Es completamente cierto algo que afirmaba el filósofo colombiano Fernando González, para apoyar lo cual hace la famosa cita del hombre como animal triste después del coito:

«“El hombre después del coito es animal triste”.
Porque es la entrega de nuestra fuerza vital. Ella, mientras estaba en nosotros, nos hacía desear; hermoseaba el universo, pues de no ser así no desearíamos.
Entregamos la vida en potencia para la formación de otros seres. Somos entonces la imagen del saco vacío. El organismo queda flácido». (Fernando González: Viaje a pie.)

¿Pero, en cambio, qué ocurre si durante el coito el hombre no entrega esa enorme fuerza vital que es la energía seminal? ¿Qué ocurre si incluso, al llegar al orgasmo, no dona la vida en potencia para la supuesta formación de unos seres que en realidad no está buscando procrear, pues pocas veces en la vida, a diferencia del de los animales, el acto sexual humano es para procrear, y la inmensa mayoría de las veces es para generar placer y amor?

En resumen: ¿Qué ocurre si, a pesar de que el hombre da y recibe todos los gozos que incesantemente busca en el acto sexual, la fuerza vital no se mueve de su sitio innecesariamente, y él no termina con el “saco vacío”?

Entonces el hombre y la mujer permanecen erotizados y amorosos después del coito, y el universo no sólo no deja de ser hermoso, sino que además se hermosea y enriquece todavía más. Porque así lo que han logrado es algo que afirma el Vigyan Bhairav Tantra, luego de aclarar el modo de lograrlo durante el coito, según una filosofía de corte tántrico y vedántico:

Al comienzo del acto sexual
Permanece en el fuego del inicio
Y así prosigue
Evitando las cenizas del final.

Cuando en ese abrazo
Tus sentidos se sacudan como hojas
Penetra en ese temblor.

[…]

Donde encuentres el placer,
Cualquier acto que sea,
Actúalo.

Maithuna-Tantra_Shakti-deleitosa-y-hombre-sereno

De hecho, esta propuesta tántrica básicamente no está en desacuerdo con lo que propone Fernando González —ni está en desacuerdo con lo que él mismo propondrá en el siguiente fragmento; y ni siquiera está en desacuerdo con la abstinencia “absoluta” de un brahmachari como Gandhi, o del enfoque sexual platónico. Si la castidad es sinónimo de conservar el esperma, para ser casto no es necesario no hacer el sexo, sino conservarla. A lo que conviene renunciar es al desgaste eyaculatorio, no al acto sexual. Porque el sueño de lo sexual produce monstruos, y en cambio, hacer buen sexo y minimizar las eyaculaciones, es un logro capaz de generar una poderosa felicidad. Escribe González este hermoso canto a la conservación del semen:

«¡Mejor que el calor del sol en la mañana eres tú, Castidad!

Porque las glándulas seminales son el origen de la vida.

Y la vida es deseo. La castidad hace crecer el deseo y el corazón rebosa de alegría.

¡Te amamos, castidad de ojos provocadores, porque el amor es bueno cuando tú presides!

Somos castos y por eso el aire, y el cielo, y el agua, y el olfato, y el gusto, y el tacto, y el oído, son acariciadores para nosotros.

¡Somos castos para poder amar! ¡Esta es la verdad! ¡Una verdad nuestra!…

Somos castos, Julia, porque así tus curvas son hasta tortura para nuestros cinco sentidos.

Así, tu olor de mujer es espolazo.

Castos, porque así la mañana es deseable como virgen desposada y el atardecer como mujer madura y triste.

¿Quién dijo que hay placer en el dolor? Sólo un gran casto puede gozar cuando se raja su carne. ¡Cuán bueno es el dolor de las heridas cuando las células están tonificadas por las glándulas seminales!

¡Todo viene de ellas! El amor a todo, dinero, amigos, patria, gloria y hembras…

Somos el joven casto porque queremos amar todo lo que existe en nuestra madre la tierra.

Castidad es paladearlo todo, acariciarlo todo sabiamente, y no dilapidar.

Somos el joven que no se deja poseer por nada, para no yacer como saco vacío.

Para estar siempre activos y ser siempre amantes.

¿Ves la luna que sube por el cielo espolvoreado de luz tenue y sientes deseos, emociones e ideas indeterminadas como si fueras perfume que se evapora? Es la castidad de los treinta años, el poder de las glándulas creadoras. La espiritualidad, eso que llaman la espiritualidad, es efecto de ese poder en la masa nerviosa”.