En teoría, se supone que el acto sexual humano —a diferencia del de la mayoría de los otros mamíferos— sea casi siempre para el gozo y el amor; y que sea para la procreación sólo unas pocas veces a lo largo de toda la vida. Realmente todos deseamos que sea así. Pero en la práctica no lo estamos logrando. El acto sexual no está funcionando como se supone; en el área sexual el ser humano no ha superado demasiado su animalidad. Ciertamente el acto sexual humano hasta hoy sigue siendo reproductivo, aunque casi siempre mediante un método anticonceptivo interrumpamos el proceso de reunión y fecundación entre los gametos. El acto sexual humano todavía debe evolucionar más con respecto al de los animales, si es que realmente vamos a considerar que el sexo humano es sobre todo para el placer y el amor.

El acto sexual humano actual se diferencia del animal no en que haya un disfrute notablemente mayor y un desarrollo de la autoconciencia más allá del instinto, sino en que la fecundación humana, de un modo u otro, se impide por medios artificiales —no para ganancia de la pareja humana, sino de la industria que fabrica los anticonceptivos. El semen sí comienza su viaje reproductivo cada vez, después de una breve descarga de placer orgásmico casi siempre masculino. Pero la hembra humana pocas veces conoce el orgasmo —a pesar de que toda mujer sería multiorgásmica si el hombre no eyaculara, o si no acabara tan pronto. Entonces podemos decir que el acto sexual humano es, al igual que el animal, un acto básicamente reproductivo pero cada vez interrupto: el acto sexual humano no es más que un acto sexual reproductivo interrumpido. Esa es básicamente la única diferencia notable entre el acto sexual animal y el humano.

La hembra humana ha evolucionado sexualmente: ella desarrolló lo que se llama “ovulación oculta”, de modo que no hay períodos específicos de “celo”, sino que las formas del cuerpo femenino atraen hacia el sexo por puro gozo y amor durante todo el año, y los genitales femeninos actuales poseen una potencialidad orgásmica extraordinaria. Pero en cambio, el macho humano común todavía no está a la altura sexual de la hembra: él aún debe evolucionar, lo que significa que debe aprender a controlar absoluta y voluntariamente su eyaculación para poder realizar el vuelo sexual de amor para el que la mujer ya está lista.