Básicamente, el acto sexual en el que al final no ocurre eyaculación masculina —debido a que el hombre la deja para otro momento—, no termina en ningún momento, pues la energía sexual generada permanece vibrando entre los amantes, quienes la experimentan como el amor más verdadero y estimulante que existe. En cualquier momento en que ocurra una crecida de profunda satisfacción —especialmente de satisfacción femenina—, los amantes pueden culminar ahí el acto sexual, tanto como en cualquier otro momento del día pueden volver a comenzarlo, incluso en breve tiempo.

Es decir, a diferencia del coito eyaculatorio ordinario, en el acto sexual no eyaculatorio el erotismo no cae en picada al final, sino que asciende durante todo el acto sexual, e incluso asciende aún más al final, de modo que la realidad se vuelve mágica, como la de los enamorados. El acto sexual sin eyaculación, de hecho acrecienta la conciencia y posibilita que percibamos la vida como un hermoso romance. En el acto sexual no eyaculatorio, el placer generado no acaba sino que pasa a la vida cotidiana, y así el acto sexual y la vida se identifican cada vez más.

Hazel-Eyes-3_by-Dfhart_26-de-mayo-de-2012

No obstante, hay algunos signos para detectar la culminación del acto sexual en sí. Y como en todo culto sexual a la Diosa, aquí los signos estarán en el cuerpo de la Diosa, es decir, en su más profunda y completa satisfacción. Como hemos dicho en otras ocasiones, el acto sexual, si es verdaderamente poderoso, se hace para deleitar a la mujer. Dentro del deleite sexual de la mujer, mientras él mismo lo genera, el hombre irá alcanzando disfrutes tan densos e intensos como no los alcanza durante la más frenética eyaculación. Cualquier hombre que haya experimentado el acto sexual sin eyaculación, sabe que ésta es la verdad. No se logra de una vez, y de hecho puede que tome algún tiempo lograrlo. Pero vale la pena.

Un buen indicador de que la mujer ya está satisfecha, es cuando el hombre —a pesar de no haber eyaculado él en lo absoluto aunque ha ido con ella orgasmo tras orgasmo femenino—, experimenta un placer orgásmico muy profundo y en sus genitales siente una satisfacción semejante a la de haber eyaculado. Aquí, luego del instante de la risa orgásmica infinita de la mujer, el acto sexual puede detenerse, y el pene por sí mismo perderá la erección —sin que ocurra ni la menor congestión seminal, ni dolor de testículos, ni dada por el estilo. Si la cosa se realizó bien, todo es bueno al final.

Pero ¡atentos!, porque la mujer es Maya Shakti hasta para ella misma, ella es la fuente de la ilusión cósmica, y puede que un instante después de esta profunda satisfacción femenina, ocurran en ella nuevas crecidas de deseo. Hablamos de pocos segundos de diferencia entre un estado y otro. Sólo cuando el estado de orgásmica satisfacción femenina dure, es que puede asumirse que el acto sexual realmente ha terminado.

Otro signo que podría estar avisando de que es mejor detenerse, es cuando el placer real se interrumpe durante el acto sexual —por motivos de dificultad emocional o contextual entre la pareja. En esos momentos, la pareja tiene al menos dos opciones: 1. seguir haciendo movimientos sexuales hasta que la relación de placer profundo se restablezca entre la vagina y el pene y entre ambos amantes; o 2. detener el acto sexual y dejarlo para después, pues, en estas ocasiones, forzar el placer sexual podría traer estrés a la pareja, en especial a la mujer.