos: alcanzar el samādhi o iluminación es lograr la perfecta identificación entre el Ātman (el Ser Individual) y el Brahman (el Ser Absoluto). Sin embargo, es necesario decir que esta identificación entre Ātman y Brahman no es algo a perseguir, porque ya está dada: el samādhi es la condición natural del espíritu.

El Tantra no necesariamente es idéntico al Vedanta, pero ambos tienen mucho en común, y en ciertas escuelas tántricas, Tantra y Vedanta se identifican. El Tantra es completamente vedántico cuando, por ejemplo, el Vigyan Bhairav Tantra dice:

The appreciation of objects and subjects
Is the same for an enlightened
As for an unenlightened person.
The former has one greatness:
He remains in the subjective mood,
Not lost in things.

[La percepción de objetos y sujetos
Es la misma para un iluminado
Que para un no iluminado.
Pero el primero tiene una grandeza:
Él permanece en estado subjetivo,
No extraviado en las cosas.]

(Tomado del Vigyan Bhairav Tantra, estrofa 100.
Traducción del inglés nuestra.)

Estos comentarios del Vigyan son sumamente interesantes, pues describen la percepción del iluminado en el Tantra: no deja de percibir el mundo sensible ni lo niega en ningún momento, sino que enriquece su percepción, abre su sensorialidad y acrecienta su conciencia, hasta alcanzar la percepción del Absoluto, el conocimiento verdadero de la no dualidad —estado que ya tenía antes de ser iluminado, pero que no percibía por carecer del nivel de conciencia adecuado: alcanzar este nivel de conciencia capaz de percibir el Absoluto, es el camino mismo. Por esta peculiar percepción de lo Absoluto en plena vida, antes de la muerte física, es que un iluminado tántrico es llamado un muerto-en-vida, es decir, alguien que ya alcanza en vida el estado de conciencia que se supone el ser humano sólo tendrá cuando, al morir, pierda el cuerpo y penetre en el ámbito infinito de la experiencia en la muerte.

Shiva-Shakti-meditando

El Vedanta puede ser poco comprendido y hasta temido, no sólo por su complejidad conceptual en la descripción de la gnosis, o porque anula las distinciones entre masculino y femenino, o entre humano y divino, sino porque además suprime otras oposiciones menos “inofensivas” que las anteriores, como pueden ser las diferencias de casta y clase social, la jerarquía política o religiosa y el control de masas, o la oposición entre ortodoxia y heterodoxia —o sea, entre lo que se llama cultura dominante (mainstream) y lo marginal—; todo lo cual significa que el Vedanta tiene una proyección política indirecta —sin que estemos hablando ahora de ningún tipo de activismo o algo por el estilo—, porque libera al sujeto de la supuesta necesidad gregaria de formar masas regidas por la autoridad y el poder religioso, político o económico, y en cambio coloca dicho poder en la decisión individual —cosa que a esos poderes no les conviene en absoluto. El Vedanta —como en su momento harán caminos igual de revolucionarios, como el tantrismo y el budismo— dijo: “No perteneces ni a la casta de los brahmines ni a ninguna otra casta o categoría social, no eres objeto de percepción sensorial” (Astavakra Gita).

El Vedanta, en cierta medida y en tanto filosofía clásica del Indostán, no puede reducirse a un simple camino en sí mismo, sino que es una especie de enfoque “filosófico” que se encuentra en la base de muchos caminos —por ejemplo: el Yoga, el Tantra, el Shivaísmo (especialmente el Trika o Shivaísmo Tántrico de Cachemira) y el Jainismo. El Budismo, por poner otro ejemplo, tiene un enfoque vedántico en su noción de la identificación —por eso es difícil que podamos encasillarlo como una mera religión, y se unifica perfectamente con el Tantra en el Vajrayana o Budismo Tántrico—, mientras que ciertos caminos hinduistas, que son sumamente teístas, están más lejos del Vedanta en la medida en que proponen que el ser humano debe adorar a un dios, ya sea mediante la devoción, el intelecto. No obstante, debemos decir que el hinduismo del Bhagavad-Gita, que fácilmente se identifica con el Yoga, propone el uso de las vías que enumeramos, sí, pero con el propósito de identificar lo humano con lo divino. El Tantra, por su parte, también es un camino vedántico, en la medida en que —con mayor intensidad que muchos otros caminos del Indostán— no considera que exista un dios-separado-del-ser-humano, sino que, como el verdadero Yoga, busca la absoluta identificación del ser humano con Dios, primeramente mediante la identificación absoluta de la mujer y el hombre, de lo femenino y lo masculino.

En términos vedánticos, podemos decir que en el Tantra, por vía de la identificación sexual entre la mujer y el hombre, busca en realidad la identificación del ser humano con la divinidad. Desde este punto de vista, podemos decir que la adoración sexual de la mujer devenida Diosa, es un enfoque estratégico del Tantra, y no un tipo de teísmo en femenino: sólo mediante la identificación de la mujer con lo divino, el hombre puede atravesar el poderosamente ilusorio velo de Maya-Shakti, y alcanzar para ella y para él la divinidad intrínseca en la mujer y en sí mismo.

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El trabajo tántrico con la energía fundamental —que será la energía sexual, le llamemos o no Kundalini—, tiene el poder factual de desencadenar poderes divinos latentes en el interior del ser humano, lo cual no significa solamente un gozoso camino hacia la divinidad, sino además un arduo proceso de transformación interior, doblemente difícil si tomamos en cuenta que el gozo sexual profundo tiene la peculiaridad de acelerar el camino, y en esa misma medida, lo hace más intenso. No estamos hablando teóricamente: todo esto es sumamente práctico. Y el camino tántrico de transformación no ocurre necesariamente: este proceso de transformación por vía sexual comienza a ocurrir solamente si, con toda responsabilidad, lo asumes y te abres a ello. De otro modo el Tantra es un viaje breve, que las personas abandonan en cuanto culmina la etapa del descubrimiento del profundo gozo sexual e inicia el proceso de transformación de todo lo que el propio gozo sexual profundo trae a ser cambiado. Sólo atravesando este camino de detallada transformación interior, es que comienza el proceso de identificación práctica de lo humano con lo divino.

Es necesario, en pos de comprender el camino y poder caminarlo, saber que el Tantra no es un simple método para mejorar la vida sexual y las relaciones conyugales —aunque algo de eso tenga— sino un poderoso camino de iluminación por vía sexual. En el camino lo esperan tantas acechanzas —especialmente obstáculos de su propio interior—, que solamente mediante una inalterable devoción a la Diosa es que el hombre puede alcanzar la poderosa, intensa y veloz iluminación que la vía sexual no sólo promete, sino que cumple —si cumples tú con todo lo que ella trae a resolver. Sólo responsabilizarse y resolver todo lo que el trabajo sexual desencadena, permite algo tan extraordinario como la identificación entre el hombre y la mujer, y entre lo humano y lo divino.

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Citas sobre el Vedanta

– “12. El atman es el testigo, el omnipresente: la inteligencia libre, inactiva, sin apego, sin deseo, siempre en paz; a través de la ilusión aparece como mundano (como perteneciente al mundo)
13. Tras haber rechazado todo error concerniente a la idea de que eres un reflejo del atman tanto como de todas las condiciones que le pertenecen, aprende a reconocer la identidad de tu atman (de tu yo) con la inteligencia eterna: el  Uno sin segundo [Brahman]. […]

7. Todo esto (mundo) no es sino una producción del espíritu. El Atman es continuamente libre, eterno. El sabio, que sabe, ¿se entregaría a la acción como un niño?
8. ¿Qué podría conocer, decir o hacer aquél que está libre de deseos, sabiendo que él mismo es Brahman y que existencia y no existencia se deben a una simple súper-imposición?
9. “Estoy soy Yo”, “Esto no soy Yo”, ideas de esta clase no turban al yogui que, sabiendo que todo es Atman, se vuelve silencioso.
10. Para el yogui que ha encontrado la paz, no hay más agitación ni concentración (de espíritu), ni conocimiento excesivo ni ignorancia, ni placer ni pena. […]

28. El hombre de espíritu superior no aspira ni a la liberación ni al samadhi. No está atado al mundo porque no está molesto con él. Al saber que todo es ilusión, permanece en sí como el propio Brahman.
29. Aquél que alimenta la idea de “Yo” actúa incluso cuando no efectúa ningún acto. Pero para el sabio libre de toda idea de “Yo”, no hay acción ni siquiera actuando.
30. El espíritu del libre es apacible; no es ni dichoso ni activo; libre de deseos y de dudas, brilla”. (Tomado del Astavakra Gita.)

– “Él (el Señor) tomó todas las formas de las criaturas vivientes para que a través de ellas el hombre pudiera conocer su verdadera forma (el Atman o alma). Así, pues, Indra (el Señor) se manifiesta multiforme a través de las mayas (apariencias), pues sus caballos (los sentidos) están bajo yugo y son ciento diez. Éste (Atman) es los caballos, éste (Atman) es los diez, y los miles, múltiples e infinitos. Éste es Brahma, sin causa y efecto, sin nada dentro o fuera; este Ser es Brahma, omnipresente y omnisciente. Esta es la enseñanza de los Upanishad” (Brihadaranyaka Upanishad).

– “Quien renuncia a todo encadenamiento y obra entregando su actividad a Brahman, no es manchado por el pecado, del mismo modo que el agua no se adhiere a las hojas del loto” (Bhagavad Gita).

– “La concentración (dhâranâ) consiste en ligar el pensamiento a un objeto, y la contemplación (dhyâna) es la continuidad sin variación del conocimiento relativo a este objeto. Cuando, habiendo desaparecido todo objeto, aparece en la consciencia la identidad con el objeto meditado (jñeya), en el vacío de la dualidad sujeto-objeto, es eso lo que se llama samâdhi. (El samâdhi es alcanzado cuando toda traza de la dualidad sujeto-objeto se desvanece)” (Abhinavagupta: Tantrâloka).

– “Aquel que es Brahman es, por cierto, el Atman […]“‘Yo’ y ‘mío’—eso es ignorancia. Por el discernimiento realizaréis, que lo que llamáis ‘yo’ realmente no es sino el Atman. Razonadlo. ¿Acaso sois el cuerpo, o la carne u otra cosa? Al fin sabréis que no sois nada de eso. Estáis libres de atributos. Luego realizaréis que jamás fuisteis el actor de ninguna acción; que habéis estado libres de virtud, y vicio por igual; que estáis por encima de la rectitud y lo inicuo” (Ramakrishna: El evangelio de Sri Ramakrishna).

– “El ‘gran dictum’ de los Upanishads es ‘Eso eres tú’. ‘Eso’ significa aquí, claro está, el Atman o Espíritu, Espíritu Santo, el pneuma griego, el ruh árabe, el ruah hebreo, el Amon egipcio, el ch´i chino. Atman es esencia espiritual e indivisa, ya sea trascendente o inmanente, y si bien son muchas y variadas las direcciones en las que se puede extender o de las que se puede retirar, es motor inmóvil, tanto en el sentido transitivo como en el intransitivo. Se presta a todas las modalidades del ser, pero en sí mismo nunca deviene alguien o algo. Aquello ante lo cual todo lo demás es un estorbo, ‘Eso eres tú’. ‘Eso’ es, en otras palabras, el Brahman o Dios en el sentido general de Logos o Ser, considerado como la fuente universal de todo ser que se expande, se manifiesta, produce y es origen de todas las cosas, las cuales están ‘en’ él como lo finito en lo infinito, pero no como una ‘parte’ de él, pues lo infinito no tiene partes. (A. K. Coomaraswamy: «El Vedanta y la Tradición Occidental»).

– “El autor más importante de este sorprendente desarrollo es el brillante Śáṅkara, fundador de la escuela de filosofía vedantina llamada “no dualista” (advaita). […] Basando su razonamiento en la fórmula védica tat tvam asi, ‘eso eres tú’, desarrolló con firme coherencia una doctrina sistemática que tomaba al Yo (ātman) como única realidad, y consideraba a todo lo demás como producto fantasmagórico de la ignorancia (avidyā). El cosmos es efecto de la ignorancia y también lo es el ego interior (ahaṅkāra) que en todas partes es confundido con el Yo. La Māyā, la ilusión, se burla a cada instante de las facultades de percepción, pensamiento e intuición. El Yo es un abismo oculto. Pero cuando se conoce el Yo no hay ignorancia, no hay Māyā, no hay avidyā; es decir, no hay macrocosmos ni microcosmos: no hay mundo” (Heinrich Zimmer: Filosofías de la India).

– “Los textos insisten mucho en la idea de que el maithuna es, antes que todo, una integración de los Principios: ‘La verdadera unión sexual es la unión de Paraśakti (kuṇḍalinī) con Ātman; las demás no son más que relaciones carnales con mujeres’ (Kulārṇava-tantra, V, 11-112)” (Mircea Eliade: Yoga, inmortalidad y libertad).